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¿Para qué preguntamos? La primer respuesta que me surge es que preguntamos… para tener una respuesta. Y remarco el “una”, porque muchas veces nos quedamos con una sola respuesta y creemos que esa respuesta es la única, que esa respuesta satisface la pregunta. Y así, cerramos la pregunta y ya no hay más respuestas posibles.
¿Para qué preguntamos? También preguntamos para pedir información, por ejemplo en la pregunta “¿Qué hora es?”, estoy pidiendo información sobre la hora actual. Y volviendo a la idea anterior ¿no sería ridículo pretender, por ejemplo, que siempre fueran las 11 de la mañana, o que para todo el mundo fueran las 11 de la mañana? Sigamos preguntándonos…
¿Para qué preguntamos? Muchas veces preguntamos para confirmar lo que “ya sabemos”. En estos casos, y dependiendo de nuestra disposición, es posible que si la respuesta no coincide con nuestro “saber previo”, ni la tomamos en cuenta, la rechazamos, o la ignoramos.
¿Para qué preguntamos? Preguntamos, también, para escuchar… o para escucharnos. En palabras de Rafael Echeverría: “A través de la indagación hablamos para escuchar”. ¿Nos seguimos preguntando un poco más?
¿Para qué preguntamos? También podemos preguntar para explorar, para reflexionar, para profundizar, para ampliar nuestra visión, para inventar, para buscar, para aprender, para crear nuevas posibilidades, para relacionarnos, para conocernos, para comunicarnos, para aprender… Cada respuesta abre un mundo distintos de posibilidades.
Hablando de preguntar… me estaba preguntando estos días ¿cómo escuchamos cuando nos preguntan?
Muchos de nosotros tenemos la tendencia a escuchar las preguntas como una acusación. Cuando nos preguntan algo, repetimos un hábito adquirido en nuestra infancia/adolescencia, en la relación con nuestros maestros/profesores: las preguntas significaban que estábamos siendo evaluados, y no tener a mano una respuesta “correcta” significaba un reproche, una mala nota y a veces, la burla de nuestros compañeros. Si no teníamos esa “respuesta correcta” éramos acusados de no haber estudiado, de no saber, y hasta de ser tontos.
También en otros ámbitos, como el familiar, como consecuencia de alguna travesura o pelea con nuestros hermanos, primos o amigos, muchas veces escuchamos preguntas como: ¿Quién empezó? O ¿Quién fue el que hizo …? El tono acusatorio, en este caso, era evidente, y el reto o castigo no tardaban en venir.
Otras veces, cuando el “culpable” ya estaba identificado, la pregunta podía ser algo así como ¿Por qué hiciste eso? Aquí, la “respuesta correcta” era tener una buena explicación que justifique lo sucedido.
Estas experiencias quedaron grabadas en nuestra memoria, en nuestro cuerpo, en nuestra emoción. Y no son sólo de nuestra infancia, sino también, en nuestra vida como adultos escuchamos preguntas como ¿qué pasó que llegaste tarde? ¿De dónde venís a esta hora? ¿Por qué no está listo el informe que le pedí ayer?…
Si escuchamos la pregunta como acusación nos perdemos su posibilidad de exploración y reflexión. Y como es el que escucha quien da sentido a la pregunta, es importante crear relaciones de respeto y aceptación donde podamos… preguntarnos juntos.
Autor Pablo Buol
http://www.cocrear.com/publica/preguntando.htm
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me gusto mucho este escrito…. muy interesante.
el tiempo avanza y si lo aprovechamos tendremos buenos resultados en nuestra vida. Hay que aprender a vivir cada momento y segundo y exito lo tendremos presente