“Casi en el 90% de los casos los hijos no tienen la capacidad de gestión del padre“, decía Julián, seguidor del blog, en un comentario añadido al último post publicado. A renglón seguido otra lectora, Mati, añadía “¿Podría dar algún ejemplo conocido en el que haya sido el sucesor quien haya convertido la empresa en un negocio de éxito?“. Nos referiremos a ambos comentarios en el blog de esta semana.
En primer lugar, confieso mi ignorancia respecto al porcentaje concreto de hijos que no tienen la capacidad de gestión del padre. En España, según datos del Instituto de Empresa Familiar, existen 2,9 millones de empresas familiares lo que hace imposible establecer una regla porcentual que defina las mayores o menores capacidades de padres e hijos. Dando por cierto que la afirmación de nuestro lector es cierta en muchos casos, bien podríamos afirmar que las afirmaciones maximalistas tienden al engaño. Llevo muchos años estudiando empresas familiares y creo obligatorio reseñar que su mera pervivencia a través del relevo generacional indica claramente capacidades por parte de los descendientes. Ello no es óbice para no perder de vista el gran desafío al que se enfrentan las empresas familiares: no sucumbir al efecto ADN. Pensar que el hijo de un gran empresario ha de ser un gran empresario. No tiene porqué ser así. Pero de aquí a asumir que la mayoría no estarán capacitados hay un abismo.
Vayamos al comentario de Mati. Pide ejemplos de sucesores que hayan convertido la empresa en un negocio de éxito. Una prevención antes de dar respuesta: ser el sucesor en una empresa implica que esa compañía existe. Su mera existencia ya es un ejemplo de éxito. Ahora bien, supongo que lo que nuestra lectora nos pide son ejemplos de compañías en las que el sucesor haya sido capaz de pilotar un salto adelante importante, ya sea en tamaño, facturación, modelo de negocio o cualquier otra dimensión.
Enumeremos algunos ejemplos, de los muchos que podríamos traer a colación. Me viene a la cabeza en primer lugar Giovanni Agnelli “il avvocato”, que fue el gran artífice del conglomerado IFI-FIAT siendo, no hijo, sino nieto del fundador de aquel grupo. En nuestra época y en casa, podríamos hablar de Ferrovial, que de la mano de la nueva generación Del Pino ha conseguido convertirse en una compañía de referencia mundial en diversos sectores de actividad. Otra referencia sería la empresa Puig, que en manos de la tercera generación, mantiene intacta su capacidad para reinventarse y seguir ocupando un lugar destacado en su sector bajo el lema Passion, People, Performance. Más ejemplos: la empresa Acciona (Re-Acciona), es una compañía que por dimensión y diversificación queda ya muy lejos de aquella Entrecanales que le sirvió de plataforma. Un último ejemplo para no hacer larga en exceso la lista: las nuevas generaciones de los Miarnau y los Sumarroca han protagonizado recientemente una fusión de las compañías Comsa y Emte sentando las bases de un nuevo proyecto sólido y competitivo.
Todos estos ejemplos deben servirnos para matizar, al menos, la afirmación a veces gratuita sobre la menor capacidad de los hijos respecto a los padres. Son ejemplos de evoluciones exitosas, no sólo en la sucesión en sí, sino también en las consecuencias derivadas para los proyectos empresariales. Y no se trata, en muchos casos, de que los hijos se dediquen a dirigir la compañía; basta, en muchas ocasiones, en que hayan aprendido bien la misión y la visión que les inculcó la familia empresaria a la que pertenecen para marcar el rumbo que desean para su proyecto empresarial familiar. Eso sí, bien arropados por el resto de familiares accionistas y futuros accionistas.
Autor Josep Tápies
Fuente http://blogs.expansion.com/blogs/web/tapies.html?opcion=1&codPost=56341