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La fortaleza y la debilidad son temas que han cobrado en los últimos años un significado y una exposición superior. Los cuadros FODA es probable que, entre otras causas, hayan contribuído a ello.
Quisiera aportar algunas ideas que puedan funcionar como disparadoras. Y quisiera hacerlo desde un punto de inicio contradictorio. El título sería:
“La debilidad se ve en la fortaleza. La fortaleza se aprecia en la debilidad”.
Y no es un juego de palabras. Intenta ser una mirada que evita la superficialidad de los lugares comunes. Y como el liderazgo es un tema que abordamos desde esta publicación, sus caras y su ejercicio (desde la aparente fortaleza o desde la aparente debilidad ) le confieren un interés a su abordaje.
Un buen comienzo es asumir que la mirada propia no es necesariamente la del otro. Así cuando nos sentimos fuertes quizá desde la otra mirada nos vean autoritarios, poco flexibles. Al contrario, en situaciones de liderazgo de aparente debilidad es probable que desde otra interpretación puedan distinguir una persona sensible, accesible, componedora.
La exacerbación de situaciones de fortaleza (detentar poder se transforma en un punto importante aquí) requiere de mínima una pequeña disgresión. Acá es bien aplicable aquella conocida frase que dice algo así como “dime de que te ufanas y te diré de que careces”.
Toda acción que tienda a exacerbar la imagen de fortaleza por exceso en el uso del poder puede ser inferida como una acción tendiente a ocultar debilidades incapaces de asumir, reticentes a mostrar.
Toda acción que tienda a mostrar a las personas en su justo lugar, con las emociones equilibradas (que incluyen nuestras debilidades) será un puente óptimo hacia la empatía.
Los líderes de hoy provocan, entusiasman y alínean más desde la seducción que desde la orden. Más desde la inspiración que desde la obligación.
No permitirse un resquicio a la debilidad es mostrar algo que no somos. Es falsear nuestra propia naturaleza humana. Es cargar sobre nuestras espaldas (y especialmente sobre el espíritu) un modelo de liderazgo impracticable. Provoca stress en quien lo ejecuta, generalmente miedo en quienes lo secundan.
El justo equilibrio de mando y escucha, de orden y flexibilidad, de “verticalidad horizontalizada” es el camino del liderazgo en los nuevos tiempos.
El líder autoritario está muerto. Porque su estilo nada tiene que ver con las necesidades más arcaicas del ser humano: aceptación, comprensión, estímulos positivos y varios etcétera.
Lo que la tradición se ha encargado de disponer, el nuevo ser del siglo XXI se encargará de disolver.
Autor Prof. Germán Castaños. Creativo. Consultor en creatividad. www.ideavip.com.ar.
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