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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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El fundador no ha pegado ojo en toda la noche. Y las anteriores tampoco fueron mejores. Las incertidumbres y las preocupaciones se manifiestan en forma de grandes bolsas bajo los ojos, y en la expresión de su rictus, que revela el bloqueo y la angustia. Lleva años viendo venir este momento, y años evitando afrontarlo y sentarse con los suyos para poner encima de la mesa el dilema de la continuidad de la empresa familiar. Y eso que se ven a diario, incluso en vacaciones. Pero, ¿por dónde empieza?, ¿con quién lo habla? Cree que si comparte sus temores, no hará sino empeorar las cosas y mostrarse débil, algo que le incomoda y a lo que, sinceramente, no está acostumbrado.

Pero pronto entenderá que lo mejor que puede hacer es precisamente eso: sacar el tema, escuchar, compartir sus reflexiones. Sólo así podrá buscarse una solución satisfactoria para todos. RENÉ DESCARTES escribió al final de sus días que su vida estuvo llena de tragedias que jamás sucedieron. ¿Te has parado a pensar cuántas veces nos desgastamos flagelándonos con problemas reales o potenciales en lugar de emplear nuestras energías en encontrar salidas constructivas?

¿Qué hacer?

1) COMPROBAR SI EXISTE O NO VOCACIÓN DE CONTINUIDAD EN NUESTRA FAMILIA EMPRESARIA, SIN PREJUZGAR NI DAR NADA POR SUPUESTO:

Lo primero es conocer la situación real, no la que llevamos años imaginando (y a veces, como en las películas, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad). Y para saber si hay vocación de continuidad en la familia empresaria, hay que hablarlo con todos, los mayores y los sucesores, la generación saliente y la que, eventualmente, tomaría el testigo.

Esa reflexión y esa conversación requiere tiempo, actitud de escucha, empatía y sinceridad. El alcance del compromiso es lo suficientemente grande como para asumirlo ilusionado y de forma voluntaria, no cómo una pesada losa que se vive como inevitable. Cuidado con las “lealtades invisibles” que nos llevan a tomar decisiones contra nuestro propio criterio por no defraudar lo que creemos que son las expectativas del otro, equivocándonos muchas veces incluso en la realidad de esas supuestas expectativas y arrastrando las consecuencias de nuestro error. He conocido a muchos padres empresarios que han dejado su empresa en manos de su hijo sabiendo que no era el más indicado para gestionarla, pensando que otra solución alternativa supondría un agravio para su vástago, llamado “desde siempre” a ejercer ese rol. Y he conocido también a varios de estos hijos dispuestos a “sacrificarse por la causa”, con la sensación de haber sido premiados contra su íntimo deseo con el honor de ocupar la silla…..eléctrica.

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2) NO DRAMATIZAR

Es fundamental mirar la situación con objetividad, superando barreras emocionales que pueden impedirnos tomar a tiempo las soluciones correctas, y sabiendo que no se acaba el mundo.

3) DISTINGUIR ROLES Y CONTEMPLAR LOS DISTINTOS ESCENARIOS POSIBLES

¿Qué significa para ti que nadie quiera continuar? ¿Qué ninguno quiere trabajar en la empresa familiar? Puede delegarse la gestión en profesionales externos y la familia empresaria quedarse en el capital como accionistas y con algunos puestos en el plano del gobierno (Consejo de Administración). De hecho, según los casos y sobre todo, a partir de la tercera generación, ésta ha sido a veces una buena receta para la continuidad de la empresa.

¿Tampoco desean ser accionistas? ¿Quieren vender? Vender no es una mala opción si la alternativa es entrar en un declive irreversible derivado de la falta de identificación y compromiso con ese proyecto empresarial, falta de competitividad o diferencias irreconciliables que hacen inviable la convivencia y la toma de decisiones. Y, de nuevo, muchas veces es esa venta la que logra garantizar la continuidad de la empresa (aunque ya no sea de esa familia empresaria), siendo múltiples las opciones posibles: compra por los propios directivos, entrada de un capital riesgo, absorción por un competidor, etc…
Si la decisión es ésta, hay que preparar la empresa para optimizar su valor en el mercado, preservando en lo posible su viabilidad y su capacidad de generar empleo estable, y conviene también pactar las reglas del juego entre los accionistas para que la operación pueda desarrollarse de forma fluida y sin perder, por desavenencias entre ellos, buenas ofertas.

Conozco muchas familias que un día decidieron vender su empresa familiar y que con el fruto de la venta se han reinventado como familias empresarias. No es el final. Es una evolución diferente.

¿Cuál es el camino? Pues depende de adónde quieras llegar. Eso es lo primero que debéis saber para trazar la mejor hoja de ruta.

El fundador del principio ha cambiado el rictus. Parece más relajado. Hoy dormirá bien.”

Autora Julia Tellez

http://www.laempresafamiliar.com/comunidad/blogs/julia-tellez/2010/11/02/%C2%BFy-si-nadie-quiere-continuar-la-empresa/

 

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