Un directivo que se olvida de su inteligencia emocional tomará decisiones erróneas. Eso es lo que sostiene Nick Tasler, de TalentSmart. Este Leer más..." />
Durante la pasada década, los psicólogos industriales de TalentSmart han entrevistado a 6.000 miembros de juntas directivas y empleados de todo tipo de industrias. En esas encuestas, los participantes tuvieron que calificar 22 habilidades directivas diferentes, como pensamiento estratégico, habilidad comunicativa o focalización en resultados. Los directivos que fueron considerados como buenos a la hora de tomar decisiones tuvieron muy buenas calificaciones en una destreza en concreto: inteligencia emocional.
La calificación en inteligencia emocional nos dices lo bien que los directivos comprenden y regulan sus propios sentimientos. Además, dice Tasler, son capaces de leer y responder igual de bien a las emociones de los demás. Cerca del 70% de los directivos buenos en inteligencia emocional también fueron muy bien valorados respecto a la toma de decisiones. De manera abrumadora son los directivos que comprenden cómo los demás influyen en su propio estado de ánimo los que son más capaces de tomar las mejores decisiones (y a tiempo), así como lo que se responsabilizan de la situación en los peores momentos.
Ineptitud
Por el contrario, los directivos con una inteligencia emocional deficiente puntuaban muy bajo en el apartado de toma de decisiones. Aquellos que no manejan los conflictos adecuadamente, que evitan responsabilizarse de sus actos o que no se dan cuenta de que tienen miedo o de que sienten rabia son unos auténticas ineptos cuando toca tomar decisiones.
En otro estudio, esta empresa midió la inteligencia emocional de miles de trabajadores a todos los niveles de la organización, descubriendo que ésta subía según la gente era promocionada a cargos intermedios. Lo curioso es que la inteligencia emocional declinaba según se iban subiendo peldaños de la organización, hasta llegar a la cumbre, que sería el presidente ejecutivo.
Parece, pues, dice Tasler, que aquellas personas peor preparadas para tomar decisiones son las encargadas de, precisamente, tomar las más trascendentales. Esto explicaría porqué alguna gran empresa ha terminado como lo ha hecho.
Tasler sostiene que la frialdad no es una buena aliada para tomar decisiones. Paradójicamente, se suele asumir que las decisiones se deben tomar fría y calculadoramente. Las emociones no tienen cabida en esto. Lo correcto es usar la lógica. Esta asunción nos está haciendo olvidar un asunto de mucho más calado: las emociones. Mientras los directivos sigan viendo sus decisiones sólo en términos lógicos, sólo buscarán soluciones en el lado izquierdo de sus cerebros.
Tiene cura
Esta “ceguera emocional” que impide la toma de decisiones correctas es curable, dice Tasler. No se cura de un día para otro, pero se puede aprender con un poco de esfuerzo.
En primer lugar, es muy importante comprender las emociones al mismo tiempo que éstas suceden. En el artículo, recomienda que tomemos notas de lo que estamos sintiendo según se va desarrollando cierta situación. De este modo, aprenderemos a aprovechar nuestras emociones en situaciones complicadas. Aunque ignoremos una emoción, ésta no va a desaparecer, se va a quedar ahí, latente. Un ejemplo: sólo después del colapso de Wall Street hemos empezado a oír a gente hablando de miedo y pánico.
Para Tasler es muy importante tomar el pulso contantemente de lo que estamos sintiendo para poder tomar perspectiva. Sólo de esta manera podremos reaccionar y dar un paso atrás en una situación si es necesario. Una vez que se localiza la emoción, hay que evaluarla objetivamente. “Trata de dibujar la situación presente en tu cabeza como sí le estuviera pasando a otra persona”, dice el artículo.
El tercer paso para esta “cura” sería “prepararnos para sentimientos de incertidumbre”. Por definición, cada elección que hacemos puede tener variables inciertas. La incertidumbre es incómoda y provoca ansiedad. Para evitar esta ansiedad, recomienda hablar con una tercera persona que no esté involucrada en la situación sobre nuestros pensamientos y sentimientos. Además, tendremos que aceptar que no podemos tener el control sobre los acontecimientos, pero lo que sí podemos controlar es nuestra reacción ante ellos.
Autor Raúl Morales
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