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Los viejos fundadores nunca mueren, sólo se desvanecen

La semana pasada hablábamos del síndrome del general para referirnos a los fundadores que deciden dar un paso atrás en el proceso sucesorio con la excusa, más o menos explícita, de saberse portadores de un carácter ganador y una trayectoria personal épica que les impelía al autoconvencimiento del “sólo yo puedo hacerlo”.

Fue en el libro The Hero’s Farewell: What Happens When CEOs Retire, publicado en 1988 por el profesor Jeffrey Sonnenfeld, donde apareció por primera vez el término “General” aplicado al comportamiento del Chief Executive Officer en las empresas. En este texto, que no trata de las compañías familiares de modo específico, sino que más bien analiza el comportamiento del CEO en otro tipo de corporaciones, Sonnenfeld también trazó las líneas de comportamiento de otros tres arquetipos: el monarca, el gobernador y el embajador.

Jeffrey Sonnenfeld utiliza varios ejemplos con los que intenta demostrar que el general tiende a dirigir todas sus acciones desde una visión épica y heroica que a veces le aparta del principio de realidad. El caso más paradigmático quizás sea el de Douglas McArthur, el general más condecorado en la historia de Estados Unidos, que sin embargo tuvo que ser relevado del mando por el presidente Truman por torpedear las conversaciones de paz que el gobierno estadounidense había iniciado con China para poner fin a la Guerra de Corea. A su vuelta a Estados Unidos, en su última alocución al congreso, fue cuando McArthur pronunció la famosa sentencia “los viejos soldados nunca mueren; sólo se desvanecen“.

He considerado oportuno traer al blog la referencia al libro de Sonnenfeld por varios motivos. El primero, porque a pesar de llevar ya dos décadas editado, me parece una lectura recomendable y provechosa. Y también porque, a raíz de algunos comentarios escritos por los lectores la semana pasada, considero oportuno dejar claro que el “síndrome del general” no es el reflejo de una realidad política y social que concierna a un país, sino que se trata de una realidad universal más cercana a la naturaleza de los individuos.

Con su famosa frase, McArthur puso en evidencia que para él abandonar la primera línea de actividad equivalía al desvanecimiento. Volviendo a la empresa familiar, coincidiremos en que ésta es una creencia también presente en el comportamiento de muchos fundadores de empresas familiares.

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Sin embargo, sería quizás más provechoso partir de una sentencia completamente diferente, que aplicada directamente sobre los hombres de empresa podría decir más o menos lo siguiente: “los fundadores nunca mueren, tampoco se desvanecen, tan sólo que a veces su utilidad se multiplica cuando son capaces de hacerse a un lado y seguir apoyando solo desde su experiencia”.

Autor Josep Tàpies http://blogs.expansion.com/blogs/web/tapies.html?opcion=1&codPost=56686

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