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Al hilo de una réplica de mi entrada anterior y una entrada ajena; me he puesto a reflexionar sobre el comportamiento de algunos empresarios, que sobreponen su tranquilidad emocional a los intereses reales de la empresa y por extensión, a medio y largo plazo, sus propios intereses.
Este tipo de empresarios suelen tener una capacidad sorprendente para el auto-engaño y para reducir la casuística empresarial a niveles ridículos para la toma de decisiones, pero, por otra parte, muy tranquilizadores para su ego.

Normalmente un empresario debe estar constantemente preocupado por una sana reducción de costes vía optimización de procesos, mejoras organizativas y aumento de la eficacia. Sin embargo en la mayoría de las ocasiones “no se acuerdan de Santa Bárbara hasta que truena”. Suelen obviar estas preocupaciones hasta que se reduce el nivel de ventas. En ese momento recurren a interminables y estúpidas ego-reuniones para reducir costes.

Las considero estúpidas por dos razones. La primera es que suelen ser inútiles, porque casi siempre son para cosas tan importantes como para reducir el consumo de cartuchos de impresión. Y segundo, y sobre todo, porque para una reducción efectiva de costes tiene que haber una aportación e implicación directa del personal implicado. En este caso una reunión casi-inculpatoria que tiene lugar en un ambiente enrarecido por la reducción de los beneficios de la empresa, no es la mejor forma de reducir costes y, sobre todo, para ganarse al personal para que “apueste” por la organización en una época de vacas flacas.

Aún puede ser peor, si se viene de un ritmo de “inversiones” dilapilatorias por parte del empresario y se haya gastado en un viaje de auto-ego sin sentido, mucho más de lo que sería posible ahorrar en impresiones durante 30 años de vida de la empresa (aunque seguramente para dentro de tanto tiempo no existan las impresoras ni la empresa). Ese doble rasero en la contención de gastos también puede desmoralizar y hacer inviables las medidas para su reducción.

Pienso que en estas situaciones de reducción de ventas, es mas interesante que el empresario se vuelque en la obtención de pedidos y nuevos clientes. Eso será percibido por el personal como un importante esfuerzo en bien de la organización y, casi seguro, que corresponden con un esfuerzo paralelo, que se puede traducir en un aumento de productividad y en reducciones de costes. Sin embargo el empresario prefiere dedicarse a quemar a sus empleados en ego-reuniones con personal servil a tratar con clientes hostiles. Su ego seguramente se verá recompensado; su empresa y su futuro difícilmente.

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Aunque optar por este tipo de actuaciones también le facilita el auto-engaño en caso de quiebra. Desde aquí solo hay un paso para culpabilizar de la misma a sus trabajadores: “Los trabajadores no se han implicado con la empresa y sus problemas”, “Si yo hubiese contado con profesionales válidos”,… De esta forma se puede seguir ocultando a si mismo sus pésimas facultades para la dirección.

Tomado de http://libertacom.blogspot.com/2005/12/el-empresario-avestruz.html

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