Por Gabriel Rovayo

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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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Por Gabriel Rovayo

El materializar una idea en un proyecto rentable es cuestión de dueños y empleados. Los emprendedores parten de cero y fundan una compañía; los intraemprendedores parten de una plataforma existente y hacen crecer a las compañías. Los dos comparten valores y están alineados con el objetivo. La gran diferencia está en el riesgo: los emprendedores arriesgan su patrimonio, los intraemprendedores arriesgan el dinero de otros.

El otro día estaba en una reunión informal con un grupo de amigos, dueños de empresas, y se me ocurrió plantearles un dilema: ¿Ustedes son empresarios o emprendedores? Me sonrieron como tratando de hallar alguna malicia en mi pregunta y empezaron a responder. Algunos dijeron: “Soy empresario”; otros prefirieron la fórmula “soy emprendedor” y los indecisos no encontraron mejor manera de salir del paso que autodefinirse como: “Soy un empresario emprendedor”.

Sus reacciones alimentaron mi curiosidad, así que me tomé este tema en serio y fui con la misma pregunta a un grupo de estudiantes MBA de perfil directivo, no dueños sino empleados, y repetí la escena: “¿Ustedes son empresarios o emprendedores? La mayoría dudó. Se miraban como tratando de adivinar qué diría el otro hasta que uno se lanzó: “Soy un gerente de espíritu emprendedor”. El grupo lanzó una carcajada y siguió una reflexión. Sin querer, dejé sembrada en ellos una duda existencial: ¿Solo son emprendedores quienes inician su propia empresa?…

Si nos apegamos a lo técnico, la respuesta es contundente: sí, solo son emprendedores quienes comenzaron un negocio propio. Al menos así lo refiere el Monitor Global de Emprendimiento (GEM, por sus siglas en inglés), que es la más importante investigación en el mundo sobre la relación entre emprendimiento y desarrollo económico local. 

El GEM parte del principio de que el emprendimiento no es un evento, sino un proceso, así que, en función de consideraciones técnicas y teóricas, estableció 42 meses de operación como punto de corte para que una persona pase de emprendedor a empresario. Esto quiere decir que la persona cuya operación empresarial supera este tiempo deja de ser considerado emprendedor y empieza a llamarse nuevo empresario o propietario de negocio, pues la evidencia estadística del GEM demuestra que en este período se superan el costo y la desventaja de ser nuevos.

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Cuando explico esto a mis alumnos, a los empresarios les brillan los ojos, pero a los ejecutivos les queda un mal sabor de boca. ¡Es injusto!, reclaman y se preguntan ¿acaso desarrollar nuevos productos, abrir nuevos mercados o ampliar segmentos de consumo no es emprender? Y tienen razón. Eso también es emprender, pero al interior de la compañía. De esto se trata, justamente, el famoso concepto de intrapreneur o intraemprendedor.

El Diccionario American Heritage introdujo este vocablo, en 1992, asignándole el significado de: “Persona que trabaja para una compañía de gran escala y toma la directa responsabilidad de convertir una idea en un producto rentable a través de la toma de decisiones innovadoras y asertivas”. El término fue acuñado, en los setenta, por el estadounidense Gifford Pinchot en el libro Intrapreneurship, traducido a 15 idiomas y convertido en un best-seller. Poco a poco las publicaciones especializadas, como The Economist, lo han ido popularizando hasta que, en los noventas, académicos y directivos lo formalizaron y tomaron en serio.

Los intraemprendedores son empleados que asumen iniciativas sin necesidad de una instrucción superior. Se enfocan en desarrollar creatividad e innovación, alineados con la visión de la organización. Son personas altamente motivadas, con dotes de liderazgo y alta autoridad formal, derivada de su cargo, e informal, propia de su empatía y poder de influencia en las personas.

Entonces, ¿en qué se parecen emprendedores e intraemprendedores? En su capacidad de asumir riesgos, en la orientación al logro, en la autoconfianza, en el enfoque en objetivos, en el trabajo en equipo y bajo presión, en el olfato para las oportunidades, en el compromiso con un objetivo común, en la perseverancia, en la organización y en la planificación.

Y, ¿en qué se diferencian? En que los emprendedores invierten en su idea plata y persona, mientras los intraemprendedores invierten persona con la plata de otro; en que el emprendedor arranca su negocio de cero y el intraemprendedor parte de una plataforma existente, pero la hace crecer; en que si el emprendedor quiebra, pierde un proyecto de vida, pero si el intraemprendedor falla, pierde un trabajo; en que si el emprendedor triunfa, se lleva todo el crédito y si un intraemprendedor acierta, agrega valor a una empresa o a una marca existentes.

3M fue una de las empresas insignia en promover el emprendimiento interno hace 30 años, cuando uno de sus empleados lideró el desarrollo del producto Post-it (papeles de nota quitaypón), que resultó en un éxito masivo. Ahora, se suman otras compañías con esa visión como Google y Microsoft. Steve Jobs, a la cabeza de Apple, y su equipo de innovación con el que desarrolló las plataformas i (iPhone, iPad, iPod…), son considerados intraemprendedores paradigmáticos.

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Emprendedores o intraemprendedores. ¿Con cuáles quedarse? Con los dos. Ninguno es mejor que otro. Cada uno aporta su parte, el uno es el carbón de arranque; el otro imprime el turbo de crecimiento a la compañía. Lo fundamental es que las ideas se materialicen en proyectos rentables, quien se lleve el crédito es irrelevante. Lo importante es que todos se sientan llamados a emprender y movilicen recursos intelectuales, logísticos y financieros para hacer de esos sueños una realidad.

Autor Gabriel Rovayo, PhD in Business Administration. Decano de IDE Business School, Ecuador.

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