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Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón estaba social y económicamente devastado. Tenía muy poco de su infraestructura industrial intacta y carecía de los recursos para copiar el sistema de producción americano, que por entonces florecía. Tampoco contaba con un mercado lo suficientemente fértil, como para producir grandes cantidades de productos. Los japoneses no tenían, no podían… y no competían.
Para competir con Estados Unidos, la industria japonesa tenía que mantener la flexibilidad y productividad que los americanos obtenían de su producción a gran escala. Estaban obligados a hacer las cosas de otro modo. Como no tenían, no podían desperdiciar. “Desperdicio” comenzaría a adquirir un nuevo sentido en los procesos industriales. En una situación de escasez, todo lo que no salía inmediatamente al mercado era desperdicio. Los inventarios pasaron a ser desperdicio.
Con su creatividad, Japón logró modificar la esencia de la satisfacción del cliente y las relaciones Industria/Proveedor es, mejorándolas notablemente. Las prioridades y el sentido de “lo posible” cambiaron notablemente para todos. Un enorme problema, como era sostener la economía de la nación, se convirtió -gracias a la creatividad y la innovación- en una fuente de inmensas oportunidades.
Pero… ¿Qué sucedió con los empresarios norteamericanos, que tardaron tanto en aprender la lección japonesa? ¿Fue la falta de conocimiento sobre manufactura o sobre desperdicio? ¿Fue la falta de calidad de su industria? ¿No hicieron bien sus pronósticos de necesidades futuras? ¿Carecían de la suficiente información? Nada de eso. Ellos ya habían innovado en técnicas de control de calidad e ingeniería industrial. Simplemente, no “vieron” en el desperdicio la clave para su transformació n. En la producción en masa, el inventario y el desperdicio eran consideradas las reglas del juego industrial y el modelo que los había conducido al éxito en el pasado. ¡Y a nadie se le ocurrió cambiarlas! … hasta que los problemas tocaron a su puerta. Fue así que el toyotismo (la “producción ajustada”) sustituyó al fordismo/taylorismo (la “producción en masa”).
Problemas, restricciones, contratiempos. .. ¿malos o buenos?
Normalmente, tener un problema es sinónimo de carga, sufrimiento, preocupación y agotamiento. Un problema llega para desordenarnos la vida. Es un accidente. Un cambio de planes. Es el ambiente que nos juega en contra. Lo percibimos como el obstáculo que obstruye nuestro camino.
Pero tratemos de verlo por un momento como los japoneses (entrecierre sus ojos) y preguntémonos: ¿Estamos acostumbrados a pensar en los problemas como activadores de nuestra potencia creadora? ¿Vemos el desorden como fuente de inspiración creativa?
Lamentablemente NO. Los problemas, los errores, las faltas, las equivocaciones, las crisis, rara vez son percibidos como oportunidades para aprender e innovar…
Ver la oportunidad
Un problema puede ser una oportunidad esperando ser explotada. Cada problema es un reto a nuestra imaginación y un desafío a nuestras habilidades. Del mismo modo que una ostra, irritada por un grano de arena, termina produciendo una perla, las cosas que nos resultan más irritantes de solucionar (como el desperdicio) , pueden llevarnos a las ideas más grandiosas.
Resolver un problema no significa regresar al estado anterior, recuperar la estabilidad y el orden previo. Resolver problemas no siempre es recuperar el camino, sino encontrar otros.
Un cambio de escenario
Para quien trata de avanzar con su bote por los rápidos de un accidentado río, la siguiente curva le impide ver más adelante. En cambio, para quien observa la misma escena desde lo alto de la montaña, puede ver la totalidad del río. En cierta manera, está observando el pasado, el presente y el futuro de aquel que guía el bote.
Pensar nuestro problema del modo más amplio posible, nos ubica en lo alto de una montaña desde donde podemos ver todos los posibles caminos a la solución.
Henry Ford inventó la línea de montaje cambiando el problema “¿Cómo conseguimos que la gente vaya al trabajo?” por “¿Cómo conseguimos que el trabajo vaya a la gente?”.
Cuando Eiji Toyota y su genial ingeniero jefe de producción Taiichi Ohno dejaron de pensar “¿Cómo competir con la cadena de montaje americana?” y cambiaron su enfoque hacia “Cómo producir sin desperdicio? “, hicieron mucho más que fabricar muchos automóviles: inventaron, desarrollaron, aplicaron y perfeccionaron el sistema de producción Toyota.
Cómo provocar estos cambios
¿De dónde viene esa inspiración? ¿Que situaciones detonan esa “chispa creativa”? En el Japón del 47, fueron sus conflictos y crisis económicas. ¿Pueden las dificultades ser nuestra “musa inspiradora” ?
La creatividad y la innovación son muchas veces resultado de un choque, un impacto, una re-configuració n ¿No es acaso eso lo que hacen con nosotros los problemas? Lo que nos perturba, nos obliga a cambiar.
Ni Ford, ni Toyota, siguieron el consejo habitual: minimice sus problemas. La respuesta normal que damos ante un problema es reducirlo, quebrar sus defensas naturales para vencerlo definitivamente. Creemos que llevarlo a su mínima expresión es el camino para hacerlo desaparecer por completo. Pero… ¿y si el camino fuese “energizar” el problema y expandir sus fronteras originales? No para ampliarlos, sino para encontrar soluciones en otras partes. La oportunidad de convertir los problemas en desafíos requiere una fuerza muy particular: La Energía Creativa.
“Responsabilidad significa la capacidad de tener una respuesta creativa a la situación. En todos los problemas hay un principio de oportunidad y, esta conciencia, nos permite aprovechar el momento y transformarlo en una situación o una cosa mejor.”
– Deepak Chopra –
Tomado de: http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2003/2003cuart/tecnologia/vis22-5pl.asp
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