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“Tus sueños sólo pueden construirse sobre el conocimiento sólido de tu personalidad y de tus capacidades”. El autor señala las diferentes personalidades que podemos encarnar y cómo estas afectan nuestro quehacer en la vida y en la empresa. Reproducimos parcialmente el primer capitulo del libro del profesor y consultor español Luis Huete, Construye tu sueño

A estas alturas de tu vida es posible que la idea que tienes de ti mismo se ajuste algo a la realidad. O tal vez no mucho, y desgraciadamente no sería el primer caso… Haz la prueba: ¿eres capaz de describirte en una octavilla -o en sesenta segundos- y que el resultado sea algo parecido a tu retrato? Te sugiero que, antes de llegar a una conclusión definitiva, contrastes tu resultado con un familiar, con un amigo y con un compañero de trabajo. A veces se lleva uno sorpresas…

Tus sueños sólo pueden construirse sobre el conocimiento sólido de tu personalidad y de tus capacidades; incluido tu lado oscuro, al que puedes sacar mucho partido si sabes gestionarlo. Todos tenemos defectos. Ese no es el problema. El problema es ignorarlos o no hacer nada para mejorarlos.

En ocasiones, la dificultad no está tanto en conocerse como en saber describirse; o dicho de otra manera, en tener la capacidad de analizar el propio comportamiento. ¡Y el de los demás! Paradójicamente, observar a la gente que te rodea resulta muy útil para saber cómo eres.

Para conocer a los demás, yo siempre utilizo una herramienta muy sencilla, pero que me ha dado buenos resultados. Sólo tiene dos ejes: “Datos/conceptos” y “cercano/lejano”. En primer lugar, me fijo en si una persona, al hablar, hace referencias a datos, hechos y enfoques más “racionales”. O si, por el contrario, su discurso es más cálido, ya que se centra sobre todo en ideas, modelos, personas y conceptos más “emocionales”.

Nadie está al cien por cien en uno de los extremos del eje, pero resulta muy fácil descubrir el sesgo con el que suele actuar. ¡Haz la prueba contigo! Esta variable te dará una idea aproximada sobre el grado de racionalidad (datos, hechos y tareas) frente al de emotividad (ideas, personas y conceptos) que hay en tu vida o en la de los que te rodean.

En segundo lugar, también me fijo en si una persona pone más énfasis en lo “cercano” (lo de casa, lo concreto, lo íntimo, su identidad) o si su interés está más en “lejano” (lo de fuera, lo global, lo profesional y lo relativo al mercado).

En el eje “cercano/lejano” se manifiesta el grado de reflexión frente al de extroversión. Los reflexivos son los que miran más a las cosas de casa y tienden a escuchar más que a hablar; mientras que los extrovertidos suelen ser más de mundo y hablan más y, con frecuencia, a destiempo.

Al cruzar el eje “datos/conceptos” con el eje “cercano/lejano” surge una matriz con cuatro esquinas que responden a cuatro maneras de mirar el mundo, que acaban generando cuatro mentalidades y cuatro perfiles de conducta bastante claros.

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Las cuatro mentalidades

La combinación de datos y lejano configura una manera de mirar el mundo que denomino mentalidad anglosajona. Desde esta perspectiva, interesa lo de fuera, lo global y el mercado; y lo que priman son los datos, los hechos y las tareas. Desde el sesgo anglosajón, lo que gusta es la estrategia, hacer negocios a base de grandes operaciones, el análisis del entorno, la lógica de los analistas bursátiles, la competitividad y la orientación a resultados.

Quienes se habitúan a dar este sesgo a su vida acaban siendo ambiciosos, buenos organizadores, individualistas, dominantes y duros. Esta mentalidad es propia de personas que no esquivan el conflicto y a quienes no les gusta hablar de sentimientos, y menos de los suyos. Muchos directivos tienen este perfil: se sienten atraídos por el poder y son distantes con sus equipos. ¡Les gusta mandar y conseguir resultados! Y quizá por esta misma razón, no siempre son muy escrupulosos en los medios que utilizan para conseguir sus fines.

En la parte superior de la matriz, también se encuentra la mentalidad latina, caracterizada por la extroversión y la emotividad. Desde esta perspectiva, sigue interesando lo de fuera, lo global y el mercado, pero la manera de pensar es mucho menos estructurada. Es más pasional, más intuitiva y más creativa. Y se centra en ideas, personas y conceptos.

Cuando se mira la vida desde la mentalidad latina, lo que tiene más relieve son las tendencias, la moda, los mercados, las nuevas ideas, el cambio, la opinión de otros, el glamour, las marcas, los intangibles y el posicionamiento. Los de mentalidad latina suelen ser creativos, simpáticos, geniales, buenos comunicadores, abiertos al cambio, desorganizados, superficiales en sus análisis y, en ocasiones, por decirlo de forma elegante, exagerados en sus afirmaciones. También suelen ser snobs. Esta esquina fomenta una personalidad autónoma, con olfato comercial, seductora, inconstante, impulsiva y empática. Son personas con capacidad de influir. Muchos líderes, en el sentido clásico, han tenido este perfil. Para las personas con mentalidad latina es muy importante “quedar bien”. Les gusta el reconocimiento y el aplauso.

La mezcla de emotividad e interno crea la mentalidad asiática, ubicada en la parte inferior de la matriz. Desde esta visión del mundo, tiene más relieve lo cercano, lo concreto y la propia identidad, y todo lo que se refiere a las ideas, las personas y los conceptos. A los que tienen mentalidad asiática les gustan las relaciones personales, lo intimista, las redes de confianza, el equipo, el sentido de familia, la palabra dada y la tradición.

Las personas con sensibilidad asiática crean buen ambiente en los equipos, se ocupan del desarrollo de sus colegas, fomentan los valores, no crispan el ambiente y tienden puentes con otros. Las debilidades de esta personalidad pueden ser la falta de coraje para enfrentarse a situaciones duras -sobre todo si hay personas por medio- y la tendencia a ceder, a veces a costa de los propios derechos. Esta mentalidad fomenta personas orientadas a las relaciones, flexibles, humildes, obedientes, pacíficas y con tendencia a evitar los conflictos personales.

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Ya sólo queda una esquina, también de la parte inferior de la matriz. Es aquella en la que confluyen la racionalidad y lo cercano. Esta última combinación produce la mentalidad germánica, que se interesa por los datos, los hechos y las tareas, y se centra en lo cercano, en lo concreto y en la propia identidad. A los que miran el mundo desde esta perspectiva les gusta lo cuantificable, lo sistemático, el proceso, el orden y la calidad técnica.

La mentalidad germánica es propia de personas organizadas, analíticas y con capacidad de resolver problemas prácticos. Sin embargo, suelen tener una gran rigidez interior, no les gusta mucho lo que suene a cambio y no esté bien estudiado, y les inquieta hacer varias cosas a la vez. Valoran mucho la estabilidad y tienden a crear excesivos procedimientos y reglas a su alrededor. Suelen ser conservadores en las decisiones que toman y algo maniáticos en sus vidas. Su mundo es el de las causas y consecuencias, y desconfían de las teorías. A esta personalidad suelen pertenecer los auditores, la gente de operaciones, los informáticos y los científicos.

A grandes trazos, se puede afirmar que los de arriba, los anglosajones y latinos, suelen tener más iniciativas que los de abajo, los germánicos y asiáticos, que tienden a ser más cautos, más volcados en su propio mundo. Esto se ve en las reuniones: casi siempre se alzan con el liderazgo los que son más anglosajones y latinos. Es interesante comprobar cómo las sociedades germánicas y las asiáticas son mucho más jerárquicas que las anglosajonas y las latinas. Su tendencia a mirar hacia dentro crea un particular gusto por las jerarquías internas. Por el contrario, a los anglosajones y los latinos les interesa más la actuación en el mercado que la estructuración interna.

¿Y cómo eres tú?

Probablemente, tras analizar las cuatro mentalidades, hayas concluido que tu manera de ser y de mirar al mundo no se corresponde al cien por cien con ninguna de las cuatro esquinas. Sin embargo, hay una de ellas que predomina sobre el resto y hace predecible el sesgo que le das a los acontecimientos y al curso de tu vida. Además, en el compuesto químico de tu personalidad hay una segunda esquina con mayor contribución a la fórmula final.

La segunda esquina se sitúa pocas veces en la diagonal de la primera. Un ejemplo: anglosajón con asiático. Normalmente se sitúa en el eje horizontal (anglosajón con latino) o en el vertical (anglosajón con germánico). Otro caso: si uno es latino, es más probable que sea anglosajón que germánico. Esa mezcla (eje horizontal) es típica de una persona muy volcada a lo de fuera y con poca sensibilidad a lo de dentro. He visto a muchos directivos con este perfil. La otra posibilidad del latino es ser también asiático. Esa mezcla (eje vertical) es típica de las personas muy sentimentales y emotivas, pero con dificultades de sintonizar con los aspectos más racionales, fácticos y lógicos de sus tareas.

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Es una pena que no haya más personas cuya personalidad sea un cruce en diagonal. Muy pocas veces se ve una personalidad que sea un buen compuesto entre, por ejemplo, lo latino y lo germano. La razón reside en que las perspectivas no pueden ser más distantes y se tienden a expulsar una a la otra: mientras que el latino mira a lo de fuera y a las personas, al germano le interesa lo de dentro y los hechos. Lo mismo sucede entre los anglosajones y los asiáticos: el anglosajón se interesa por lo de fuera y por los hechos, mientras que el asiático mira hacia dentro y a las personas.

La diagonal aporta una gran riqueza a los puntos de vista con los que miras al mundo y al sesgo que das a tu forma de trabajar. Por eso, si logras conectar con la mentalidad situada en la diagonal de tu esquina dominante, enriquecerás extraordinariamente tu vida.

En cierta medida, saber vivir consiste en manejarse y en sentirse cómodo con personas de distinta estructura mental. De hecho, las personas que se abren al punto de vista más distante del suyo (representado por la diagonal) son las que más aprenden. Necesitas otros puntos de vista para ver mejor la realidad. Necesitas la diversidad a tu alrededor. Uno se vuelve tolerante cuando busca y acepta otros puntos de vista, y se vuelve intolerante cuando se encierra en una de las esquinas, juzgándolo todo con parcialidad.

Autor Luis María Huete
construyetusueno.blogspot.com

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