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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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Cuado usted se siente al frente de su computador y lea esté título, quizás prefiera abortarlo por inconsecuente con las nociones fundamentales de un negocio. Lo cierto es que uno crea una empresa con el ánimo de triunfar, de sacarla adelante, de imprimirle reputación y reconocimiento y de competir eficaz y eficientemente.

Nadie, por lo menos en su sano juicio, crea una empresa para naufragar. Ni siquiera Arthur Schopenhauer, uno de los grandes exponentes del pesimismo alemán –quien argumentó que el dolor es positivo y la felicidad negativa-, pretendió que su padre, un hombre dedicado al comercio, se hundiera para disfrutar de la pobreza.

Pero lo cierto es que en Colombia y, en general, en la mayoría de los países en vía de desarrollo, el fracaso acompaña con una alta frecuencia a los emprenderos. Varios estudios de la Cámara de Comercio de Bogotá indican que el 30 por ciento de las empresas que se constituyen en el país, no sobrepasan el primer año.

Y más aún: el 75 por ciento de las creadas, quizás con mucha ilusión, esfuerzo y entusiasmo, no logran superar la barrera de los cinco años. Ahí los sueños se convierten en espejismo, en una utopía que se traduce en frustración.

¿Por qué sucede esto? Según la presidenta de la Cámara de Comercio de Bogotá, María Fernanda Ocampo, quien participó en la 6º feria del emprendimiento juvenil, y otros conferencistas consultados, los fracasos están asociados a las siguientes variables.

  1. Por falta de planeación. Una empresa se constituye por convicción, no por descarte. De tal forma que un negocio necesita ser planeado, organizado y visualizado. Y en la definición de las decisiones intervienen otra serie de factores que no pueden ser fruto de emociones momentáneas.
  2. Ausencia de un estudio de mercados. En economía lo primero que un emprendedor se pregunta es qué producir, para quién producir, cuánto producir, a cómo producir y en dónde producir. Hay que hacer un estudio de necesidades del mercado, mirar objetivamente la competencia y mirar cómo se hace la diferencia. Ignorar esta variable es correr un gran riesgo.
  3. inexistencia de un plan financiero. ¿La inversión se va a financiar con recursos propios, con crédito, con la participación de socios? ¿Existen reservas para las contingencias, que son muy comunes en todo negocio? ¿Se va a contar con las herramientas y el equipo de trabajo necesario para competir en un mercado voraz y exigente como el actual? Recuerde que toda empresa tiene unos costos fijos y unos costos variables. Piense que en la mayoría de los casos el punto de equilibrio sólo se logra en el mediano o largo plazo, y que mientras tanto tiene que convivir con el P&G en rojo. Sin él es como poner en el aire un jumbo sin carta de navegación.
  4. Equipo humano inapropiado. ¿Qué es una empresa sin empleados? Recuerde que a una organización, por pequeña que sea, la hacen sus empleados. Ellos no solo deben tener las competencias indispensables (habilidades, destrezas, conocimiento y aptitudes), sino que deben estar motivados. Un cliente interno, como se les denomina, mal pago y frustrado, trasmite esa sensación al cliente o al usuario. Tenga bien en claro: la austeridad es necesaria, pero no puede llegar a afectar los ejes del negocio.
  5. Debilidad del área comercial. La empresa en su conjunto debe funcionar como un reloj suizo, y para ello el líder acude al POES (Planeación, Organización, Ejecución y Seguimiento). Pero recuerde que de nada sirve producir sino se vende; ahí están los ingresos. De modo, que defina una estrategia comercial que acompañe la calidad del producto, lo haga conocer y ganar reputación, que genere una atracción capaz de fidelizar clientes y que haga la diferencia con la competencia. Sin área comercial fuerte, dinámica y proactiva, es como tratar de roer un hueso sin dientes.
  6. Hacer lo mismo de siempre. No innove y conduzca su empresa bajo el dogma “así lo he hecho y así he sobrevivido. Es una frase propia para los mercados cautivos y protegidos, pero recuerde que estamos en plena globalización, donde el cliente tiene el poder de elegir. Y elige lo que le ofrezca mayores beneficios y satisfacción. La competencia está en la misma cuadra o en la esquina de enseguida. Dude de que es pasiva y de que no está pensando en ganarle participación en el mercado.
  7. Ignorar el entorno. Un gerente o un líder jamás es ajeno a lo que sucede a su alrededor: el país, los vecinos, el mundo. Está al tanto de las corrientes tecnológicas, de los cambios de hábitos y costumbres del consumidor. Se informa constantemente de las variables que afectan las decisiones económicas: evolución del empleo, tasa de cambio, déficit fiscal, presupuestos nacionales y locales, impuestos, comercio exterior y tratados internacionales, entre muchas otras.
  8. Encerrarse en la oficina. Si quiere que a su empresa le llegue la muerte súbita, privilegie lo urgente sobre lo importante. Y no asista a foros, conferencias ni a seminarios. No se actualice porque usted es el dueño y ya lo sabe todo. Un consejo, nada más: los negocios están por fuera, quizás en las canchas de tenis y de golf. La vida social prudente, es indispensable.
  9. Avalar paradigmas. Nada más perverso que la resistencia al cambio. ¡Hasta la cédula la cambian! ¿Quizás esto le retumbe en el oído?: “el cliente siempre tiene la razón”. No es cierto. Él puede estar equivocado, y lo que necesita es una orientación, requiere a alguien que lo ilustre con su conocimiento y que lo apoye en nuevas visiones. Lo importante es tener la capacidad de convencimiento. Por ello un equipo capacitado es la mejor opción empresarial.
  10. No delegar. Si usted quiere generar ineficiencias y desechar oportunidades, desconfíe de la capacidad del equipo de trabajo. Dedíquele tiempo a las minucias, bote usted mismo la basura y lleve la correspondencia. ¿No cree que de eso se debe entender otra persona? Ahhh, ¿no lo hace bien? Simplemente no le sirve. Entonces tome la decisión más conveniente. Está en sus manos.
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Por Hermógenes Ardila

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