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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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Ya advertí al principio de mis reflexiones sobre la E. Familiar que la marea sobre el tema iba en aumento. Hoy debo reconocer, un año después, que la marea se convirtió en “tsunami”. A las publicaciones innumerables sobre el buen gobierno de las Sociedades Familiares, se han unido los insistentes cursos, cursillos, coloquios, seminarios y cátedras; los cuales, a su vez, han provocado el efecto mediático que llevan ya de por sí las inauguraciones y clausuras con presencia de políticos , rectores de universidades o personajes relevantes.

En resumen: hablar sobre la Empresa Familiar, teorizar sobre ella, ocupar páginas importantes en los periódicos, involucrar a los Gobiernos Autonomicos, hacen preguntarse a uno si no vamos camino del exceso; si no mareamos cada vez más a los sufridos supervivientes de la Empresa Familiar y si los resultados prácticos están en consonancia con el sonido, cada vez mas ruidoso, que, a mi juicio, puede llegar a ensordecer a los destinatarios del mensaje.
Mas claro: si las Empresas familiares llevan en su misma naturaleza crisis internas
que hacen peligrar su continuidad, tratemos de ayudar a sus protagonistas y para ello, a mi juicio, sobran músicas.

Es sabido que el verdadero empresario, sin título de acompañamiento ni referencia alguna a la variante del tipo de empresa que gestione, se distingue del visionario con cerebro a pájaros, por tener bien anclados los pies en la tierra. Su pragmatismo, su sentido de lo posible, su saber negociar; su elección del camino adecuado, y sobre todo, su sapiencia a la hora de elegir los compañeros de aventura son las cualidades que le configuran como hombre diferente a los no -empresarios.

Si algo añade al ser empresario el apellido “familiar” es que debe, además, saber pilotar su negocio por los procelosos mares de la familia ; y ese quehacer y esa sabiduría debe ser siempre tan diferente y tan cambiante como distintos son los miembros del clan. ¡ ojalá se pudiese aprender desde un pupitre este difícil arte !
Me parece loable, e incluso muy de estimar, que los estudiosos, los analistas, la pléyade de empresas asesoras especializadas y hasta las cátedras más insignes se ocupen de los mil vericuetos por donde se tropiezan quienes se esfuerzan por sacar a flote la continuidad de las empresas que nacieron por la voluntad del fundador o por el ayuntamiento de varios familiares fieles a una idea embrionaria. También es muy de agradecer que se hayan conseguido cotas tan difíles como la exención de impuestos o la fórmula ” light “ del aireado “Convenio Familiar”, con su parejo Consejo; y tambien que haya hecho posible generar innumerables sistemas, formulas y teorías sobre la buena gestión de estas compliadas empresas. Todo eso está muy bien y, puesto que los implicados en los problemas agradecen remunerando con gusto cualquier ayuda esclarecedora que se les preste, sean bienvenidos. Pero ¿resuelven los problemas de desentendimiento entre los miembros de la familia?…

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LA FAMILIA, LA EMPRESA Y LA REALIDAD
Comencemos diferenciando a nuestro empresario “familiar” de aquel genérico del que hablamos mas arriba. El empresario, con intervención de parientes en su empresa, no puede elegir al compañero de aventura. Lo es por derecho de apellido, por herencia o por presencia comprometida en el nacimiento del negocio. Y, los que tenemos experiencias propias, conocemos bien lo que supone de anclaje esta circunstancia.
Mal se puede conducir cualquier empresa sin una gestión adecuada de los recursos humanos; y éstos no pueden estar obligados por lazos de sangre. La sangre no es garantía de eficacia en el delicado oficio de repartir responsabilidades por mucho que se amen las personas, se besen o lloren juntos.
Me llama la atención que en el loable afán por ofrecer recetas y soluciones , se simplifique agrupando los planteamientos de los conflictos familiares como si de un temario homogéneo se tratase. Por otro lado, también comprendo que la labor de los pedagogos y los estudiosos pasa por una necesidad de sistematización a la hora de crear sus propias doctrinas. necesariamente especulativas. Estas teorías que provienen de la realidad observada desde fuera y pasada por el tamiz de la síntesis definitoria no son, ó al menos no deben pretender ser, más que una ayuda que sirva de referencia a quien se encuentra sumido en el problema.
Quien esto escribe ha asistido, en diferentes ocasiones, a toda serie de actos y cursos relacionados con la problemática familiar e invariablemente he sentido para mis adentros ( y en ocasiones lo he manifestado sin reservas) que la teoría está muy lejos de la realidad que origina los problemas íntimos de la familia; que la realidad de la familia, en trance de desavenencias, es bien distinta y tan diferente y variopinta como diversos y múltiples son los sentimientos, los caracteres y los intereses de los humanos que la integran.
Me siento obligado a remitirme a mis escritos sobre la Cultura Familiar y la Cultura Empresarial vertidos en este mismo Blog. En ellos pretendí, y no sé si con acierto, dejar bien claro que el choque de ambas culturas conlleva consecuencias que a la larga, ó a la corta, erosionarán e incluso llegarán a poner en riesgo la supervivencia de la empresa.
Las personas que componen la sociedad familiar son seres humanos, y, como tales, tienen identidades muy diferentes y albergan sentimientos, necesidades, puntos de vista, y ópticas sobre la misma vida, muy distintas . Si a eso añadimos las pasiones propias del ser humano el panorama familiar a la hora de definir intereses estará mas que nublado.

LAS PASIONES EN LA EMPRESA FAMILIAR
No soy ningún lingüista pero, como aficionado lector, me gusta consultar el Diccionario donde encuentro las precisiones necesarias para no confundir a quien me leyese.
La Real Real Academia Española define la pasión en su 5ª acepción como “perturbación ó afecto desordenado del ánimo”; y si acudo, para más información, al prestigioso Diccionario de Maria Moliner me encuentro que también en su 5ª acepción define a la pasión como “sentimiento, estado de ánimo o inclinación muy violentos, que perturban el ánimo; como el amor vehemente, el odio, la ira, los celos o un vicio.” Y que el apasionamiento conlleva” falta de ecuanimidad, arbitrariedad o parcialidad”.
De todo ello hay en el ser humano y, ¡cómo no!, en los miembros de cualquier familia.
Las pasiones en la familia se erizan, se recrudecen, incluso se agravan, a la hora de la sucesión como primer brote del desentendimiento familiar y, antes ó después, las filias y las fobias aparecen y acampan a sus anchas cuando se trata de encomendar la sagrada gestión de la empresa.
No se puede obviar que en la Empresa Familiar existen intereses privados, afectos y desafectos, que albergan la pasión con sus graves resultados de “odio, ira, celos, y la arbitrariedad “ tal y como indica nuestro Diccionario; no se puede ignorar que están presentes o, cuando menos, larvados y dispuestos a aflorar en cualquier instante, mal que nos pese. Y con estas amenazas no se puede garantizar la libertad de gestión que se podría esperar aun en el excepcional caso del acuerdo del clan a la hora de elegir al que se alce con la responsabilidad en la dirección de la empresa.

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No es posible hablar de una supervivencia de la empresa familiar si no existe la empatía entre los miembros, y esto es tarea casi imposible; existe o no existe, sin que sea posible conseguirla por meros actos voluntariosos.
Y si esto es así; si las pasiones reflotan ¿ es solución a la guerra larvada y dañina algo que pueden resolver los asesores, gurús académicos, o cursos, cursillos y demás saraos?.
Alguien me dijo, con acierto, que lo que necesita la Empresa Familiar es una terapia psicológica o psiquiátrica antes que unos remedios aprendidos. No me atrevería a quitarle la razón a mi olvidado comunicante.

LAS FAMILIARES EJEMPLARES
En el escaparate de las múltiples ofertas se añaden hoy las conferencias y los coloquios impartidos por los responsables o protagonistas de empresas de ilustres apellidos que superaron la transición de varias generaciones: se exhiben como grandes ejemplos, y a muchos acogota pensar en su torpeza de no sacar empresas, de menos alcance ,del enrocamiento en que se encuentran sumidas. A estos, que sufren la incomprension, yo recomendaría que analizasen con serenidad la trayectoria de los grandes hitos ( vivos) de la Empresa familiar ; probablemente encontrarán que, con escasísimas excepciones, sólo queda el apellido ilustre que hizo la marca. La gestión, ahora, está en manos de profesionales y los miembros de la familia han pasado a puestos relevantes del Consejo de Administración que vigila, marca las directrices, e intervienen en las grandes decisiones siempre respetando la profesionalidad de sus mandos.. En resumen: supieron erradicar las pasiones y, ahora, libres de ellas, juzgan resultados como test imprescindible para evaluar a los profesionales y gozar de la libertad y la frialdad precisas para no parase en reticencias a la hora de cambiar a quien no dirige con acierto.
Y yo me pregunto ¿qué queda de la empresa que fundó el abuelo? y a mí mismo me respondo que probablemente reste el espíritu, que no es poca gala ya que en él está la verdadera esencia de la empresa.

EL CONVENIO FAMILIAR
Vaya por delante que, con mis hijos, tengo firmado el Convenio de mi familia.
Asesorados por un importante especialista, llegamos a conclusiones que reflejan mi voluntad de fundador y el asentimiento de mis herederos para evitar problemas de futuro que pongan en peligro la paz familiar con la que todos pretendemos arropar la continuidad de nuestra pequeña empresa.
En mi intimidad, y a solas, pongo en duda que su eficacia sirva para mis nietos y sus hijos.
Estoy convencido que un Convenio familiar salva las normas que el fundador y sus hijos se han dado en circunstancias y en un tiempo concreto; mi Convenio expresa las buenas intenciones pero no garantiza la obligatoriedad de las mismas para quienes algún día lo cambien con el nada despreciable argumento de que “ los tiempos cambiaron y aquello fueron cosas del abuelo”.

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