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Hay una gran diferencia entre ocupar una posición de liderazgo y ser líder, aunque debemos reconocer que existen innumerables razonas por las que alguien que no está preparado ocupe esa posición. Situaciones puntuales y éxitos momentáneos, pueden catapultar gente hacia posiciones de autoridad y luego permanecen allí sin desarrollar el carácter de líder.

Es común escuchar que las crisis manifiestan la calidad del líder. En estos momentos difíciles, las mejores cualidades del líder se ponen a prueba y también se pueden observar fácilmente sus rasgos más característicos.

Es irresponsable esperar una crisis par evaluar el perfil de liderazgo

Antes de cumplir los 30 años, estuve a cargo de una importante planta industrial perteneciente a una empresa líder en la fabricación de motocicletas. Esta compañía había sido fundada bajo la dirección de un visionario hombre de negocios. Mi incorporación a la compañía fue poco después del fallecimiento de este hombre. La empresa nunca pudo sobreponerse a la pérdida de su fundador. El grupo de directivos que quedo a cargo no funcionaba como equipo. Se trataba de un conjunto de satélites que giraban alrededor del gran vacío que había dejado el fundador. La lucha por el poder era parte de la cultura y en el afán de demostrar quien era el mejor candidato a sucesor, se apelada a menoscabar y hasta boicotear el trabajo. La falta de visión de este gran hombre quedó demostrada por sus herederos. Cada uno de ellos trabajó para su propio sueño.

Donde hay más de una visión hay división

En cierta ocasión uno de los directivos de mayor influencia, me expuso que una crisis futura se encargaría de demostrar lo equivocados que estaban sus rivales. Su expectativa, era que en cuanto surgieran problemas graves, se produciría una depuración en las posiciones de poder y entonces la empresa consolidaría una visión única, para volver al éxito del pasado. Luego me recomendó paciencia, porque dadas mis condiciones, me auguraba un futuro prometedor. La única condición era ser capaz de esperar diez años. Inmediatamente comencé mi búsqueda de nuevo empleo y me fui saludando a cada uno deseándoles el mayor de los éxitos. Lamentablemente esa compañía no duró ni la mitad de los años que supuestamente debía esperar si me quedaba.

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Donde no hay una visión integradora, no hay equipo y entonces tampoco hay futuro

La evaluación de las condiciones del líder puede convertirse en algo penoso, si solo intentamos conocer su calibre a través del análisis de algunas decisiones tomadas. Muchas veces las decisiones que se toman en un contexto pueden parecer erróneas si se las analiza desde otro diferente. Existe sin embargo una forma práctica y muy eficaz para determinar la calidad del liderazgo. Nada evidencia tanto la calidad del líder como la conformación de su equipo de colaboradores. La gente destacada no integra equipos donde el liderazgo es mediocre. La razón fundamental de esto es:

Los líderes mediocres son «el límite» de la excelencia de su equipo

En otra oportunidad, participé en una organización sin fines de lucro que tenía un «líder» muy especial. Toda decisión agradable y generosa la tomaba solo, pero aquellas decisiones negativas y controversiales las traía a comisión anunciándolo a los interesados. Luego dejaba bien marcada cual era su posición para que los participantes la apoyen. Esta manipulación lograba que se salga con la suya elegantemente. Por último comunicaba a los esperanzados la mala noticia, que la comisión había reprobado su pedido. De esta forma cuidaba su imagen, haciendo aparecer a la comisión como un conjunto de villanos insensibles. Este juego maquiavélico le daba resultados y aun sigue al frente de la organización. Casi escapo por la ventana en el apuro por salirme de semejante grupo.

Quiero enumerar algunos rasgos de carácter, enemigos de la excelencia, que permiten observar el perfil de liderazgo y prever que puede suceder cuando estas tendencias no se corrigen antes de una crisis. Estos rasgos son más sutiles que los que habitualmente se analizan y con frecuencia son tolerados como pequeñas concesiones propias del que asume «la soledad del poder». S está solo es porque no le interesa formar un equipo.

Aquel que asume la soledad del poder es porque nunca fue un líder

1. El egoísta: Las personas egoístas son incapaces de conformar un equipo. Solo pueden conseguir conjuntos de obsecuentes que se mantienen en su posición alimentando su ego. En su afán por quedar bien con «el líder», corroboran toda decisión intimidados por su personalidad egoísta. De esta forma constituye un grupo de «corroboradores» en vez de un equipo de colaboradores. En las crisis los egoístas quedan absolutamente solos porque nadie le quitará el privilegio de devorar todo su fracaso.

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2. El desconfiado: Si el líder desconfía de su gente, su grupo engendrará desconfianza y sospecharan el uno del otro. Estro trae como consecuencia, que no compartan sus ideas por el temor de revelar información comprometedora. En las crisis todos se sienten traicionados y se culpan mutuamente sin encarar una solución integradora. El principio de la desintegración es la desconfianza.

3. El soberbio: La falta de humildad en el liderazgo estanca la creatividad de un grupo. Nadie quiere aportar sus ideas cuando el «líder» es incapaz de recibirlas con interés. El soberbio cree que todo lo hace perfecto y desprecia los aportes de quienes están debajo de su nivel de autoridad. Esto trae aparejado una enorme falta de entusiasmo. En las crisis se descubre que muchos habían advertido de antemano lo que estaba por ocurrir y para evitar el mal momento de comentárselo al soberbio dejaron que este lo descubra demasiado tarde.

4. El omnipotente: Al que pretende que nunca necesita ayuda, nadie lo ayudará para no ofenderlo. El grupo proyectará que nunca ocurra nada que el «líder» omnipotente no pueda solucionar por si mismo. La gente tendrá la tendencia de acercarle una mayor cantidad de problemas que los que debe atender y cuando sobrevenga una crisis estará sobrecargado de tareas, con riesgos de ser aplastado.

5. El Sabelotodo: El sabelotodo tiene la tendencia a opinar de todas las cosas. A veces sufre de incontinencia verbal. Cuando es descubierto en un exceso, hablando con suficiencia de lo que ignora, pierde la credibilidad de su grupo y adquiere la categoría de charlatán. Es alarmante la cantidad de «líderes» capaces y bien intencionados, que caen en la trampa del descrédito, por no seleccionar adecuadamente los temas donde vierten sus comentarios y opiniones. Un charlatán es la última persona a la que se acude en una crisis. De todas maneras, el sabelotodo ya lo sabe.

6. El que compite contra su equipo: El «líder» que compite contra su equipo, lo hace en una desigualdad de fuerzas que implica deslealtad. La gente suele dejar ganar a su «líder» para que se sienta bien y no los moleste pidiendo permanentes revanchas. El problema es que mientras el líder se entretiene y conforma ganándole a su equipo, sus verdaderos competidores le pasan por encima. En las crisis el equipo no sabe si debe alentar al líder o al problema.

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7. El humillante: Un grupo de personas resentidas tendrá una tendencia a quebrarse antes de enfrentar el desafío de una crisis. La humildad es una virtud que cada uno debe desarrollar por su propia decisión. El «líder» que cree que está a la cabeza para humillar a su grupo faltándoles el respeto, cosechará más resentimientos que humildad. Un líder sabio desarrollará la humildad de su equipo por imitación y no por humillación reiterada.

Daniel Tigani
daniel.tigani@hacer.com.ar
www.hacer.com.ar

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Comentarios (2)

  1. Alberto dice:

    La verdad más claro no se puede seguramente quedó mucho más por decir pero me encantó. Tuve líderes así y conocí gente de esa actitudes fue una radiografía jjj

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