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Los problemas, los conflictos y las contrariedades no son evitables en la vida, constituyen una constante con la que es indispensable convivir. Son muchas las personas que se doblegan ante la adversidad, son menos aquellas que la saben tratar y la convierten en fuente inagotable de crecimiento personal, pero definitivamente son excepcionales aquellas que de la interacción con los problemas generan preciosas Oportunidades y concluyen la experiencia en un estado cualitativamente superior al estado de inicio. 

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Los problemas, dificultades y contrariedades que se nos presentan en la vida tienen un conjunto de características que es necesario conocer y comprender apropiadamente para interactuar con ellas. De esta manera se facilita mucho la tarea de solucionarlas. 

Afortunadamente la naturaleza de los conflictos no es completamente aleatoria: tiene una estructura, responde a una mecánica, presenta un estado y un sistema interdependiente con su entorno. Se puede conocer su dinámica de la misma manera que se conoce la de un fenómeno natural: un huracán, un tornado, una tormenta. Puede entenderse cómo se forman, cómo se desenvuelven, qué tan graves son, cuanto pueden durar y qué daños pueden provocar. Al igual que estos otros fenómenos naturales, pueden predecirse y dan margen a la anticipación. Un problema puede tener el carácter de un tornado en la vida de una persona y así presenta un paralelo de fuertes emociones: ansiedad, angustia, miedo. Una de las pocas pero trascendentales diferencias que los problemas sostienen en su comparación con esos fenómenos de la naturaleza, justifica plenamente la atención que se les debe prestar: se conoce como se forman, como se inician y también como pueden terminar. Esto último es justamente lo que no llega a determinarse en un fenómeno natural. 

Introducirse en el conocimiento profundo de la naturaleza de los problemas es una inversión que produce sustanciales réditos. En ella está comprometida nuestra calidad de vida y nuestro potencial de realización plena como personas.

Conozcamos algunos aspectos básicos: 

En primer lugar, es importante diferenciar los problemas en sí mismos de sus causas y sus efectos. Lo primero, es decir la identificación precisa de las causas, constituye el factor principal para encontrar la solución del problema. 

Lo segundo, la identificación y tratamiento de sus efectos, determinará si la solución puede, o no, llevarse a cabo. 

El entendimiento de esta relación causal permite ser eficiente en la resolución de conflictos. 

El error más importante en el que incurrimos es suponer que el Problema es una entidad, nuestro enfoque hacia él es habitualmente holístico. La inevitable carga emocional que los problemas provocan contribuye bastante a la comisión de este error. En la mayoría de los casos apenas tenemos la capacidad de visualizar parcialmente el Problema. Pocas veces se alcanza a comprender toda la relación causal. Y esto es más grave entre que mayor e intempestivo es el Problema. 

Lo primero que provoca en nosotros la aparición del Problema es una reacción. Nuestros pensamientos y nuestras acciones se sitúan primero en la parte de los efectos que tiene esta relación causal. Allí se dirige la atención y los primeros esfuerzos. Habitualmente este comportamiento tiene un contenido altamente emotivo y por ello mismo confunde más la percepción integral del Problema y dificulta su solución posterior. Tarde iniciamos el acercamiento reflexivo hacia el problema para visualizarlo mejor y comenzar a entenderlo y por supuesto, mas tarde aún el proceso de identificación y evaluación de las causas del problema. A veces esto último no se realiza en absoluto. 

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Cuando llega el momento de Resolver el Problema, la dificultad de la tarea queda íntimamente relacionada con el carácter de las primeras reacciones y con el grado de entendimiento que se alcanzó del Problema y de sus causas. 

Y en la mayoría de los casos ocurre lo siguiente: la reacción inicial ante el Problema no ayudó en nada y terminó por aumentar los efectos negativos. Nuestro entendimiento de hechos y causas es casi tan limitado como la propia solución que estamos poniendo en práctica. 

Interactuar de esta manera con los problemas no es nada provechoso y puede resultar incluso peligroso, tomando en cuenta que los problemas no solo son inevitables en el curso de la vida sino que forman parte de una incansable rutina de la que nadie está exento. 

Probablemente el resultado más triste (y el más costoso) que produce este circuito vicioso sea la negación de un hecho fundamental de la naturaleza misma de los problemas: y es que cada uno de ellos en realidad nos presenta una Oportunidad. Los problemas son SIEMPRE potenciales oportunidades, más allá de su intensidad, de su gravedad o de la gran contrariedad que ocasionen. Emerger victorioso de un problema cambia el estado de una persona: lo hace crecer, lo fortalece, aumenta su experiencia y su capacidad de enfrentar futuras contrariedades. 

La forma de terminar con el circuito vicioso radica en la capacidad que se tenga para Controlar las reacciones que se adoptan ante el surgimiento de los problemas. Cuando el Problema surge ya nada puede hacerse con respecto a él, simplemente ya está allí. Pero esto es una cosa y otra muy distinta es la forma que tome nuestra reacción. Sobre ella si tenemos control, esto sí está a nuestro alcance. 

Las reacciones ante el Problema deben estar lo más desprovistas posibles de carga emocional. Las emociones son el combustible que los problemas precisan para tomar cuerpo, crecer y lastimar. Las reacciones más serenas, las menos emotivas son las que moderan los efectos negativos que trae el Problema. Las reacciones de carácter opuesto nos convierten a nosotros mismos en nuestros peores enemigos. El Problema en sí es sólo un conjunto de hechos, es algo completamente impersonal; somos nosotros quienes le insuflamos vida y lo convertimos en una entidad activa, dominante. Entonces el Problema crece y muta de un estado a otro volviéndose ingobernable. 

Controlar las reacciones que tenemos ante el Problema es tarea muy difícil y en esta dificultad radica el factor que diferencia a la mayoría de la gente de aquellos pocos que salen airosos de la contrariedad. Para vencer es indispensable reprimir bruscamente el estado emocional y activar la racionalidad. 

La reacción primaria cuando se presenta el Problema debe ser solamente una larga pausa, lo más larga posible. No hacer y no decir nada: desactivar los circuitos nerviosos. Inmediatamente después debe activarse la razón y debe ser enfocada estrictamente al análisis y a la evaluación del Problema, es decir a los hechos concretos que éste presenta. En esta tarea es también recomendable tomarse todo el tiempo que fuese posible, el tiempo debe jugar siempre a favor de la solución y no del Problema, (por supuesto que el análisis de estos problemas no está considerando ningún accidente o catástrofe que se desarrolla en segundos, ello ya corresponde a otra categoría). 

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Luego del análisis Racional del Problema como conjunto de hechos, la cabeza sustituye al estómago en el establecimiento de una primera respuesta. Esta primera respuesta debe ser sólo eso: una aproximación a la solución, un acto que “acote el terreno” en el que se desenvuelven los hechos, un esfuerzo para evitar que el Problema tome más proporciones de las que ya ha alcanzado. Esta primera respuesta es una forma de aplicar “paños fríos” a la situación. La persona entrenada para encarar problemas con ventaja desarrolla mucha habilidad en esto. Un “paño frío” clásico es la serenidad que pueda demostrarse (no la indispensable que debe tenerse sino aquella que puede exhibirse). Esto ayuda mucho para contar con el apoyo de las personas que estén a nuestro alrededor. Otro “paño frío” útil es la comunicación activa con todas las personas que puedan verse involucradas en la solución del problema, informándoles de los hechos y evitando que tomen cualquier acción que proyecte el Problema más allá de los límites que estamos fijando. 

Otra acción rápida debe establecer con claridad los conductos autorizados para el tratamiento del problema. 

La primera respuesta tiene mucho que ver con ordenar la situación y evitar el caos que con frecuencia provocan los problemas. 

La Solución de fondo al Problema surge como producto de un análisis exhaustivo de las Causas que éste tiene. Aquí el tiempo debe ser necesariamente un aliado. Esta es una etapa completamente racional, la mente determina las pautas conceptuales y las acciones a seguir. De aquí surgen las respuestas profundas, en materia y en tiempo; soluciones que no solo resuelvan favorablemente la problemática sino que establezcan también fundamentos para que los hechos no se vuelvan a repetir con facilidad. Por esto último se afirma que la Solución no solo debe resolver el Problema, también tiene que superarlo, hasta un punto en que el estado final de las cosas exceda en calidad y en beneficio al estado original.

 Alcanzar este nivel tampoco es sencillo y constituye otro factor que discrimina a muchos por muy pocos. La mayoría de la gente no siempre sale victoriosa de su relación con las adversidades, otro grupo menor apenas las resuelve, pero en definitiva son muy pocos los que consiguen salir de los problemas en un estado mejor del que tuvieron en su inicio.

 Por último existen dos cosas adicionales que deben hacerse:

 1.- Un inventario del Problema. Esto enriquece la experiencia y permite desarrollar “antídotos” ante la circunstancial probabilidad de que el hecho se repita en el futuro.

 2.- ¿Qué Oportunidad debo identificar como producto del Problema? La respuesta a esto es puro crecimiento. En este punto los problemas se convierten en una bendición y consuman la paradoja. Esforzándonos para encontrar esta respuesta, sellamos la victoria, demostrando a todos que formamos parte de ése grupo reducido que en situaciones favorables o adversas solo extrae de la vida lo mejor que ésta ofrece.

 Permítanme concluir con este pensamiento que resume mis propias experiencias:

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 Al final de esta historia que no ha concluido, después de un largo camino lleno de sinuosidades, cuestas empinadas y descensos vertiginosos, hermosas visiones rodeadas de brillante luz e imágenes ocultas por poderosa oscuridad, la vida me ha permitido descubrir una amistad como no hay otra: mi amistad con los Problemas. Esta amistad tiene bases simples, se fundamenta en una relación sencilla. Y como todo lo simple y lo sencillo en este mundo es a la vez grandioso y conmovedor.

 La base fundamental de la Amistad que tengo con los Problemas es ésta: ¡Nada en esta vida me ha hecho CRECER más que mi constante interacción con ellos! Ningún maestro ha sido más sabio, nadie me ha brindado más oportunidades, ningún consejo ha sido menos egoísta, nada ha resultado más estimulante. Mi relación con los Problemas ha permitido, además, que descubra la esencia del Amor, amor para conmigo mismo por esa capacidad inagotable que tenemos para superar las dificultades, amor para con los otros a quienes se tiene que recurrir para vencer la adversidad y a quienes debe protegerse; y sobretodo amor para con la Vida que sin cansancio nos demuestra que tras toda noche oscura y fría siempre sale el Sol.

 Autor Carlos Eduardo Nava Condarco – carlosnava365@gmail.com 

Natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente Socio Gerente de la empresa CHAINS SRL, administradora de la cadena de restaurantes de Taxi Subs, Pizza Uno, Chifa Box, Clock’s, Buenos Aires Grill, Family Center y Big Ben. Es autor de los libros “El Strategos y la guerra en el mundo de los negocios” y “Los Problemas y Yo: historia de una amistad”.

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