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Nuestra amiga, Teresa Benedetti, nos cuenta en su artículo que, un buen equipo de trabajo puede lograr una producción de calidad. Cualquiera sea la tarea desempeñada ésta puede cumplirse con elevados estándares de exigencia y satisfacción.

Un equipo de trabajo brinda confianza hacia fuera y oferta tranquilidad a quien delega en él. Es reconocido y convocado. Atrapa las miradas y se transforma en referente. Inspira respeto. Es confiable.

Un buen equipo de trabajo es apreciado en su totalidad, percibiéndose  desde afuera como un sistema – lo es- y  brilla con mucha más luz que aquella otorgada por la individualidad.

Un buen equipo de trabajo tiene un auténtico interés: conseguir la excelencia de la tarea en  pos de la creación de productos de valor. Productos que enriquecerán la calidad de vida de los otros.

Ejemplos sobran. Se podría pensar en equipos de científicos investigando temas que azotan a la humanidad; los equipos que integran las orquestas sinfónicas; los equipos encargados de desarrollar un emprendimiento de ingeniería; los equipos deportivos y así…muchos más.

Pero “la obra” terminada no solo es producto del conocimiento de cada uno de los integrantes del equipo. Si bien es condición necesaria, no es condición suficiente.

Al “conocimiento específico de la tarea” lo sostienen las relaciones que establecen entre sí los integrantes del equipo. Siendo éstas las verdaderas disparadoras de la obra producida.

La armonía en los vínculos, junto con el entusiasmo de trabajar alineados tras visión y misión constituyen la matriz sana de un equipo.

Cuando se habla de matriz sana, se habla del punto de partida; de la decisión definitiva de aprender juntos, comenzando la transición hacia un equipo inteligente.

¿En que reside la inteligencia de un equipo

Hay muchos aspectos; aunque es la gestión de sus emociones la que resulta decisiva.

Las emociones asaltan todo el tiempo cuando un equipo entra en acción sobre todo en los comienzos del proceso generativo. Emergentes de conflictos que se arman y desarman continuamente, no existe equipo de trabajo sin estos fenómenos.

El conflicto es inherente a la naturaleza humana. Es parte del proceso. Conflicto y equipo resultan ecuacionables

El equipo bulle en desacuerdos y acuerdos, en desencuentros y encuentros. Y las emociones desbordadas, insisten en no desprenderse de estas dinámicas. Frecuentemente obstaculizan de tal manera, que el sistema es llevado al límite; todos temen su colapso…entonces es necesario aprender a gestionarlas.

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La gestión de las emociones es el proceso por el cual las emociones dejan de “tener a las personas” para pasar a que las personas “tengan a sus emociones”

De la frase: – “Me tomó la emoción y ya no pude controlar nada”;  se pasa a la frase: “Tengo esta emoción; la reconozco, la acepto, la distingo de mis otras emociones, me acompañará en mayor o menor medida, pero ya no me paraliza la tarea.”

Es el paso de la ceguera a la visibilidad. De la inoperancia a la efectividad.

Dentro de las múltiples emociones que invaden a los equipos, es la desconfianza la protagonista indiscutida que interrumpe la conectividad que puedan establecer entre sí, los miembros del equipo. El operador que regula los vínculos. Y ésta no reviste medias tintas: está o no está en el equipo.

Se podría decir: todo se logra con confianza, nada sin ella. Es la base de toda relación humana y la de la comunicación productiva. Ese es el gran trabajo del equipo: lograr la confianza hacia adentro.

A partir de la confianza se logra la alineación y el entusiasmo…

Entendemos por confianza la siguiente idea compartida por todo el equipo:

“Son capaces de cuidarme; nada harían de mala fe “. Entonces “el otro” pasa a ser un colaborador; un compañero en el cual encontrar una ayuda imprescindible. Un protector y también alguien a ser protegido. Ya estamos en el terreno del “nosotros”: el equipo  toma potencia.

Cuando esto sucede cada integrante encuentra en él un referente. Un lugar de pertenencia y todos comparten la siguiente segunda idea: “La competencia está afuera y es en ese espacio donde se juega la batalla”.

Autora Teresa Benedetti – Directora de Nautica Coaching – www.nauticacoaching.com

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