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Spencer Jonson, un autor norteamericano, publicó una fábula que ha tenido enorme éxito. Bien podría haber titulado su trabajo como “teoría general del cambio permanente en un medio ambiente globalizado y competitivo”.
La llamó simplemente: “Quién se ha llevado mi queso”.
Las fábulas han sido siempre ilustrativas por sí mismas. Es una de las más eficientes y antiguas formas de aprendizaje. Todos hemos aprendido y seguimos aprendiendo de ellas.
Las fábulas son simples, cortas, ilustrativas, fáciles de leer, entretenidas.
Tienen la peculiaridad de hacer pensar, algo que se ha perdido casi totalmente en la literatura y otras formas de entretención moderna. Las fábulas se han utilizado desde siempre para que los niños capten la realidad de la vida, de forma metafórica, subliminal que logre penetrar en los más recónditos escondrijos de la memoria, permaneciendo en ella vigentes, activos por siempre jamás.
La fábula del queso
Sniff y Scurry – cuenta Jonson – son dos ratoncitos que se encuentran atrapados en un laberinto junto con Hem y Haw, dos extraños personajes. Todas las mañanas, los cuatro recorren el laberinto en busca de queso. Todos los días encuentran cantidades abundantes en un lugar que llaman la “estación de queso C”.
Uno de los ratoncitos comienza a darse cuenta que se producen “cambios”. Se percata que cada nuevo día el volumen de queso disminuye, y va quedando solamente el de calidad inferior. Un día cualquiera el queso desaparece totalmente. No hay más queso en la “estación C”.
Los ratoncitos, con un natural instinto superior de supervivencia, comienzan de inmediato a buscar otras fuentes de abastecimiento de queso. No se detuvieron a filosofar, discutir, hacer reuniones de planificación. Se limitaron a reaccionar y proceder.
Los otros componentes de la fábula, Hem y Haw, entraron en desesperación, se estresaron, deprimieron y quedaron sentados frente a donde estuvo, en algún momento, la gran pila de sabroso y oloroso queso.
Fueron pasando los días y volvían a buscar el queso al mismo lugar, esperando encontrarse nuevamente con su preciado alimento. Pero, solo encontraban un amplio lugar vacío.
Hem insiste en creer que el queso volverá algún día a la “estación C”, y que es cuestión de tener paciencia.
Confrontad con la posibilidad de una fuente alterna de queso, Hem imagina de antemano que ese nuevo queso no será de su agrado.
Haw, por el contrario, decide seguir el ejemplo de los ratoncitos y se pone a buscar queso por su cuenta y riesgo. Su búsqueda resulta exitosa y encuentra gran cantidad de excelente queso.
El autor cuenta que en su búsqueda el duendecillo Haw aprende varias lecciones que anota en la pared del laberinto:
– El cambio ocurre. Anticípalo.
– No te aferres a viejas ilusiones.
– Que no te detenga el miedo a lo nuevo.
– Está atento a los pequeños cambios. Los pequeños cambios inician grandes cambios.
– Prepárate para adaptarte rápidamente.
– Disfruta del cambio.
– Prepárate para cambiar otra vez, siempre hay queso nuevo.
Autor: Jorge E. Pereira – http://www.mercadeo.com
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