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El espíritu emprendedor emana muchas veces de las crisis que tienen lugar cuando experimentamos lo que se ha denominado el “síndrome del quemado” (burnout); es decir, cuando nos sentimos impotentes por el trato que recibimos como respuesta a nuestra labor profesional para terceras personas. Se da con más frecuencia cuando quienes nos dirigen no son los dueños de las empresas, sino gestores, que pueden enfocar sus miras, sobre todo, a cuidar su estatus. La deshumanización toma lugar en esa situación con mucha facilidad e, indudablemente, hace mella en quienes esperan reconocimiento y justicia. Pero eso, no siempre llega…

La estabilidad interior te lleva, de la mano, al estímulo para actuar por ti mismo, tal vez de un modo más fluido a una edad madura, sin traumas ni rupturas, cuando la información que has ido obteniendo durante tantos años de trabajo y experiencias personales te hace comprender que nada importa excesivamente, pero que lo importante es que realices tus tareas -allá donde el “destino” te haya llevado- con amor, que pongas toda tu alma, y que no te preocupes tanto por lo que hay a tu alrededor, porque la vida está hecha de micromundos, a veces de una sola persona, que van formando el mundo que ansiamos.

Sabedores de que pueden dar más de sí, los emprendedores (o, dicho de otro modo, quienes saben que pueden dirigir su vida) no se quedan en la queja, sino que se lanzan en solitario a desarrollar su talento en alguna faceta – incluso empresarial- y entonces, cuando abren la jaula a tanta energía retenida, se encuentran ante sí su verdadero reconocimiento, y resurgen. Puede, incluso, que conserven su puesto de trabajo, dándole el valor que tiene al esfuerzo que les supuso conseguirlo, pero ya no precisan que nadie les etiquete. Ya no es necesario.

 

Esas personas se crecen ante las dificultades y se dan cuenta de que todo está en la actitud personal, que el mundo sigue su curso, con sus vaivenes, con su noria de emociones, su baile de intereses, sus encuentros y desencuentros, pero ellos… miran de reojo lo que antes juzgaban, de frente lo que les importa, y nunca vuelven la vista hacia atrás. ¿Para qué? Con tanto como les espera de aquí en adelante…
Publicado por Concha Barbero de Dompablo

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