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El ejemplo, acaso hay algo más?

“Dar ejemplo no es la principal manera de influir
sobre los demás; es la única manera”
Albert Einsten

Ni largos discursos, ni demostraciones empíricas, ni textos sagrados ni mucho menos castigos o autoritarismo. En la vida, la única forma de “convencer” a los demás de algo o enseñar a nuestros hijos es con el ejemplo, un espejo de nuestros valores.

Este breve relato titulado “Saber enseñar” lo expresa muy bien y se puede aplicar tanto a adultos como a niños:

Una madre llevó a su hijo ante Mahatma Gandhi e imploró:
“Por favor Mahatma, inste a mi hijo a no comer azúcar”.
Gandhi, después de una pausa contestó:
“Tráigame a su hijo de aquí a dos semanas”.
Dos semanas después, ella volvió con el hijo. Gandhi miró bien profundo en los ojos del muchacho y le dijo:
“No comas azúcar”
Agradecida pero perpleja, la mujer preguntó:
“¿Por qué me pidió dos semanas? ¡podría haber dicho lo mismo antes!”
Y Gandhi le contestó:
“Hace dos semanas, yo también estaba comiendo azúcar“

Muchas veces hacemos un curso de cualquier tema que nos entusiasma (por ejemplo alimentación sana), queremos que todo nuestro entorno siga nuestros hábitos y nos dedicamos a hacer proselitismo de lo aprendido.

No sólo no suele funcionar, sino que les aleja más del “raro” de la familia. Pero si nosotros sí practicamos lo que defendemos y los demás ven efectos positivos en ello, poco a poco se irán interesando.

Con los niños pequeños es aun más evidente. ¿Pretendemos que ellos hagan cosas que nosotros no hacemos aunque la teoría sea muy buena?

Ejemplos de disonancia entre nuestras expectativas para con los demás y nuestro comportamiento hay miles:

  • ¿Disfrutamos de la lectura en casa? ¿Hay suficientes libros para peques o pretendemos como en el chiste de El Roto un salto evolutivo de la prensa deportiva a la filosofía pura?
  • ¿Fumamos delante de bebés y niños aunque torzamos el brazo para desafiar la dirección del viento?
  • ¿Respetamos los padres a los profesores/educadores de nuestros hijos o les desautorizamos como ocurre en la actualidad?
  • ¿Consolamos a nuestros bebes cuando lloran o les dejamos llorar para que no se malcríen y aprendan a “sobrevivir” solos? ¿Aprenderán con dolor el significado de empatía y comprensión? ¿Se puede enseñar lo correcto por medios incorrectos?
  • ¿Cómo reaccionamos ante los fracasos y los contratiempos? ¿Con templanza o con ira?
  • ¿Cómo tratamos a nuestros ancianos?
  • ¿Hay amor, comprensión y paz en todos nuestros hogares?
  • ¿Qué valores rigen nuestras vidas?
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Cada uno podemos responder en silencio a estas preguntas y decidir si hay algo que mejorar, eliminar o añadir.

Y los que ya tenemos hijos podemos reflexionar doblemente y asumir que esta máxima es casi tan poderosa como la ley de la gravedad: Así quiero que mi hijo sea, así debo ser y actuar yo.

Algo muy importante a remarcar en esta época es que el ejemplo no funciona por control remoto ni ondas cuánticas. El ejemplo necesita también PRESENCIA FÍSICA y no siempre se obtienen resultados a corto plazo. Se necesita paciencia, perseverancia y tiempo.

No hay atajos, es laborioso, pero el ejemplo es una excelente semilla que bien regada por las circunstancias de la Vida puede dar grandes frutos.

Fuente http://www.elblogalternativo.com/2009/09/18/el-ejemplo-%c2%bfacaso-hay-algo-mas-12/

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