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Uno de los temas más difíciles para los grupos que quieren ser abiertos, inclusivos y participativos, es establecer los límites de participación en sus procesos de toma de decisiones. Aquí damos cuatro escenarios comunes que dramatizan algunas de las formas que puede tomar este dilema.

Escenario #1: Un grupo comprometido trabaja duro para establecer confianza, desarrollar acuerdos básicos y un proceso efectivo para discutir y decidir sobre temas clave. Entonces llegan personas nuevas que están ansiosas de integrarse, pero no tienen entrenamiento en el método utilizado para la toma de decisiones, no tienen claros la visión ni la misión del grupo, y no están familiarizadas con los antecedentes de los temas que se están tratando. ¿Cómo puede el grupo dar la bienvenida a estos recién llegados sin tener que pasar mucho tiempo de las reuniones en la revisión de la historia y procedimientos del grupo?

Escenario #2: Un grupo ha definido un proceso para la discusión de un tema específico, por lo regular algo relativamente complejo y/o controvertido. Después de varias reuniones productivas en las que se han considerado todos los puntos de vista disponibles acerca del tema y está por tomarse una decisión, aparece un miembro del grupo que no ha participado en las reuniones anteriores, haciendo varias preguntas que ya se habían contestado o presentando objeciones basadas en la ignorancia de la información previamente compartida. ¿Debe el grupo tomar un tiempo adicional para educar al recién llegado acerca de las reuniones que perdió?, o de igual manera, ¿debe tomar una decisión corriendo el riesgo de que esta persona pueda bloquear la propuesta?

Escenario #3: El amigo de uno de los miembros asiste a la reunión como visita. Durante el curso de la reunión, éste comienza a levantar la mano para hablar, expresando opiniones acerca de los temas bajo discusión. ¿Se le debe permitir que participe?

Escenario #4: Un comité pequeño y sobrecargado de trabajo está organizando un evento para un grupo que tiene una membresía numerosa pero relativamente inactiva. El comité envía regularmente reportes sobre sus progresos a sus miembros y ocasionalmente les solicita retroalimentación sobre propuestas específicas a través del correo electrónico. Repentinamente dos miembros bastante disgustados del grupo mayoritario aparecen en una reunión del comité, exigiendo tiempo en la agenda para expresar sus puntos de vista sobre el trabajo del mismo. ¿Se les debe dar tiempo para hablar?

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En teoría, muchos grupos que no quieren replicar las prácticas excluyentes de muchas organizaciones tradicionales y jerárquicas, claman estar “abiertos a todos”. Sin embargo, cuando enfrentan situaciones similares a las arriba descriptas, comienzan a preguntarse de qué manera reconciliar el ideal de la participación con las dificultades reales que esto involucra.

Seamos claros: Un proceso participativo no siempre significa que todos deciden sobre todo. El simple hecho de estar presentes en una reunión no confiere automáticamente los privilegios para hablar o votar. Establecer límites a la participación puede ser tanto razonable como necesario, siempre y cuando la intención sea establecer un proceso funcional y no proteger a un círculo cerrado interno. El reto es establecer criterios claros para la participación y luego implementarlos de manera justa y equitativa.

A continuación expongo mis comentarios a los escenarios arriba descriptos. Obviamente, no existe sólo una “manera correcta” de tratar estos temas. Favor de enviar sus observaciones y sugerencias a email[@]iifac.org .

En el caso del Grupo #1, mi recomendación sería que proveyeran sesiones especiales para los futuros nuevos miembros, tal vez justo antes de una reunión habitual y luego requerir que los recién llegados observen varias reuniones consecutivas antes de que sean invitados a participar en las discusiones. El derecho a votar (o bloquear, en caso del proceso de consenso) se otorga únicamente después de que la persona ha demostrado su compromiso con las metas del grupo, familiaridad con sus procedimientos y se convierte en un miembro hecho y derecho.

En el caso del Grupo #2, la solución ideal hubiera sido establecer el requisito al inicio del proceso, de que es necesaria la participación en las reuniones preliminares de “discusión” para poder tomar parte en la decisión final. Puesto que eso no se hizo, no veo otra opción más que la de tomar el tiempo necesario para actualizar al recién llegado “en un dos por tres”, antes de tomar la decisión, sin importar cuán frustrante sea esto para los otros.

Para el Grupo #3, recomendaría que establezcan una política clara acerca de la asistencia y participación de invitados a las reuniones. Generalmente, yo estoy a favor de una política de “reunión abierta”, a la cual los invitados son bien recibidos, pero únicamente como observadores.

El Grupo #4 tiene un problema ligeramente diferente, puesto que un conflicto activo ha hecho erupción en su centro. El comité realmente casi no tiene otra opción más que escuchar lo que tienen que decir los disgustados miembros. Después de todo, es posible que traigan a la atención del comité importantes perspectivas o provean información que el comité no ha tomado en cuenta. Si el comité en sí es débil o se desgarra por conflictos internos, este episodio puede provocar una crisis. Si, por otro lado, el comité tiene una autorización clara del grupo mayoritario para realizar el trabajo que está haciendo y sigue un proceso sólido y transparente que incluye establecer criterios claros para las decisiones que toma, podrá probablemente absorber la aportación de los disgustados miembros con ecuanimidad, hacer cualquier ajuste necesario en sus planes, y seguir adelante, fortalecido por la experiencia.

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La clave para lidiar con estas situaciones y otras semejantes, está en discutir abiertamente los límites de la participación en tu grupo. ¿Quién puede participar? ¿Quién puede decidir? ¿Bajo qué circunstancias? Habla acerca de lo que significó ser un recién llegado al grupo, cuán fácil o difícil fue sentir que “pertenecías” al grupo. Evalúa cuán serio es el problema de la “participación disruptiva”. ¿Están siendo estas personas “disruptivas” debido a que nuestras políticas y procedimientos son opresivos y exclusivos? ¿O es que sencillamente no comprenden la forma en que trabajamos? Crea una estructura y proceso que sea consistente con los valores de tu grupo, escríbelos, descríbelos gráficamente, explícalos a todos, haz los ajustes futuros según sea necesario. Recuerda, establecer límites a la participación no es sólo una forma de “mantener a la gente fuera” – también es una forma de respetar el arduo trabajo de quienes han estado constantemente involucrados en el proceso evolutivo del grupo.

Beatrice Briggs, fundadora y directora del Instituto Internacional de Facilitación y Cambio (IIFAC), es una consultora e instructora que ayuda a grupos en todo el mundo a trabajar en conjunto para alcanzar cambios positivos. Beatrice es nativa de los Estados Unidos y vive en México desde 1998. Se le puede escribir a bbriggs[@]iifac.org.

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