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Todos sabemos que el gestor o el dueño de una empresa nunca va a ganar un concurso de popularidad, y es más que probable que se pierda más de una fiesta o una comida organizada por sus empleados. Sin embargo sí que puede llegar a ser respetado, y apreciado de forma sincera.
Conseguir ser respetado y apreciado, aunque muchos pueden pensar que es opcional, y que deben primar otro tipo de factores en las relaciones laborales, puede ser en cambio una de las claves del éxito o fracaso de una pequeña empresa.
Mientras que en una multinacional o en una gran empresa, el trabajador tiene la idea de que está trabajando para una empresa, para una marca, o para un concepto más o menos abstracto, en la pyme, el empleado tiene muy claro para quién esta trabajando, quién es el que toma las decisiones importantes y a quién ha de rendir cuentas. En este sentido, tal y como comentan en la revista «Entrepeneur», «una persona que confía y que respeta a la persona para la que trabaja, tiene un interés muy superior en que la empresa funcione, a otra que secretamente odia al dueño de la pyme en la que pasa 8 horas al día».
Aunque mantener una buena relación con nuestros trabajadores suena fenomenal, y seguramente es algo a lo que todo el mundo aspira, generalmente no es tan sencillo.Y si nos referimos a una época como la actual, en la que la crisis económica amenaza con hundir nuestra empresa, día sí y día también, la cosa se complica bastante. Sobre todo porque ahora, nuestra máxima prioridad es vigilar nuestra cuenta de resultados, que la administración pública pague lo que nos debe, o poder acceder a la financiación.
Sin embargo hay que tener muy en cuenta que la crisis tarde o temprano acabará. Si sobrevivimos, las cosas volverán a marchar más o menos como lo solían hacer… y sin embargo hay algo que no podremos recuperar. Si hemos perdido la confianza y el respeto de las personas que trabajan para nosotros, por muy bien que vuelvan a ir las cosas, ya no la volveremos a recuperar. Esto a medio plazo, enrarecerá el clima laboral y probablemente tendrá un coste elevado para la empresa. Así, que si nos ponemos manos a la obray decidimos construir o reconstruir nuestra relación con el capital humano de nuestra empresa debemos tener en cuenta que…
Evita la «ley del embudo»
Las normas de nuestra empresa han de aplicarse para todos de igual forma, sin excepciones. Y cuando hablamos de excepciones, nos referimos precisamente a nosotros. Por ejemplo si determinamos que el turno de comida es de una hora, nosotros hemos de ser los primeros en comer en una hora o incluso menos. Evidentemente no se trata de instaurar un «régimen nazi» pero como norma general no deberíamos tomarnos más libertades de las que otorgamos a nuestros empleados.
Autor: Rodolfo de Juana
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