Muchas brillantes estrategias fracasan en la fase de implementación porque los empleados no soportan los cambios radicales que introducen en los procesos organizacionales. ¿Cómo alcanzar una perfecta alineación?
Una exitosa biotecnológica norteamericana había adoptado una agresiva estrategia de expansión. Las oportunidades parecían infinitas y un desbordante optimismo reinaba en la sala del directorio.
Sin embargo, al poco tiempo, las expectativas se desinflaron. El problema no era una mala formulación de la estrategia ni un violento cambio en la coyuntura. El problema estaba en la implementación.
Desde el middle management hacia abajo, la velocidad de toma de decisiones se estancaba, las responsabilidades se tornaban difusas y el consenso se volvía imposible de alcanzar. ¿Qué estaba pasando?
Según una investigación de la consultora Accenture, esta biotech enfrentaba una restricción muy común en empresas de fuerte crecimiento. Los empleados estaban acostumbrados a trabajar de una manera determinada. Sin embargo, los planes de expansión de la compañía habían burocratizado muchos procesos y jerarquizado la estructura organizacional.
La nueva estrategia había implicado la incorporación de nuevos trabajadores (a los que había que entrenar), el ascenso de muchos que ya estaban (y que debían adaptarse a su nueva función) y la puesta en marcha de una serie de procesos que sacaron a los trabajadores del famoso “punto de confort”.
En otras palabras, había una incompatibilidad entre la estrategia corporativa y las actitudes y costumbres de sus empleados. Los trabajadores estaban saboteando inconscientemente los nuevos planes. Así, esta incoherencia terminó imponiendo un techo al crecimiento, un techo que podría haberse evitado mediante la implementación de una serie de pasos:
1) Poner en claro la estrategia
Antes que nada, pregúntese: ¿todos los altos directivos conocen la estrategia de la empresa? Si bien esto podría parecer obvio, no lo es tanto en la práctica.
Por supuesto, cada manager sabe a la perfección la estrategia de su área. Sin embargo, en muchos casos, sólo tiene algunas vagas nociones sobre los planes de los demás departamentos. Entonces, es posible que las medidas que adopte en su área no sean totalmente compatibles con la estrategia global.
Así, el proceso de alineación debe comenzar, necesariamente, por una serie de reuniones entre top managers para asegurarse de que conozcan, comprendan y estén en condiciones de transmitir una estrategia coherente a los responsables de ejecutarla en los niveles inferiores.
2) Los mandos medios
Si no es obvio que todos los altos directivos conozcan la estrategia corporativa, imagínese lo que ocurre al nivel de los mandos medios, aquellos que sirven de enlace entre los grandes lineamientos y la gestión cotidiana.
Una implementación acertada exige que los mandos medios conozcan la estrategia de la empresa pues sólo así podrán transmitirla a los distintos grupos de trabajo. Sin embargo, esto no es sencillo. Siempre está presente el delicado problema de la información confidencial. ¿Qué necesita saber un middle manager para hacer bien su trabajo? ¿Qué conviene que no sepa? Es fundamental llegar a un acuerdo en este punto.
3) ¿Qué está pasando en los niveles inferiores?
Los altos directivos, recluidos en interminables reuniones, suelen no saber lo que realmente está ocurriendo en las fábricas, la forma en que los trabajadores de base hacen efectivamente su trabajo.
En general, ellos sólo reciben cifras de producción y ventas en prolijas planillas de Excel que les envían los middle managers.
Por lo tanto, señalan los investigadores de Accenture, es necesario organizar un proceso de observación sobre las prácticas cotidianas de los trabajadores “en la cancha”. ¿Quiénes deberían tomar las decisiones según el organigrama? ¿Quiénes toman las decisiones realmente? ¿Quiénes son los principales formadores de opinión en la empresa?
De esta forma, se pretende obtener una radiografía del real funcionamiento de la organización.
4) Una nueva reunión del top management para un reajuste estratégico
Con la radiografía de la empresa en la mano, debe comenzar una nueva ronda de reuniones entre altos directivos para evaluar los principales problemas a la hora de la implementación de la estrategia.
En última instancia, el objetivo de este método consiste en evaluar, con la máxima precisión posible, las actitudes de los empleados que podrían estar bloqueando la implementación e identificar los cuellos de botella que afectan a la ejecución.
Así, una buena estrategia nunca es suficiente. También es necesario adoptar las medidas organizativas que permitan una implementación eficaz.
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