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Con el correr de los años mi cuerpo ha cambiado, mi rostro no es el mismo y ciertas actividades físicas me están vedadas. Todos estos cambios ocurrieron más allá de que todo funcionaba perfectamente bien…
Ante tantos cambios que no podemos controlar, ¿Porqué, entonces, nos asusta tanto modificar el accionar y los pensamientos relacionados con los negocios, las relaciones y las posibilidades? Claro está, el accionar en territorio conocido nos da seguridad. Por lo general, actuar en terreno desconocido nos da temor; temor al error, temor al ridículo, temor a tener que comenzar nuevamente la tarea. Pero, ¿siempre qué accionamos basándonos en la experiencia ¿obtenemos los resultados deseados? Y esta experiencia ¿nos garantiza conseguir lo que deseamos?

Aquí se plantea el quid de la cuestión:

Con qué estamos comprometidos, ¿con accionar para obtener los resultados deseados o accionar para mantenernos en la cómoda y tranquila caja de confort?

Para recorrer terrenos desconocidos y no sentirnos inseguros deberíamos cambiar al observador que somos ante los hechos cotidianos, cambiar el punto de vista, cambiar la forma de pensar sobre lo que podemos y no podemos hacer. Fácil de decir, ¿no?… De eso hablamos, de eso se trata, de qué decir, de cambiar las conversaciones que entablamos; ¿Conversaciones de posibilidades o conversaciones de imposibilidades?

¿Qué es ser un observador distinto? Así como nos adaptamos a los cambios físicos; a esa imagen que se modifica frente al espejo, también deberíamos adaptarnos a la forma de relacionarnos con quien trabaja de forma totalmente distinta a la propia, deberíamos cambiar la actitud ante las distintas formas de pensar y de ver la vida de quienes nos rodean. En lugar de combatir las diferencias complementémonos con ellas para mejorar los resultados, porque si la manera de pensar y de actuar de los integrantes de un equipo es homogénea ese equipo está estancado en la similitud. Desde ya, la igualdad de pensamiento ofrece un espacio de relación con los otros sin sobresaltos, en esa relación los acuerdos no son un desafío.

Para el coaching ontológico las conversaciones de imposibilidades son aquéllas que nos limitan las posibilidades, aquéllas que se dan cuando ante un desafío partimos de “no sé, no puedo, es muy difícil”; ante un problema buscamos resolverlo siempre de la misma manera, no innovamos, permanecemos dentro de la caja de confort. Einstein decía que “es de locos creer que haciendo siempre lo mismo voy a obtener resultados diferentes”

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Las conversaciones de posibilidades son aquéllas que tenemos con nosotros mismos o con otros cuando ante un problema à buscamos un aprendizaje nuevo à extendiendo así las fronteras del conocimiento à esto nos da la posibilidad de accionar de manera distinta à lo que lleva a la solución del problema. à y, en el tiempo, un nuevo problema. Los problemas de hoy son producto de las soluciones de ayer à y así comenzamos nuevamente…

CAMBIANDO LAS CONVERSACIONES, CAMBIO EL OBSERVADOR
 
Osvaldo Retondaro

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