Las antiguas exigencias de fidelidad que impedían la crítica y la movilidad conviven mal con una generación de profesionales y empleados que valoran su libertad y un modelo de relaciones más flexibles y personalizadas.
Los recelos de los directivos de muchas empresas hacia las nuevas realidades sociales son un síntoma de una cultura empresarial que está siendo cuestionada nada menos que por el propio mercado laboral. Una resistencia conservadora y defensiva que se refugia en el poder, alimentada por el control jerárquico y vertical de la organización y que bloquea la libertad y la creación del capital humano dentro de la empresa. Algunos directivos temen perder el poder si pierden el control, ignorantes de que un nuevo poder descentralizado, abierto y compartido, basado en el mérito y la creatividad, se abre paso con fuerza en las organizaciones. Nunca como hasta ahora la jerarquía había estado tan seriamente cuestionada por la libertad y la inteligencia.
Las tecnologías abiertas y las redes sociales generan un sentimiento de emancipación personal en muchos técnicos y mandos medios que empiezan a comprender que trabajan para sí mismos, aunque compartan temporalmente su proyecto profesional y de desarrollo individual en alguna empresa. Las antiguas exigencias de fidelidad que impedían la crítica y la movilidad conviven mal con una generación de profesionales y empleados que valoran su libertad y un modelo de relaciones más flexibles y personalizadas.
El temor de los dirigentes a compartir información, fruto de una ideología basada en ocultar el conocimiento antes que crearlo y difundirlo, ha alimentado el temor hacia la empresa transparente y abierta, afectando el caudal de energía creativa que existe entre el capital humano de la propia organización. La inteligencia superior que surge de la inteligencia colectiva no puede ser una amenaza.
Los empleados generan contenidos y opinión en un mundo digital global. En Estados Unidos, el 50% de los menores de 30 años ha creado contenido digital en Internet y el 25% tiene su propio blog o participa de redes sociales. Europa sigue esta tendencia que no para de crecer. En Chile, sólo en Villarrica no hay menos de unos 3 mil fotologs. Pero los blogs institucionales siguen estancados y se imponen normas internas para poner trabas a las ideas e impedir las comunicaciones internas y externas de los empleados bajo la excusa de la pérdida de competitividad.
Y lo mismo pasa en otras instituciones no lucrativas dónde algunos directivos que todavía se resisten a usar el simple correo electrónico ignoran a sus subalternos o miembros que los superan ampliamente en manejo de información y en participación en blogs colectivos y redes sociales.
Por Manuel Gross Osses
Fuente: Publicado el sábado 26 de enero de 2008 en el diario El Correo del Lago, de Villarrica.
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