La vida se rige por ciclos. Y las empresas no son la excepción: proyectos que inician, proyectos que terminan, inicio de año fiscal, cierre de año fiscal, gente que llega, gente que se va. Dentro de esa gente que llega, puede contarse al líder de una empresa, su director, quien es la gran brújula que marca el rumbo a seguir durante un cierto período de tiempo. Algo así como el presidente de una nación que llega a establecer un Norte, un plan de trabajo, que se circunscribe a sus equis años de gobierno –esa circunscripción es ciertamente más identificable en países con menor desarrollo político-.
Es cierto también, que en ciertas empresas, sobre todo en aquellas familiares, el director se mantiene de manera vitalicia -y siguiendo la analogía política, esto sería como un régimen dictatorial o como uno de empresa familiar, como el cubano- que ejercen su liderazgo sin regirse por un ciclo reglamentario o por un ciclo en donde sus superiores (dueños, accionistas o empleados de mayor rango jerárquico, como en una empresa trasnacional) decidan su cambio de lugar.
Sin embargo, en aquellas empresas en donde la pasarela de directores es algo común, se plantea una recurrente situación, luego de que el director es recién desempacado: comúnmente, el nuevo líder, con su bagaje particular y su forma de ver los negocios, tratará de administrar la empresa a su modo y implicando el surgimiento de una toral disyuntiva: realizar gradualmente pequeños cambios hasta llegar a articular la empresa como se desea (evolucionar) o establecer grandes cambios estructurales, procedimentales o culturales que hagan instalarse a la empresa en la visión del nuevo director en un corto plazo de tiempo (revolucionar).
Distintos factores pueden influenciar la decisión a este respecto, más allá de presiones ejercidas por superiores.
La pertinencia de aplicar grandes revoluciones o de infundir cambios a cuentagotas, será siempre una pregunta parpadeante para un nuevo director. Desgraciadamente, no existe una receta para la buena decisión. Habrá que hacerse un análisis profundo de las condiciones de la empresa, de su gente y de la necesidad de cambio, y complementar este análisis con el buen olfato del director, para tratar de augurar los resultados antes de emprender los cambios.
Ricardo Cuéllar Espino, consultor de ADV consulting, es Ingeniero Industrial egresado del École Polytechnique de Montreal, Canadá. Con ADV consulting, ha colaborado en proyectos en 3 países.
Si te gustó el artículo y la temática del Blog por favor sería muy interesante para todos que nos dejes tu comentario.
Además , puedes recibir todos los artículos completos en tu buzón de e-mail ingresando tu dirección de correo en la opción de suscripción en la página principal. Tu dirección de e-mail solo se utilizará para mandarte la actualización del blog diariamente. Muchas gracias por acompañarnos.