La vertiginosidad en los cambios del contexto actual alimenta la creencia que los procesos y estrategias organizacionales deben acompañar dicha aceleración a la hora de implementar prácticas y políticas innovadoras.
Muchas empresas entran en un estado de ansiedad y nerviosismo por reemplazar inmediatamente ciertos patrones y terminan adoptando medidas precipitadas que refuerzan la resistencia al cambio y la seguridad del status quo. La experiencia muestra que las culturas empresariales no siempre están en condiciones de digerir cambios disruptivos de la noche a la mañana. Suele prevalecer un claro desfazaje entre la velocidad de los cambios del contexto y la capacidad de asimilación dinámica propia de los andamiajes organizacionales. Ignorar este principio puede llevar a una organización a una desenfrenada carrera hacia la autodestrucción o pérdida de colaboradores valiosos difíciles de reemplazar.
A nosotros nos parece ejemplificador relacionar el ritmo de la innovación en la organización con las diferentes formas de conducir un automóvil. Algunos conductores solo utilizan el acelerador (temerarios), otros conducen con el freno puesto (miedosos) pero paradójicamente, en la pedalera existe un tercer pedal que nos permite poder cambiar el ritmo de velocidad sin dañar la caja de cambio. Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón del mundo de Formula 1, afirmaba que era muy importante sentir el automóvil para lograr su máximo rendimiento y que esa sensación solo se lograba conociendo íntimamente “la maquina”.
Lo cierto es que a la hora de planificar estrategias de innovación es importante no solo concentrarse en el proceso mismo (armado de equipo, identificación de recursos, armado del prototipo, riesgo medible y comunicación), sino también en la sincronización del ritmo de la relación Proceso-Organización. De otra forma, sería mas comprensible la razón de fracaso de ciertas estrategias de innovación de excelente calidad técnica en el momento de la implementación.
Toda estrategia de innovación (implementación efectiva de un cambio) debe ser fríamente diseñada contemplando una serie de elementos interconectados que faciliten la digestión del proyecto novedoso. El transito de la incertidumbre propia de todo cambio hacia la tranquilidad del riesgo medible requiere desarrollar una estrategia de implementación que respete los tiempos de la organización en cuestión.
En efecto, no es tarea sencilla detectar el ritmo organizacional adecuado para asegurar las condiciones que nos lleven al éxito, pero no hacerlo reduciría las posibilidades de logro e incrementaría el nivel de estrés de sus integrantes.
Esto no significa que las empresas sean necesariamente rígidas y burocráticas ante el cambio, sino más bien que las empresas tienen sus propios ritmos de digestión del cambio.
Por Aaron Sabbagh, Tomas Donovan y Matias Mackinlay
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Me gusto el articulo muy informativo gracias.