Dos pequeños hombres estaban contemplando una montaña. Un se llamaba “No Puedo” y el otro “Yo podré”. El primero habló: “No puedo Leer más..." />
Dos pequeños hombres estaban contemplando una montaña. Un se llamaba “No Puedo” y el otro “Yo podré”. El primero habló: “No puedo subir esta montaña de manera alguna”. Él continúa quieto en la parte inferior de la montaña. El otro dijo: “Yo podré subir, sin duda, esta montaña”. Él está, ahora, en el tope de la montaña. Dos pequeños hombres están viviendo junto a la montaña — en la parte bajero se encuentra el “No Puedo” y en la parte de cima el “Yo podré”.
Cuántas bendiciones dejamos de recibir y cuántos sueños se quedan olvidados en el camino de nuestras vidas simplemente porque nuestra confianza es semejante la del pequeño hombre “No Puedo”. Las dudas se instalan en nuestros corazones, la determinación nos asiste de lejos, la voluntad se vuelve cada vez más flaca y inoperante. Faltanos el condimento esencial para una mudanza: la fe.
Cuando esta fe es invitada a morar en nuestros corazones, la inseguridad bate en retirada, el conformismo va dejando despacio nuestra casa y la esperanza llena nuestras ventanas de flores de todos los colores y matices. El pequeño hombre “No puedo” es ignorado y convocamos inmediatamente el “Yo Podré”. Pasamos a creer no en nuestras propias fuerzas o capacidad, pero en el Dios Poderoso que nos enseñó — “todo es posible a lo que cree”. No habrá obstáculo que no pueda ser transpuesto y ni montaña que no pueda ser escalada.
Cabe a nosotros decidir lo que queremos: continuar viviendo de manera insignificante, sin anhelos y sin sueños o agarrar en la mano del Señor y empezar a escalar la montaña de las victorias y de la felicidad. En él podemos todas las cosas y nada impedirá que experimentemos Su incontables y
maravillosas bendiciones.
Va a continuar diciendo “no puedo” o pasará a creer en el “yo podré”?