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abandonarEstás en el abismo?. Mucho esfuerzo y pocos resultados. Es un signo de que estamos probablemente en el abismo. Todas -o casi todas- las empresas que valen la pena caen tarde o temprano en el abismo. Antes del abismo hay esfuerzo y también hay resultados.

En el abismo el esfuerzo parece no solamente inútil sino contraproducente. Después del abismo se vislumbra esperanzadamente que habrá resultados proporcionales a los esfuerzos por alcanzarlos. En muchos sentidos el abismo es positivo en cuanto pone a prueba nuestro coraje y perseverancia y, sobre todo, nuestra fe en el proyecto emprendido.

Pero: ¿y si en vez del abismo más bien estamos cavando nuestra propia tumba?, ¿qué pasará si en vez de un abismo nos encontramos en realidad en un callejón sin salida que nos llevará directamente al fracaso?. Por mucha fe, esperanza, esfuerzo, coraje y perseverancia que tengamos no llegaremos a ningún lugar deseado si estamos emprendiendo un proyecto o negocio equivocado. ¿Cómo saber entonces si nuestros esfuerzos no serán en vano?. Desafortunadamente, no hay una respuesta cierta y contundente.

Las empresas exitosas saben que existe siempre un riesgo, y muchas de ellas han salido del abismo apelando tanto a la intuición como a la razón. En cierto modo operan en base a la antigua frase usada hoy en instituciones tan respetables como la AAA (NdE Asociación de Alcohólicos Anónimos): “Señor, dame serenidad para tolerar lo que no puedo cambiar; fortaleza para cambiar lo que sí puedo cambiar, y sabiduría para distinguir entre los dos”, lo que en términos más modernos pudiera traducirse así: “Abandona lo incorrecto, apégate a lo correcto, y ten las agallas para hacer lo uno o lo otro”.

La experiencia nos muestra que la humanidad está más dispuesta a sufrir mientras los males sean soportables que a cambiar sus hábitos o costumbres. Y uno de los obstáculos más grandes para tener éxito en la vida es nuestra inhabilidad para abandonar un proyecto a tiempo. Por otro lado, lo contrario de abandonar es crear una vigorosa estrategia para disolver los problemas. Si no tengo suficiente tiempo ni dinero, ¿tengo el coraje suficiente para elegir un producto o un mercado diferente o más pequeño para conquistar?. Porque para prosperar en este nuevo siglo hay que hace algo excepcional, algo tan extraordinario que la gente no pueda dejar de hablar de ello, recomendarlo y elegirlo. Es mucho arriesgar en una empresa si no creemos poder estar entre lo mejor del mundo.

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El cliente actual espera que lo que compra sea seguro, accesible y valioso. Si no vamos a llegar a ser el número 1 (o muy cercano a él) más vale desistir ahora. No se trata de abandonar la estrategia de largo plazo, sino las tácticas que no funcionan. En vez de justificarse (“no estoy en un callejón sin salida” o “estoy haciendo lo mejor dadas las circunstancias”), hay que decidir qué proyectos posiblemente deban abandonarse (aunque no sea nada divertido ni fácil), ¿o preferimos quedar en el “promedio”?.

Ahora bien, abandonar no es fracasar (“se acabó el sueño”). El orgullo (arrogante) es el enemigo del abandono inteligente. Antes de desistir conviene hacerse tres preguntas:

1. ¿Estoy “apanicado” (NdE: entrando en pánico)? No conviene decidir en este momento, hay que hacerlo de preferencia por anticipado y siempre con mucha calma.

2. ¿A quién estoy tratando de influir? ¿A qué personas o mercado?

3. ¿Qué clase de progreso medible estoy haciendo? Sólo hay tres posibilidades: avanzando, decayendo o en reposo. Si mi negocio no genera recomendaciones “boca a boca”, no atrae nuevos clientes y no avanza, ¿por qué apegarse a él? Si vale la pena apegarse, ¿cómo usar mis talentos -personales y/o empresariales- para convertirme en lo mejor del mundo, para cambiar el juego?

De nuevo: una cosa es abandonar una táctica y otra un mercado. Si mi proyecto no hará una diferencia sustancial en el mercado, tal vez sea mejor abandonarlo. Inmediatamente. Es mejor enfocar las energías en un proyecto o negocio que sí valga la pena. Para ello es importante escribir con claridad bajo qué circunstancias se desistirá y cuándo, lo cual, obviamente, habrá que cumplir.

En resumen: triunfamos cuando hacemos algo notable. Fracasamos cuando nos rendimos demasiado pronto. Triunfamos cuando somos lo mejor del mundo en lo que hacemos. Fracasamos cuando nos distraemos en tareas que no tenemos los arrestos para abandonar. Así que el dilema es: desistir o ser excepcional. La medianía -o mediocridad- es para los perdedores. 

Este artículo fue escrito por Victor Obregon del grupo “Empresas Españolas de Comercio Exterior” en Xing.

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