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De cada uno según su capacidad y a cada uno según sus necesidades. Para aquellos poco amantes de la Historia, la Filosofía o la Política, está es una de las frases fuerza, de los lemas, del marxismo. La verdad es que, esta total disociación entre la aportación de cada uno y lo que recibe a cambio me resulta suficientemente ilustrativo de las razones que abocaron al fracaso del sistema. Y sin embargo, algo de ello subyace en muchas de las empresas que conozco, una suerte de loa al igualitarismo que no logro asimilar.
Supongamos que en una empresa trabajan A y B, en el mismo puesto, en idénticas funciones. A es un fenómeno, y sin que le cueste mucho saca el 130 de su trabajo, de sus objetivos, de su cometido, en un voleo. Y siempre así, de un modo consistente. Y al sobrarle tiempo, al estar ocioso, pues se dedica a leer, a relajarse, a ajustarse determinadas partes de su anatomía. Por contara el pobre mete horas y horas, más allá de lo razonable, y siempre se queda a un 90% de su cometido. No llega. ¿Qué es lo que suele ocurrir en el management igualitarista español?
Que muchos jefes llegan a una fácil conclusión. A ese que siempre saca los objetivos le incremento los objetivos exponencialmente, a ver si lo llevo al limite. Al otro pobre, que bastante hace lo que hace, le bajo los objetivos para amoldárselos a su nivel. Y adicionalmente, al primero lo presiono, le aprieto, para que de lo mejor de si. Y al segundo procuro no agobiarlo, que ya se esfuerza mucho y se sacrifica por la empresa.
La experiencia que he vivido suele conducir a que, misteriosamente A sigue sacando los resultados, B sigue sin llegar o muy justito, y el jefe, que es un fenómeno, repite una y otra vez el ciclo, incrementado la presión sobre uno y convirtiendo el trabajo en un SPA para otro. Todo ello hasta que A se las pira a la competencia y la empresa se queda con B. O mejor dicho, con los Bs, en un efecto Mar Muerto que es toda una premonición.
Creo que conviene recordar siempre que tratamos con profesionales. La empresa no es un colegio, ni una familia, ni un centro de entrenamiento. Y por tanto, aquí lo de sacar lo mejor de cada uno, lo de forzar a las personas que se desarrollen al máximo, adecuarse a las velocidades de cada miembro del equipo en la banda alta de las mismas, todo eso, en mi incorrectamente política opinión, carece de sentido.¿Cuales son mis conclusiones de estas experiencias vitales?
Ya podéis empezar a tirarme las piedras.
Más información | angelmaría.com
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Me parece muy acertada tu exposición. Es muy molesto y pesaroso para el Jefe o la Jefa exigir un rendimiento óptimo a ese trabajador que no da la talla (y no me estoy refiriendo al que lo intenta y no puede llegar a metas más elevadas, sino al que se tira al palo). Por contra, es más fácil sobrecargar a quien con su esfuerzo y trabajo, sí que saca adelante la tarea, ya que el susodicho Jefe/Jefa sabe que la exigencia profesional de este trabajador/a se lo va a posibilitar.
No obstante me parece este tipo de conductas una torpeza soberana por parte del Jefe/a, ya que, como tú bien dices, ese trabajador/a, al ser de valía, no va a tardar mucho en surgirle otras propuestas de trabajo en otras Empresas con más amplitud de miras.