Empresa Familiar: La sombra del padre SIGUE siendo alargada

Hace un par de años publiqué en la edición impresa de Expansión una columna de opinión titulada “La sombra del padre es alargada”. Me viene a la memoria su contenido después de leer el comentario de Miguel Guijarro al post de la semana pasada en el que, entre otras muchas cuestiones, se interesa por las tensiones que sufren los hijos cuando se incorporan a una empresa familiar fundada por su progenitor.

Titulaba aquella columna “La sombra del padre es alargada” porque, efectivamente, la figura del fundador está presente en el sucesor y condiciona, en muchas ocasiones, sino todas, sus decisiones y, por tanto, también el proyecto familiar.

En el caso de las empresas familiares de éxito, la tensión del hijo a la hora de afrontar un proceso sucesorio puede manifestarse, llegados al extremo, de forma totalmente contrapuesta. Cuando la figura paterna es la de un triunfador, una persona de grandes logros, puede acontecer que el hijo renuncie a “competir” con su padre y se aleje del negocio familiar. Es decir, ante los triunfos del progenitor, el hijo “empequeñece” y, en consecuencia, de manera consciente o inconsciente, se aleja de la empresa familiar sin ni siquiera plantearse la posibilidad de reemplazar a su padre al frente de la compañía. Reiteramos que este es un caso extremo, pero no por ello deja de suceder.

Sensu contrario, encontramos también casos en los que el ansia por demostrar capacidad igual o superior al padre convierten al hijo sucesor en una persona amante en exceso del riesgo, llegando a rayar en ocasiones la temeridad. Es decir, hijos que sienten la obligación de demostrar que están, no sólo a la altura de lo que hizo el predecesor, sino que incluso pueden superarlo. La tensión, encauzada de este modo, puede ser igual de perjudicial que la anterior, puesto que ya sabemos lo que ocurre cuando las decisiones empresariales se toman bajo el dominio de las emociones.

Estas dos posiciones extremas -desistimiento u obligación de superar al padre- demuestran la tensión que soportan los sucesores, ya sea antes de que el recambio sea efectivo (desistimiento) o cuando éste es ya una realidad (necesidad de superar al antecesor) y que había despertado el interés de nuestro amable seguidor Miguel Guijarro.

En el mismo comentario, Miguel también preguntaba si un padre “puede forzar a un hijo a sucederle en el negocio si el hijo no quiere“. Seré tajante con la respuesta: por supuesto que no. La libertad individual en la toma de decisiones es un patrimonio que, como personas diferentes que somos, nos pertenece a cada uno y al cual no debe renunciarse. El padre está legitimado para tratar de convencer, animar, inducir, e incluso seducir con la idea, pero jamás podrá obligar a un hijo a sucederle, a no ser, claro, que le importe poco la felicidad de su prole y también el futuro de la empresa. Puede entenderse la ilusión de un padre por ver a un hijo al frente del negocio familiar, pero de esa ilusión no deriva el derecho a obligar a nadie. Un hijo forzado de este modo no será feliz y, además, es muy probable que tampoco desarrolle eficazmente sus obligaciones como empresario. Por dejarlo más claro, más allá de la ética que debe impedirnos obligar a alguien a hacer algo que no desea, lo cierto es que además sería un mal negocio.

La semana que viene responderemos más preguntas planteadas por los lectores con relación a la sucesión. Por cierto, quiero explicitar mi deuda de gratitud a todos los que seguís el blog por hacer tan fácil su actualización a través de comentarios que invitan a la redacción de nuevos post. Me resulta muy satisfactorio poder utilizar cada semana vuestros comentarios para redactar una nueva entrada. Gracias.

Autor Josep Tàpies

Fuente: http://blogs.expansion.com/blogs/web/tapies.html?opcion=1&codPost=56391

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