Con el paso de los años, los planes de negocio o planes de empresa se han convertido en herramientas más que usuales para los emprendedores. De hecho, este colectivo puede dividirse en dos grandes categorías: los que disponen de un plan de empresa y los que aún lo están elaborando. En efecto, si tienes una idea de negocio jamás podrás reconocer en público que no dispones de plan de empresa sin que aflore la inquietud o sin que un intenso rubor invada tus mejillas. Si no tienes plan de empresa, tu proyecto emprendedor tendrá todas las papeletas para ser invisible o incluso inexistente.
No obstante, tal vez haya llegado el momento propicio para que formulemos una pequeña reflexión crítica y constructiva sobre ese documento filosofal, al que pomposamente denominamos plan de empresa. En primer lugar, hemos de preguntarnos por qué dedicamos tiempo, esfuerzo o dinero para disponer de un plan de empresa para nuestro futuro negocio.
No hay una respuesta homogénea. Unos sujetos, los más, se afanan en construir un plan de empresa atractivo para atraer recursos económicos -de administraciones públicas, de inversores, de business angels, de sociedades de capital-riesgo, etc.-, mientras otros buscan el respaldo de una guía de acción, de un documento técnico que resuelva posibles interrogantes, incertidumbres o contingencias que puedan aparecer en el horizonte futuro.
En casi todos los casos, el plan de empresa suele articularse, bien como un documento puramente administrativo y formal (por no decir burocrático), o bien como una foto fija de nuestra idea de negocio, en este mismo instante, sin considerar la evolución previsible del contexto o los factores de riesgo e incertidumbre que nos aguardan a la vuelta de la esquina. Es más, las previsiones o el consabido análisis DAFO, que siempre encontramos en estos documentos, rara vez constituyen planteamientos estratégicos efectivos capaces de ayudarnos a afrontar un futuro caracterizado por el cambio.
Dicho de otro modo, usualmente los planes de empresa carecen del dinamismo necesario para afrontar el cambio y no acostumbran a aportar procedimientos ni estrategias, ni sensibilidades, ni actitudes para minimizar riesgos y crecer en medio de la incertidumbre. Si se me permite la expresión, el plan de empresa, tal y como lo concebimos en la actualidad, es un potente antídoto contra la innovación.
Pero también podemos aplicar criterios de innovación al propio concepto de plan de empresa y a la forma en la que lo elaboramos. Sin duda, algunas pautas generales podrán ayudarnos a elaborar un plan de empresa más útil, actualizado, flexible, vivo y dinámico:
Autor Manuel Ramos
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