En la actual coyuntura y gravedad de la situación que atraviesan las empresas en general y las familiares en particular, ya sean grandes o pequeñas, me gustaría reiterar la plena vigencia y necesidad de abordar la figura del empresario/a familiar, su liderazgo y sucesión.

El empresario es una persona que sueña con independizarse. Ese sueño lo convierte en realidad cuando va al banco y pide el préstamo para poner en marcha su proyecto empresarial. Firma todos los papeles que le ponen delante, garantiza con todos sus bienes y, a partir de ahí, se casa con su empresa de por vida hasta que la muerte económica los separe, matrimonio que hace posible el sueño de muchos trabajadores de poder mantener a sus familias.

Nadie se ha atrevido a pedir que se apruebe el divorcio para el empresario/a, porque si lo hiciera atentaría contra la única institución capaz de crear riqueza y empleo. Pero ser empresario no es fácil. Un 70% de las empresas mueren antes de los 5 años de vida; a la segunda generación sólo llegan el 30% y, a la tercera, únicamente el 12%.

Una condición necesaria para alcanzar el éxito -aunque no siempre suficiente- es que el empresario/a ponga todo su tiempo y dinero, a contribución de la empresa, además de su tesón y entusiasmo por el objetivo que persigue.

En el caso de la empresa familiar la sucesión es una cuestión básica. Por eso es fundamental que los hijos del fundador que ha creado una compañía de éxito aprendan, desde el principio, que la disciplina, el esfuerzo y el trabajo bien hecho son imprescindibles, y que sólo con la voluntad personal y la persistencia se pueden obtener buenos resultados.

Como saben los empresarios de éxito ¡querer es poder! El propio trabajo se convierte en vocación por lo que se está haciendo, y así nace el entusiasmo necesario para liderar generando entusiasmo interior y contagiando a los demás en lo que uno cree.

La Asociación Murciana de la Empresa Familiar (Amefmur) está volcada con todo su esfuerzo a que las empresas familiares no desaparezcan al pasar a la siguientes generaciones. Pretendemos, con todo nuestro empeño, neutralizar todos aquellos problemas que se generan, esencialmente a través de la formación y profesionalización de sus cuadros directivos, así como con la difusión de la renovación necesaria para evitar los conflictos presentes y futuros.

Dirigir requiere ejercer la virtud de la prudencia. Con la practica se adquiere la experiencia necesaria para dirigir bien. El sucesor, necesita de una buena teoría pero llevada a la practica, para así, tener el enfermo en la mesa de operaciones y poder adquirir experiencia.

Por eso, apelamos a la responsabilidad familiar y social del fundador para que se produzca el cambio mental necesario, que permita iniciar el proceso de sucesión a tiempo, de forma que se salvaguarde aquello que él creo, patrimonio de la familia y puestos de trabajo.

El empresario/a familiar debe saber que su situación no es única y que existe una asociación, con conocimiento suficiente para mejorar su caso personal concreto, si existe voluntad firme para ello.

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