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A días de cumplir 90 años, este empresario santafesino continúa desplegando su verborragia y galantería para encarar la actividad comercial, en este caso, destinando parte de lo que recauda a instituciones de bien público. Recibió un premio por su accionar.

UNA ALEGRÍA. “El 21 de febrero cumplo 90 años. Parece increíble pero es así: a Dios gracias llegué a eso. En mi niñez, tener 70 años era ya estar en una vejez bien pronunciada pero hoy se dice ‘qué joven’. Ya los 100 años se van alcanzando. Por eso, quiero agradecer y reconocer a la gente que me ha brindado siempre afecto y cariño, lo que me halaga”.

DESDE ABAJO. “Nací en un pueblo, María Susana, del departamento San Martín. Cuando terminé mi escuela primaria me vine a Santa Fe a trabajar a la farmacia de mi hermano Olivio, con mi otro hermano, Andrés. Aún siendo hermano del dueño, abordé una bicicleta, salí a hacer de cadete, a pasar el trapo al piso; en fin, conocer el sabor a la galleta. De esto no estoy arrepentido, todo lo contrario. Fue así cómo uno se va encaminando. Extrañé a mi pueblo en mis primeros años. Fui tres años a la escuela nocturna de contabilidad, a la Mariano Moreno, porque siempre me gustó saber un poco más de lo nada que sé. Me sirvió, me gustó y ayudó”.

LA COMPETENCIA. “Después de 30 años empezó a haber más farmacias en la ciudad y había una competencia un tanto aguda. Le dije a mi hermano que -a mi modesta manera de ver las cosas- había una forma de reactivarla. Tomando las medidas que fueran necesarias, con toda tranquilidad íbamos a duplicar las ventas. Había que remodelar toda la farmacia, sacar la vidriera y poner por lo menos una empleada para perfumería. Pero eso no me lo aceptó, aunque siempre en un plano cordial, nada enojoso. Después de una segunda conversación y su rechazo le dije que estaba con las ganas de siempre pero que si encontraba algo que me gustara, con total agrado me iba, en el sentido de buscar mi porvenir”.

UNA DIFÍCIL DECISIÓN. “Lo mío fue una epopeya: me fui de la farmacia en menos de 24 horas, tras un diálogo prolongado con un señor que me concedió la representación de Poxipol. Tuve que rearmar todo: no era lo mismo ser empleado que haber tomado un compromiso que me significaba una especial manera de pensar y obrar. Con todo pesar y lamentación dejé la farmacia. No hubo ningún enojo por parte de mi hermano, a quien reconozco como un padre para mí y una buena persona. Él ya estaba sobreaviso sobre esta posibilidad porque no me veía recompensado. Habíamos abierto la farmacia el 1º de enero de 1937, cuando los tres éramos solteros. Pero después vino el casamiento de todos y las familias se agrandaron. No sé si haberme ido de la farmacia fue una irresponsabilidad o una locura; me fui con cuatro cachorros y una señora, buscando mejor remuneración”.

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OTRO RUBRO. “Un día, en vez de calzarme el guardapolvos de la farmacia, me subí a la motocarry y salí a buscar nuevos horizontes. Me hice cargo de esa representación de la empresa Akapol el 1º de enero de 1963, que después me dio otros productos, con la que trabajé durante 15 años. Pero en los primeros meses llegaba sin vender nada; nadie conocía la marca. Eso me deprimía y pensaba si había tomado la decisión correcta. Pero el tiempo me ayudó grandemente. Comenzaron a hacer propaganda de ese producto y tuvo mucho éxito. Así se expandió ese árbol principal de buen tronco que era Poxipol. A los 15 años me notificaron que la marca pedía exclusividad. Les dije que no, que tenía armada la petit empresa. Siempre pensé que quería a mis hijos independientes y por eso quería que tuvieran el negocio para defenderse. Mi hijo Carlos comenzó a encargarse de las primeras ventas y luego le dio un impulso al negocio. Hay juventud y ganas. Es una linda y especial empresa que trabaja bien”.

UN BUSCAVIDAS. “He sido una persona a la que le gustó mucho la actividad comercial. Le cuento una pequeña aventura: siendo cadete salí a vender autos. Era el año “48 y el que tenía un auto, sobre todo nuevo, era un potentado. Era soltero y tenía libertad de acción. Salía después del mediodía, los sábados. Si veía un auto nuevo tocaba el timbre de la casa para ver si lo vendían. Si me decían que no le decía que tenía esa dirección que me habían dado, pero a veces salía el candidato y pude vender varios autos”.

IDEAS PRODUCTIVAS. “En la misma farmacia tenía una mensajería, lo que hoy sería una cadetería. Tenía 4 muchachos que daban vuelta por la ciudad repartiendo muestras gratis para médicos. Había como 80 visitadores médicos y tenía cerca de 70 abonados. Me resultaba interesante esto porque me permitía duplicar el sueldo de la farmacia. Eran diferentes ideas productivas que tenía. También vendí calentadores La Pollita: los sábados tomaba el ómnibus, el famoso Caballlito Criollo, e iba a San Jorge a hablar con un señor que los hacía. Era una carcaza de aluminio, elegante, a querosene, una joyita. Me fue muy bien”.

SU ORGULLO. “Mi familia siempre estuvo bien cubierta. Estela, mi señora, fue muy noble, muy buena, una colaboradora monetaria también. Era maestra y ejercía y eran unos pesos que entraban al hogar para solventar ciertas necesidades. Fue una gran mujer y gran madre, con un carácter un poco antagónico al mío, muy suave, muy delicada, pero muy bien. He tenido satisfacciones muy lindas: mis hijos están bien ubicados y tengo 9 nietos: tres de mi hija María Estela, nobles y buenos; tres de Carlos, mujeres, lindas y buenas; uno de Marta (tengo la pena permanente y la espina que me deshace el corazón por la pérdida de esta hija tan valiosa, capaz e inteligente), Nacho; y dos de Juan, estudiantes universitarios”.

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LOABLE ACCIONAR

Carlos Benassi recibió en noviembre de 2009 el Primer Premio a la Excelencia Humana e Institucional de IADE “por su loable accionar” a nivel comunitario, “convirtiéndose en ejemplo a imitar o tener en cuenta, sirviendo de guía para toda la sociedad”. También fue reconocido por la empresa que él dirigió hasta hace 20 años, por su trayectoria.

ACTIVIDAD SOCIAL

“Cuando dejé el negocio a mi hijo empecé a hacer unos calendarios pero con los teléfonos útiles, para aprovecharlo mejor comercialmente. Trabajé mucho y tengo mi clientela. Esto me permitió salir de mi casa, ya que me apenaba ver a mi señora, cuando enfermó. También hago obsequios para el Día de la Madre, con una dedicación especial”.

Cabe aclarar que parte de lo recaudado lo destina a instituciones de bien público de nuestra ciudad.

así soy yo

Fuente http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/02/19/nosotros/NOS-06.html

 

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