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La familia y la empresa tienen un papel crucial para preparar la sucesión del líder. Es un momento difícil que requiere mucha delicadeza.

Idealmente, las Empresas Familiares deberían experimentar un cambio de mando fluido y sin contratiempos, que asegure un éxito continuo, armonía y rentabilidad. Sin embargo, el proceso a menudo tiene serias consecuencias para la familia y el negocio.

¿Cómo mover un objeto inamovible? La respuesta es la misma que si se intentara mover un elefante de tres toneladas: con mucho cuidado. Se necesita delicadeza y no fuerza, y comprensión en lugar de confrontación.

Es posible que las empresas que aún no han vivido un proceso de sucesión pasen por los momentos más delicados de su historia. Según mi experiencia, si los jefes del negocio familiar no han abandonado la empresa cuando tienen 67 años, es muy probable que no vayan a hacerlo tranquilamente. Su intransigencia a menudo resulta tener más fuerza que la lógica, la amenaza o la manipulación sutil.

Una vez trabajé con una empresa para preparar la salida del patriarca. Después de mucho trabajo, lo logramos instalándole una oficina en el centro de la ciudad, a varios kilómetros de la empresa. Para facilitar la transición, le dimos su propio fax y correo electrónico. A la larga, acabó provocando más problemas, confusión y discordia desde la distancia que si lo hubiese hecho en persona. En estos casos es de gran ayuda evaluar las razones por las que un miembro de la familia, ya mayor, se niega a jubilarse con tranquilidad.

 Normalmente esta reticencia se debe a tres miedos:

Miedo a la pobreza. Muchos fundadores crean su empresa prácticamente desde cero, durante tiempos difíciles o de incertidumbre. Su forma de ver las privaciones y preocupaciones se mantiene incluso después de haber logrado alcanzar una buena posición, una empresa rentable o incluso riqueza. Y es que la seguridad financiera a menudo corresponde a una percepción subjetiva, no a una realidad económica. Aquellos que tienen todavía vivo el recuerdo y la memoria de haber pasado privaciones son menos dados a abandonar su puesto con una buena disposición.

Miedo a la pérdida de poder y control. A menudo, el patriarca teme perder no sólo el poder y el control, sino también las prerrogativas del cargo. El derecho a tener la mejor plaza de parking es más que un lugar para el coche. Además, cuando el fundador camina por el almacén -su almacén- y cada empleado sabe quién es y lo que representa, se crea un sentimiento que actúa como un elixir muy poderoso.

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Miedo a la muerte. Nunca menosprecie el poder de la superstición. Muy pocos se atreverán a decirlo en voz alta, pero uno se sorprendería de ver la cantidad de fundadores que temen que dentro de un año ya habrán fallecido. Esta fantasía puede aparecer de diversas formas:

si su labor en la vida ya está acabada, entonces se ha acabado la vida. El negocio es su vida.

Y como una persona sin metas ni desafíos no tiene motivaciones para vivir, se puede dejar llevar por sus temores y hacerlos realidad.

Hemos oído todo tipo de historias de alguien que aguanta hasta su próximo cumpleaños o algún aniversario importante y muere al día siguiente. Todavía recuerdo el caso de una mujer que se había convertido en consejera delegada tras la muerte de su marido. Diez años más tarde, dos de sus hijos estaban más que preparados para tomar las riendas del negocio, pero ella no cedía ni un ápice porque dejar la empresa representaba volver a perder a su marido. Tratar de alejar estos temores es como tratar de luchar contra un fantasma. No es de esperar que la gente que ha tenido poder y control durante años vaya a admitir sus miedos. Han encontrado una forma muy eficaz de aplacar e incluso olvidarse de ellos: dirigir el negocio. Normalmente, no funciona esperar a que entreguen las riendas del negocio por alguna razón lógica. Por eso, me parece muy útil tratar el tema de los miedos no a través de la lógica o el ridículo, sino con una actitud aseguradora y tranquilizadora. Quizás el error más frecuente es confundir tranquilizar con tratar de hacer creer a alguien que algo no existe.

Una actitud tranquilizadora significa que uno reconoce que el miedo es intratable y que hay que buscar una solución que ataque la realidad de ese miedo.

Revisemos de nuevo estos tres miedos y busquemos algunas soluciones:

• Ante la preocupación financiera, ayúdele a buscar otras fuentes de ingresos. El miedo a la pobreza no necesita un salario igual al que se está renunciando. Sólo necesita la seguridad de tener un ingreso, aunque sea de manera irregular. Puede por ejemplo, proponerle un trabajo de asesor o una labor social (por ejemplo, ayudando a otros emprendedores que empiezan o creando una fundación).

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• Ante el miedo de perder poder y control, analice la posibilidad de darle a quien se retira la responsabilidad de organizar los eventos de la empresa (acontecimientos que no interfieran con la toma de decisiones estratégicas, tales como encuentros sociales u otros proyectos especiales) o quizá servir de portavoz entre la empresa y la sociedad. No le quite la plaza de parking ni cambie el logo de la empresa en caso de que lleve su nombre. Conmemore la transición con una ceremonia empresarial y familiar en la que se honre tanto al que sale como al que entra. Si tiene página web, dele su propia sección.

• Ante el miedo a la muerte, creo que es crucial encontrar nuevos intereses, algo que le dé energía y una nueva forma de ver la vida. Ayúdele a entrar en actividades filantrópicas o de voluntariado. Además, hay que aprovechar el cambio natural que vive compartir numerosos conocimientos, experiencias y sabiduría. Se trata de una tendencia que va en aumento y la gente que cede el testigo a la próxima generación está en inmejorables condiciones de aprovechar esta nueva realidad.

Autor Bernard Kliska, consultor de Empresa Familiar

 

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