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El libro “El Factor Humano – Nelson Mandela y el partido que salvó a una nación” de John Carlin nos ayuda a entender el proceso de salida del Apartheid desde el encarcelamiento de Nelson Mandela en 1962 hasta 1995, fecha en que los Springboks (seleccion de rugby Sudafricana) ganaron el Mundial de Rugby, consolidando la unificación nacional. (Este es el libro original de la película Invictus (“El Factor Humano” en español), estrenada este año con Matt Damon y Morgan Freeman.)

De este proceso se pueden extraer muchas lecciones súper valiosas y concretas a la hora de encarar procesos de cambio profundos en organizaciones donde hay grupos con posiciones muy opuestas.

 

  • Pequeños gestos pueden valer más que mil palabras.

Siempre que recibía gente, aun siendo Presidente, Mandela se ocupaba de atender a su invitado con el mayor respeto y dedicación. Levantarse a saludar cuando la otra persona entraba, presentarse diciendo humildemente “Hola, soy Nelson Mandela, ¿cómo está?” y servir el te personalmente son pequeños detalles que pueden atravesar una atmosfera de enfrentamiento.

Contar historias personales también es un arma muy poderosa. “Mandela se reía mientras contaba la anécdota, una historia curiosa para contarle al capitán Springbok (Francois Pienaar) en una reunión que había convocado con el claro propósito de forjar una relación con él para prepararse para la Copa del Mundo de Rugby del año siguiente. Era una historia especialmente ligera e insustancial dada la solemnidad del entorno (…). Pero la historia (…) fue útil, porque ayudo a crear precisamente el tipo de intimidad y complicidad que el Presidente quería establecer con el joven. Al contarle lo que era una especie de confidencia privada, una historia que Pienaar no podía leer en los periódicos, Mandela encontró una forma de llegar al corazón del abrumado capitán de rugby, de hacerle sentir como si estuviera en compañía de su tío favorito.

image Mandela siempre cuidó y respeto mucho los símbolos de ambas partes, utilizándolos muy sabiamente para pasar un mensaje cuando era necesario. Por ejemplo cuando usó primero el gorro y luego la camiseta de los Springboks. “El simbolismo era alucinante. Durante décadas, Mandela había representado todo lo que más temían los blancos; durante más años todavía, la camiseta Springbok había el sido el símbolo de lo que más odiaban los negros. Ahora, de pronto, los dos símbolos negativos se habían fundido para crear uno nuevo que era positivo, constructivo y bueno. Mandela era el responsable de esa transformación y se había convertido en la encarnación, no del odio y el miedo, sino de la generosidad y el amor.”

  • Apelar a aquello que nos une

“Al acabar su misión militar, Garibaldi dijo: ‘Hemos hecho Italia, ahora debemos hacer italianos’. En realidad, el reto que aguardaba a Mandela era más difícil que el de Garibaldi. <<Italia estaba dividida pero era homogénea. Sudáfrica, en 1994, era un país dividido histórica, cultural y racialmente, y en muchos otros aspectos –añadió Haysom-. Por muchos discursos, negociaciones, constituciones que hubiera, no bastaba por si solos para “hacer sudafricanos”. Hacía falta algo más que uniera a la gente. Era necesario que Mandela hiciera lo que mejor sabia hacer: elevarse por encima de nuestras diferencias, ser más grande que todos esos factores que nos separaban y apelar a lo que nos unía.>>”

Aquí deberemos ser creativos. Lo que nos une es siempre nuestra humanidad pero cómo lograr que esta se eleve por sobre todas nuestras diferencias y se haga visible no es evidente.

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Mandela logró unir a toda la nación Sudafricana detrás del triunfante equipo de rugby. Hizo que todos –blancos y negros- se sintieran parte de algo más grande y olvidaran sus diferencias. De esta forma “La gran tarea de su presidencia, asegurar los cimientos de la nueva nación, <<hacer sudafricanos>>, se había completado no en 5 años sino en 1. De un plumazo había eliminado la amenaza de la derecha. Sudáfrica no había tenido tanta estabilidad política en ningún momento desde la llegada de los primeros colonos blancos en 1652.

“Aquel partido hizo por nosotros lo que no habían podido los discursos de los políticos ni los arzobispos. Nos electrizó, nos hizo comprender que era verdaderamente posible estar todos en el mismo bando. Nos dijo que era posible convertirnos en una sola nación”.

“Al rendirle tributo a él, estaban rindiendo tributo al gran valor del <no racismo> por el que había soportado 27 años de cárcel. Estaban pidiendo perdón y aceptando el generoso abrazo de él, que a través suyo, la Sudáfrica negra, les estaba ofreciendo.”

  • La calidad de la intervención depende la calidad del interventor

Es aquí donde todo nuestro desarrollo personal entra a jugar un rol primordial. Solo lograremos que grupos opuestos se sientan parte de un todo si nosotros mismos los sentimos. Aquí no hay lugar para hipocresías.

“Su arma secreta era que daba por supuesto no solo que le iban a caer bien las personas a las que conociera, sino que él les iba a gustar a ellas. Esa enorme seguridad en sí mismo, unida a la sincera confianza que tenía en otros, era una combinación tan irresistible como encantadora.”

“Era un arma tan poderosa que engendro un nuevo tipo de revolución. En vez de eliminar al enemigo y partir de cero, incorporo al enemigo a un nuevo orden deliberadamente construido sobre los cimientos del viejo. Al concebir su revolución, no solo como la destrucción del apartheid, sino, a largo plazo, como la unificación y reconciliación de todos los sudafricanos, Mandela rompió el molde histórico.

“Otro tipo de líder del CNA (partido de Mandela) habría podido escoger la opción, más fácil, de apelar a la indignidad y el dolor que había sufrido la Sudáfrica negra y convertirlos en un enfrentamiento violento. Hacía falta una sabiduría poco frecuente para que Mandela dijera a su gente (…) <<Entiendo vuestra ira. Pero, si estáis construyendo una nueva Sudáfrica, debéis estar preparados para trabajar con gente que no os gusta.” 

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Una vez mas, Mandela nos ilumina con su sabiduria… Como podemos llevar estos aprendizajes a nuestra vida cotideana?

Autora Ingrid Toppelberg

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