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Por primera vez en la historia de la humanidad, un aumento de la inversión productiva no se corresponde con un aumento proporcional de la ocupación. La informática y la robótica que permiten la automatización de muchos procesos – se presentan como los grandes villanos de la escena y el fantasma social adopta la forma de un mundo con bajísimo requerimiento de trabajo humano. ¿Es acaso que se está extinguiendo el trabajo?

Esta pregunta afecta a todo los que queremos y necesitamos trabajar. Nosotros no tenemos la certeza de si se producirá la vuelta al ocio creativo, como propone Jeremy Rifkin o si el trabajo humano – tal como lo conocemos- desaparecerá produciendo grandes catástrofes sociales.

Lo que sí sabemos es que debemos adecuarnos a los escenarios que nos presenta la realidad y que los paradigmas válidos para los últimos cien años cada día nos sirven menos.

Momento a momento se producen nuevas presiones selectivas que afectan tanto a los trabajadores de todas las jerarquías como a las mismas organizaciones empresarias, provocando las más de las veces desconcierto, en oportunidades temor y parálisis con mucha menos frecuencia, la visión de nuevas oportunidades.

Nuevos modelos

¿Qué hacer para reducir las posibilidades de quedar atrapados en el temor o el desconcierto? Aunque no es la única solución, una posibilidad es cambiar de modelo mental para encarar el problema. Soplan nuevos vientos y el dilema humano se repite: ¿buscamos refugio o construimos molinos?

Estas son ocho ideas fuerza para concretar esta transformación:

1- No dedicarse a descubrir en la actividad que uno realiza sólo los muchos contratiempos que tiene (de eso se ocupa la mayoría), sino tratar de identificar los nuevos nichos que la propia crisis genera y ajustar los requerimientos personales para poder aprovecharlos. ¿Cómo hacerlo? Inevitablemente comenzando por convertir las quejas en problemas, para someterlos luego a procesos de análisis que nos habiliten para generar varias propuestas de solución de entre las cuales se pueda elegir la más competitiva.

2- No rendir un culto exagerado a los títulos prestigiosos: ni a los propios ni a los ajenos. Cada vez resulta más claro que el tipo de inteligencia necesaria para obtenerlos no siempre coincide; no es suficiente a la hora de saber hacer las cosas en el mundo del trabajo.

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3- Valorar las oportunidades de capacitación como un excelente aporte para mantener la competitividad en el mercado del trabajo y no como una obligación que no hay más remedio que cumplir.

4- Mirar todo lo que ya está hecho como algo que puede ser mejorado. Esto es, encarar el trabajo concreto con una actitud exploratoria, con la confianza de que siempre habrá una mejor manera de hacerlo y con la convicción de que algunas de ellas las podemos descubrir o inventar nosotros mismos.

5- Considerar al mundo y a nosotros mismos en un constante proceso de cambio y, en consecuencia, como incluidos dentro de una espiral de aprendizaje cuyas limitaciones no se corresponden con edades cronológicas sino con actitudes mentales.

6- Compartir información, estar dispuesto a enseñar y atreverse a preguntarles a quienes más saben para poder aprender de ellos. Todas éstas son poderosas herramientas de capacitación informal, en general desaprovechadas sólo por prejuicios.

7- No refugiarse en la idea de yo no sirvo para vender. Todo el que quiera progresar en su carrera deberá ingeniarse para vender sus conocimientos y su capacidad laboral.

Deberá saber escuchar a los clientes internos y externos y aprender a identificar sus necesidades y buscar el modo de satisfacerlas, o de persuadir inteligentemente para que las modifiquen. Lo que en todo caso deberá evitar es llegar a la confrontación inútil basada en sospechosos modelos ideales acerca de cómo deberían ser las cosas que, por supuesto, coinciden exactamente con su modo de ver y no con el de los demás.

8- No creer que hoy resulta suficiente con demostrar una alta capacidad técnica. La incapacidad para el trato interpersonal reflejado en dificultades para integrarse en equipos, para comunicarse eficientemente, para conducir personas, para negociar asuntos internos, para tolerar tensiones y, por sobre todo, para manejar conflictos en lugar de evitarlos, suelen ser el talón de Aquiles de grandes promesas técnicas que apuntaban a un futuro laboral brillante.

Autor Jorge Omar Hambra – (Licenciado en Psicología y director de la consultora Joh-Psicotecnia)

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