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Las organizaciones de negocios acuden al uso del término Misión con la idea de establecer un norte específico hacia el cual se dirijan todos los esfuerzos organizacionales. En realidad no existe otra forma de interpretar el hecho.
El concepto de Misión, por otra parte, se extrae de su ámbito típicamente táctico (mayormente utilizado en los emprendimientos militares) y se coloca en una dimensión mas elevada. Hoy por hoy, cuando una organización de negocios se refiere a su Misión, debe entenderse que se está remitiendo al Objetivo Mayor, al Propósito Fundamental de sus operaciones.
Siempre resulta algo muy interesante y constructivo preguntarse ¿Por Qué?, es decir, ¿qué motiva al mundo de los negocios para recurrir al uso de un término como éste y qué justificativo existe para darle una dimensión mayor a la que por origen tenía?.
Las ciencias de gobierno (la Administración entre ellas, por supuesto), se han acomodado con mucha facilidad a la lógica aquella de preguntarse ¿Por Qué No? antes de ¿Por Qué?. La Administración ha llegado a extremos verdaderamente peligrosos en su sincretismo bajo premisas de este tipo.
Si el lector medita un momento se dará cuenta que el concepto de Misión, tal como suele interpretarse hoy día, no reúne las condiciones para incorporarse entre las necesidades profundas del quehacer organizacional. Veamos esto: ¿Cuál es la interpretación de Misión que usualmente se proporciona?, ¿cuál es la primera que le llega a la mente?… Si usted está involucrado en la “dinámica contemporánea del pensamiento gerencial” , habrá recordado que Misión se entiende como respuesta al interrogante ¿en qué Negocio estamos?. Ése es el concepto de Misión que manejan, al menos, todos los planteamientos de Planificación Estratégica.
Por otra parte, cuando uno efectúa el análisis de las misiones formalmente establecidas por las organizaciones de negocios, encuentra unas “respuestas” o unas “explicaciones” a la pregunta ¿en qué Negocio estamos? que francamente concluyen por confundir más. Las declaraciones de Misión en muchas organizaciones son orientaciones poco prácticas, vagas y tediosas; mas parecen producto de la “obligación” por establecer algo que de la necesidad de hacerlo.
Las declaraciones de Misión se publican y se exponen en lugares destacados de la Organización, se presentan con todo protocolo y constituyen motivo de orgullo gerencial; un orgullo parecido al del padre que participa en el acto bautismal de su primer hijo.
Sin embargo, detrás del establecimiento de la Misión en la mayoría de las organizaciones de negocios, no existe nada mas que una formalidad. La Misión pocas veces representa un aporte práctico al quehacer organizacional y casi nunca un aporte para el perfil competitivo del Negocio. La Misión concluye por ser un “recordatorio de pared”, algo que uno debe conocer, o por lo menos algo que uno debe recordar.
En muchos otros casos detrás de ése afán de establecer formalmente la Misión de la Empresa existe un serio problema. Siempre me he preguntado cómo puede llegar a constituir una interrogante profunda el definir ¿en qué Negocio estamos?. Me da la impresión que el sólo hecho de plantear la pregunta demuestra una completa falta de ubicación. Si una organización ha llegado al punto de no saber en que Negocio se encuentra involucrado, entonces tiene un problema mucho mas grande que la sola carencia de una Misión. Si la Organización no sabe en que Negocio se encuentra, entonces no sabe nada de lo que está haciendo.
Y es que ésta lógica responde a un precepto simple: la Misión básica de una Organización es su propio Negocio.
El Negocio es una función, es una tarea; su definición etimológica hace referencia a “toda actividad que genera algún tipo de utilidad, interés o provecho para quien la practica”. El Negocio se perfecciona en las organizaciones a través de las funciones de Producción y de Ventas; son éstas dos funciones las que explican el Negocio en una Organización, pues nada representa tanta “utilidad, interés o provecho” como el acto de producir algo que luego se vende.
Las organizaciones pueden plantearse un sinnúmero de otros objetivos o propósitos, pero ninguno de ellos tiene la importancia de producir y vender. Sin el cumplimiento de estas dos funciones la Organización no existe, es incapaz de pervivir.
Por otra parte, toda Organización produce y vende algo, no existe una sola que no lo haga, y de esta manera se cumple con el precepto de afirmar que toda Organización está sustentada por un Negocio.
Si el concepto de Misión debe entenderse como el Propósito Final o el Fin Fundamental que persigue la Organización, entonces no existe forma de evitar que la Misión la constituya en realidad el propio Negocio, es decir el QUE producimos y el QUE vendemos.
Ahora bien, entiendo que no es asunto sencillo el definir qué se produce y sobre todo qué se vende, especialmente en mega-organizaciones que sostienen más de un Negocio, pero si éste es el hecho a definir más vale la pena llamarlo por su nombre y apellido. Y dado que se presume que nadie produce algo que no vaya a vender, la definición de la Misión tendrá que emerger como respuesta a la pregunta “¿Qué queremos Vender?”
Cuando una organización establece su Misión a través de respuestas a la pregunta ¿qué queremos vender?, está construyendo un entramado de consideraciones prácticas y útiles.
Ahora bien, cuando una Organización tiene muy claro aquello que quiere vender (porque en los hechos ya lo está haciendo), entonces la propia formulación de la Misión se hace innecesaria. Es en estas organizaciones en las que la Estrategia prevalece sobre el Plan. Son éstas las organizaciones que se encuentran en una etapa más elevada en su perfil competitivo. Mientras otras organizaciones están definiendo su Misión, estas organizaciones la están llevando a cabo.
Una Organización de elevado perfil competitivo nunca se pregunta ¿en qué Negocio estoy?, porque lo sabe. Está enfocada. Está tratando de maximizar el interés del Negocio propio en perjuicio del competidor. Para estas organizaciones el concepto de Misión es eminentemente táctico, es similar al que prevalece en la lógica militar: la misión es una tarea que debe cumplirse, aquí y ahora. En esta lógica no cabe misión alguna como las que adornan paredes en muchas organizaciones de negocios.
Y el STRATEGOS, como el hombre detrás de la Estrategia solo conoce una Misión: Vender, vender mas que el competidor, vender a costa del competidor. Esta es la esencia de la lógica competitiva. Así de simple, así de cruel, así de real.
Autor: Carlo Nava Condarco
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