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Comunicar es poner en común. Uno comunica sentimientos, ideas, datos, etc. En general el término se refiere a cosas inmateriales, o mejor dicho “inasibles”. Cuando son bienes en tres dimensiones se utiliza mejor el termino “intercambio”.

Esto no quita que algunos especialistas generalicen y se refieran a “comunicación” para nombrar cualquier clase de interacción. Pero me parece complicar las cosas. Así que, si no hay objeciones, dejemos esta palabra para significar cualquier clase de intercambio de bienes no-materiales, preferentemente información. 

A veces lo que se cambia es inconsciente; damos sin querer. De esto trata el artículo que viene a continuación. Esperemos que “comunique” algo digno del tiempo que lleva leerlo.

Comunicación no verbal

La gente se comunica de muchas maneras… pero, realmente comunica todo lo que quiere y oculta lo que no quiere transmitir?

A primera vista parece que sí, que somos dueños de nuestros mensajes y que ellos expresan sólo lo que deseamos expresar. Todo el mundo (o “casi” todo) sabe callarse cuando le conviene, y expresar en una forma aproximada lo que desea. Sin embargo…

Los problemas de la comunicación son, para decirlo en pocas palabras, que decimos más de lo que creemos y menos de lo que pensamos. Por un lado es un lugar común encontrarse con la dificultad de redondear un pensamiento para ponerlo en forma clara a disposición del receptor. No sólo los periodistas o los escritores se encuentran a diario con este obstáculo; cualquiera siente las dificultades inherentes a darle forma a un pensamiento que está hecho de imágenes, emociones y sensaciones tridimensionales. En sustancia “explicarse” es siempre un milagro, no menos excepcional aunque sea cotidiano y “sin” esfuerzo aparente.

Pero, y ¡he aquí la paradoja! también decimos mucho más de lo que pensamos. De lo que pensamos decir. No sólo transmitimos significados con la ropa y otros objetos de uso personal; no sólo con el coche o cualquier otra posesión más o menos costosa; no sólo con nuestro “deje” o manera particular de pronunciar el idioma que hablamos; no sólo con la entonación y los silencios conque marcamos el ritmo de nuestra habla. También con los gestos, sobretodo con aquellos inadvertidos que nuestra cara (y en general nuestro cuerpo) manifiesta en microsegundos y que transmiten una impresión tan fugaz como penetrante.

Diversos estudiosos se han ocupado de esta parte del “iceberg” sumergida, de la comunicación no lingüística que constituye la parte principal de la comunicación diaria, cara a cara. Para el antropólogo social Edward T. Hall, el “60% de nuestras comunicaciones no son verbales” , lo que viene a significar que utilizamos los gestos en una proporción mucho mayor de lo que somos conscientes.

Nuestro cuerpo es muy expresivo, un experto en comunicaciones, Mario Pei, calcula que podemos producir alrededor “de 700.000 signos físicos diferentes”, lo cual si bien es una cifra impensable no parece excesiva si reparamos en que sólo la cara según otro estudioso, Birdwhistell, puede producir ella sola 250.000 expresiones distintas .

Se llevan catalogados, de esta inmensa masa expresiva, unos 5.000 gestos definidos y unas 1.000 posturas distintas  por lo que queda un ancho campo para la investigación científica. No es extraño, entonces, que resulte tan difícil establecer patrones de comunicación gestual ya que sus excepciones son mucho más que las reglas que hasta el momento se pueden enunciar.

De la misma manera que, según cuentan los criminólogos, que de todo contacto siempre queda una huella, se podría decir que no hay comunicación humana en que no se diga más de lo que se quiere decir. Por suerte (y a veces por desgracia) no nos percatamos de ello. Nos limitamos a recibir una impresión global que casi siempre es suficiente… para no entendernos mucho.

A pesar de lo dicho anteriormente resulta productivo conocer las investigaciones que se han hecho al respecto. Si bien es imposible, en el estado actual del conocimiento científico, establecer reglas válidas para la mayoría de los casos, eso no quita que se pueda alcanzar una cierta maestría en el reconocimiento de gestos y mejorar, simultáneamente, la eficacia de nuestra comunicación personal. Como sucede en la práctica con otras facultades humanas, el total de lo que se usa es infinitamente menor que su potencial. Tendemos a seguir rutinas y modas; sin contar que existe una fuerte presión social para estandarizar los gestos, a fin de hacer más sencilla la interacción. En suma, que si bien las alternativas que disponemos para transmitir, voluntaria o inconscientemente, un mensaje se cuenta por miles, en la vida cotidiana se reducen a unas cuantas decenas que se repiten y se combinan sin cesar.

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Así que no hay que desanimarse por las dificultades de entender el confuso mundo de las relaciones humanas. Como proponen Pierre Simón y Lucien Albert: “Es necesario que efectuemos un verdadero aprendizaje de las comunicaciones no verbales: a través de su complejidad, nos será posible captar las actitudes, emociones y mensajes que ellas pretenden transmitirnos. Nuestra receptividad a los indicadores no verbales modificará totalmente nuestra comprensión de los demás”.

Estoy persuadido que si, entre los policías que cuidaban al premier israelí asesinado, hace ya un poco más de un año, hubiese habido algún experto en comunicaciones humana no habría pasado desapercibido su asesino. Según cuenta la prensa estuvo bastante tiempo esperando la salida de Isaac Rabin. Seguro que habría algo en sus gestos que delataran el nerviosismo o la amenaza latente. Gestos imperceptibles para cualquier que lo mirara casualmente, pero llamativos para quien estuviese entrenado en “escuchar” lo que se dice sin hablar.

Como bien dicen los autores que he mencionado: “En los numerosos vacíos que existen en la complicada cadena del lenguaje, hay un elemento valiosísimo que el mismo lenguaje a menudo es incapaz de transmitir de una forma lo bastante significativa. Nos referimos al conjunto de sentimientos que, conscientemente o no, disimulamos o no podemos expresar, de todo aquello que es ininteligible para quien sólo es sensible a las comunicaciones verbales, de toda una combinación de gestos (los puños cerrados, el cuerpo que se destensa o se crispa…), de olores, de expresiones del rostro (un fruncimiento de labios, la ceja que se levanta, el guiño…), de silencios, de abandonos, de vacilaciones. Toda esta dialéctica muda -si somos sensibles, y por lo tanto estamos atentos a ella- puede tener un significado primordial.” 

En efecto, es bastante sabido que cualquiera dice cosas sin pretenderlo; pero aun no se reconoce en diversas actividades (que van desde la “seguridad” hasta la “educación”) la importancia de conocer en profundidad los códigos no verbales. Gracias a que “el cuerpo está dotado de una mímica emocional en la que predominan las reacciones involuntarias: encogerse de hombros (despecho), rascarse la cabeza (perplejidad)… Cada emoción tiene su mímica espontánea.” , es posible descubrir (e incluso aclarar para el propio sujeto) emociones y sentimientos, peligros y dificultades que no salen a la luz. En psicoterapia, sin ir más lejos, todo terapeuta conoce el valor de lo que no se dice; y el silencio nunca carece de significado. Pero tendemos a pensar que ello se aplica principalmente a los niños y a los seres impedidos o inmaduros; en cambio la realidad es muy diferente, cuánto más facilidad verbal se tiene, más mensajes codificados se emiten en los otros canales simultáneamente.

Más aún, suprimir temporariamente (como una experiencia) la comunicación verbal, lingüística, no debilita la interacción, la enriquece. Algo así comprobaron L.Albert y P.Simon que se dedicaban a organizar laboratorio de grupos en Canadá: “Contrariamente a lo que podría parecer evidente, si se suprime la palabra en un grupo [se refieren a un “laboratorio de grupo”], sus miembros realizan grandes avances en el mejoramiento de sus comunicaciones y relaciones Interpersonales (…) Los participantes deben adquirir una cierta “transparencia”, tienen que abandonar su falso rostro, su máscara y liberarse.” 

¿Cuáles son las condiciones para llegar a ser un experto y simultáneamente un buen comunicador? Mark Knapp analiza la cuestión y dice:

“En última instancia, el desarrollo de las habilidades no verbales dependerá de lo siguiente:

1) Motivación. Cuanto más se desee adquirir habilidades no verbales, mayores son las oportunidades que se tienen para hacerlo. A menudo esta motivación se desarrollará cuando el sujeto sienta que dichas habilidades le ayudarán a mejorar tanto profesionalmente como en la vida personal.

2) Actitud. Los individuos suelen participar en situaciones de aprendizaje con actitudes productivas o improductivas, como, por ejemplo, “puedo hacerlo” frente a “no puedo hacerlo”, “será divertido”, frente a “será aburrido”. Por motivados que estemos, las actitudes improductivas respecto de la situación de aprendizaje disminuirán inexorablemente el resultado del aprendizaje.

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3) Conocimiento. El desarrollo o refuerzo de cualquier capacidad depende en parte de la comprensión de la naturaleza de la capacidad en cuestión. Parece que inconscientemente obtenemos un gran volumen de conocimiento a partir de la observación de los demás a medida que crecemos. Parte de este conocimiento sólo lo adquirimos cuando oímos o leemos acerca de ello en una fuente distinta. Esta “conciencia naciente” puede ser un ingrediente importante en las adaptaciones futuras.

4) Experiencia. No se pueden aprender tales habilidades estando aislado. Con una guía adecuada y una útil retroalimentación, la práctica nos ayudará a desarrollar las capacidades no verbales. Cuanto mayor sea la variedad de las propias experiencias, mayores serán las oportunidades de aumentar el aprendizaje. Toda experiencia dada puede proporcionar información útil para el desarrollo futuro de la capacidad, aún cuando se carezca totalmente de ella en esa precisa situación particular.” 

Resumiendo, se necesita estar motivado (es obvio); tener una actitud favorable (es decir, creer que es posible mejorar); “cubrir” adecuadamente la bibliografía sobre el tema y, por último, pero no menos importante, tener un guía experimentado. Es curioso como un “experto” en comunicación puede hacer “confuso” lo sencillo. ¡Debe ser el resultado de años de enseñanza en la universidad!

Yo creo que los puntos 1 y 2 son una condición “necesaria” del aprendizaje, pero no “suficiente”. Que el punto 3 es inevitable, aunque ello no quiere decir que tendremos que convertirnos en “ratas de biblioteca”, y que el punto 4 es tan maravilloso como difícil de encontrar. Si lo halláis, y está disponible, y tiene, además, cualidades para la enseñanza… no lo penséis dos veces; las grandes oportunidades no esperan mucho.

Para la mayoría de los casos habrá que desarrollarse a partir de la lectura y la observación concienzuda personal. Se trata de orientar nuestra inteligencia, como una especie de radar, para prestar atención a “todo” lo que a simple vista son, simplemente, “adornos” de la comunicación. Para ello habrá que contar con conceptos y una orientación que ponga un poco de orden en el caos de nuestras percepciones.

Sin desmedro de posteriores lecturas para profundizar, aquí van algunos conceptos iniciales.

1. Observad a las mujeres, “Rosenthal analizó cuarenta y tres estudios independientes de adultos y niños y encontró que las mujeres llevaban ventaja en la capacidad para juzgar señales no verbales en treinta y tres de dichos trabajos.” , veréis que da más información una sucesión de breves miradas que una atención excesivamente focalizada.

2. La capacidad para detectar con eficacia la comunicación no- verbal es independiente de los conocimientos generales que proveen los estudios formales: “Los resultados obtenidos a partir de varios grupos de estudiantes que se sometieron al PONS  tienden a refutar la idea de que la inteligencia o la capacidad escolar es característica de los receptores no verbales de mayor eficacia.”  Con otras palabras, uno puede saber muy poco de materias académicas y desarrollar perfectamente las habilidades de comunicación interpersonal. Viceversa, se puede tener todo un doctorado y alcanzar cotas de ceguera comunicacional muy elevadas.

3. Tendrán más facilidad para desarrollar una percepción más fina de los matices de la interacción aquellos individuos que ya, instintivamente, son reservados con la manifestación de sus propias emociones: “Las personas que ejercen el autocontrol son muy sensibles y vigilan severamente su propia conducta, pero también son sensibles a las conductas ajenas, pues utilizan estas señales como líneas de orientación para el control de su autopresentación”. 

4. No puede pretenderse leer con razonable éxito una conducta perteneciente a una persona desconocida (por lo menos en las primeras etapas del entrenamiento). “La mayoría de los autores ha predicho que, en una relación íntima y prolongada con una persona especifica, la fiabilidad de las señales no verbales y la eficacia en su lectura aumentaran.”  por lo que se deduce que las mejores observaciones (en tanto pueden ser confirmadas y no quedan como meras “hipótesis”) se harán siempre con personas del entorno más cercano. Si se aplica la atención discriminadora se observará, con cierto asombro, que es mucho lo que desconocemos de personas muy allegadas.

5. Al igual que se recomienda en los estudios de grafología (reseguir con un bolígrafo que no escriba los trazos que se estudian), repetir (en el momento adecuado) algunos de los gestos observados permite “vivirlos-desde-dentro”. El gesto puede provocar emociones o sensaciones que darán cierta luz sobre su significado inconsciente. Hay que entender en este contexto la observación que hace Knapp: “Una investigación sugiere que la excitación fisiológica puede ser ventajosa para captar emociones en los rostros ajenos. En consecuencia, los receptores pasivos parecen ser menos eficaces que los que se ven activamente envueltos en la tarea.”

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6. Si se posee un vídeo resulta muy interesante pasar “noticieros” y “documentales”, como también películas en una marcha lenta, sin voz. Sobe todo la observación minuciosa de los buenos actores es un excelente campo de investigación. Podría pensarse que en el caso del arte (teatro o cine, por ejemplo) la realidad está exagerada, “pero si una persona acierta en la decodificación de las expresiones representadas, es probable que también acierte en la decodificación de las reales”, como bien dice Knapp


7. Otro excelente campo de observación para la comunicación-no- verbal son los niños. Excepto que hayan sufrido experiencias muy desagradables no tienden a ocultar sus emociones, por lo que pueden verse perfectamente reflejadas en el rostro y en el cuerpo en general: “Los niños que resultaron eficaces emisores eran abiertos, comunicativos, activos, sociables y algo autoritarios e impulsivos. Los emisores ineficaces mostraban tendencia a jugar solos, eran cerrados, pasivos, t midos, contenidos y se consideró que poseían más espíritu de cooperación”

8. El interés por desarrollar la capacidad de comprensión de los gestos y actitudes de los otros no puede ser acusado como un mero intento de “control” de la conducta ajena. Aunque en algún caso concreto puede tener esta particular dirección, en líneas generales es un esfuerzo positivo para desarrollar mejores vínculos con todos los que nos rodean.

“Ya en el año 1945, Knower informó acerca de datos experimentales que sugerían que los buenos emisores de expresiones faciales y emociones vocales eran, a su vez, receptores eficaces. A partir de entonces, otros estudios han aportado información con conclusiones análogas. Levy, por ejemplo, observó una fuerte relación entre la capacidad de una persona para emitir señales emocionales vocales, interpretar señales vocales de los demás, y para interpretar las señales vocales propias. Ambos investigadores formulan la hipótesis de una “capacidad general de comunicación”, lo que significaría que, a pesar de las diferentes capacidades implicadas en la emisión y la recepción, parece haber una capacidad general por encima de aquellas habilidades distintas. En otras palabras, los emisores eficaces suelen ser también receptores eficaces y a la inversa.”

No debería existir, en consecuencia, ningún resquemor o sensación de culpabilidad por profundizar en este aspecto de las relaciones humanas. Todo lo que nos permite comprender mejor a los demás, sirve no sólo para entender a los otros, también se refleja en una mejor comprensión y aceptación de uno mismo.

Carlos Salinas

Fuente: Comunidad de Pensamiento Imaginactivo

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