por Lic. Ángeles Elizabeth Vidal Siliceo

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Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
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por Lic. Ángeles Elizabeth Vidal Siliceo

Actualmente, México es un país digno de ser una nación considerada como un lugar optimo de inversión para los extranjeros, frase que suena irónicamente por las condiciones socioculturales, políticas y sobre todo en el ámbito de seguridad pública, por lo que este comentario surge en relación al enfoque humano que existen en las empresas tanto públicas y privadas en otros países.

Mucho se ha hablado del pensamiento del mexicano en cuanto a su percepción, es decir, la imagen que hemos introyectado en nuestra psique desde la infancia al vivir inmersos en nuestra sociedad.

Ahora, pretendo exponer de manera filosófica como esta incredulidad en nosotros mismos como mexicanos ha repercutido en nuestro desarrollo personal y laboral, a tal grado que hemos caído en el escepticismo de no creer en nosotros mismos.

La productividad en México

Actualmente, de una lista de 42 países con los peores niveles de productividad en el mundo, México ocupa el lugar 16, al registrar un retroceso de 31% con respecto a Estados Unidos en los últimos 45 años, destaca un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (Rivera, Arturo, 2010), motivo por el cual es de suma importancia considerar el análisis de estos datos, sin embargo, desde otra perspectiva que no sea en el ámbito económico.

La imagen que se proyecta ante el mundo es una ilusión que nuestros gobernantes han intentando maquillar, al manifestar en múltiples ocasiones que somos un país con un buen rendimiento económico y que cuenta con un nivel de desarrollo ascendente, situación no reflejada en la realidad y no precisamente porque se carezca de materia prima o de recurso financiero como los economistas determinan, yo considero que el problema principal radica en el pensamiento de los que habitamos en México.

Cuantas veces se ha logrado captar externamente ha connacionales que alcanzan el éxito en otros países, hecho que al permanecer en nuestro país no se puede lograr, simplemente porque al vernos inmersos en una sociedad donde el progreso no es asimilado en nuestro cultura nos limitamos y somos escépticos de poder adquirir un estatus que nos deje crecer en nuestro desarrollo personal y laboralmente.

El escepticismo del mexicano

Leyendo a Pirron de Ellis (Roman Alcala, 2005) como exponente de la corriente filosófica del escepticismo me surge la curiosidad por la similitud que presenta al exponer su vida como claro ejemplo de una persona que juzga en todo momento la capacidad de adquirir un conocimiento, comparándolo con el pensamiento del mexicano que de cierta manera es incrédulo de lograr ser una persona culta y capaz de hacer las cosas.

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Sin embargo, lo que intenta este autor es la desintegración de la verdad a partir de la duda y posteriormente desconocer lo conocido, aunque al final intenta que el hombre sea capaz de dilucidar sus inquietudes y alcanzar un estado de conciencia plena. La carencia de preocupación por saber y la actitud de indiferencia por conducirse en la vida sin creencias era la filosofía expuesta de este teórico lo que lo tacho como un individuo que no mostraba interés por la vida y lo que hacía que se proyectara como un escéptico de la verdad.

En este sentido, los mexicanos hemos adoptado este pensamiento cayendo en el extremo, dudando en todo momento no del conocimiento en sí, sino de nosotros mismos.

Es por ende, que la productividad de los empleados que se pueda generar en las empresas en muchos de los casos son números escuetos y en ocasiones decepcionantes para los inversionistas. Pero en otras ocasiones cuando se logra discernir el pensamiento escéptico de los empleados mexicanos se rompe con una estructura limitante y una cultura arraigada al conformismo, y surgen niveles inesperados en la producción y sobre todo en la calidad de las personas.

El trabajador mexicano se puede caracterizar por ser dependiente, individualista y autodevaluado, síntomas que se reflejan en las relaciones laborales.

No existe motivación alguna que permita percibir al trabajo como objetivo de desarrollo personal, más bien, solo se toma como un medio de subsistencia; no importa de que se trabaje, lo importante es ganar dinero. Sin embargo, tras la desmotivación, el mexicano recurre a las festividades como una salida para el desahogo o simulación de felicidad, tal vez para sentirse queridos y conformarse con su trabajo.

Empero, que el mexicano es un fiestero y amiguero por naturaleza, no se refleja esta característica en el trabajo, pues tras el continuo abuso del cual ha sido objeto, en sus relaciones laborales, pondera la desconfianza, la envidia y el querer sobresalir. Y sobretodo quiere sentirse alguien mediante el dinero, medio que no satisface su necesidad de estima y autorrealización. Es en este sentido es que el escepticismo cobra vida en el desempeño del mexicano, ya que solo se apega a una necesidad económica y descarta la capacidad de enriquecerse mediante el conocimiento de sus habilidades.

En condiciones favorables, el mexicano puede ser un excelente trabajador, dispuesto a todo, a colaborar con su esfuerzo y con el deseo de lograr lo mejor, pero necesita sentirse valorado, útil e importante.

Si hablamos de las empresas mexicanas, se supondría la misma situación que sus trabajadores, sin embargo, han existido empresas reconocidas mundialmente por su calidad en sus servicios como es el caso del hotel Camino Real.

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Esta empresa ha logrado este reconocimiento externo porque ha modificado sus valores de trabajo, permitiendo a sus trabajadores, participar y opinar en la creación de nuevas filosofías, que se adquieren como propias y se realizan creyendo en ellas.

Trabajadores mexicanos y empresarios han unido sus esfuerzos hacia el mismo fin: la calidad, la de ellos como personas, la de la empresa y la de sus productos y servicios.

Calidad: la resistencia al cambio

Podemos estar seguros que aunque México no se le considere una potencia, tiene que acatarse a los cambios en la actualidad. Por lo que ante los cambios se puede reaccionar de dos formas: la desfasada y la adelantada según Díaz como lo describe en su libro Calidad?… Si se puede (Díaz Mérigo, 2004).

En la primera consiste en hacer el ciego, sordo y mudo, puesto que adoptamos un papel evasivo a la realidad y nos quedamos con la esperanza de que dichos cambios no nos afectara, pero cuando están encima de nosotros, es cuando se quiere reaccionar, pero por la falta de previsión no es posible.

En la segunda, esto significa una observación permanente del horizonte en busca de pequeñas evidencias que nos hagan sentirla presencia y orientación de un cambio inminente para comenzar a tomar acciones que nos permitan prevenirlo que vendrá, evaluarlos posibles efectos e incluso desarrollar estrategias que nos hagan adelantarnos a los acontecimientos para que estos se conviertan en verdaderas oportunidades.

Nosotros al estar mentalizados con esta cultura heredada de conformismo, por consecuencia, nos resistimos a cambiar nuestros patrones de conducta, esperando que la acción desencadene repercusiones que pudiesen haber sido prevenidas desde un principio.

Es indispensable que entendamos con claridad que la productividad de un pueblo no se hace sola, sino que es consecuencia de la productividad de cada uno de sus ciudadanos, ya que todos formamos parte de éste y naturalmente sucede lo mismo con las empresas (Díaz Mérigo, 2004).

Una de las cosas que ha generado esta resistencia al cambio es el atavismo hacia el pasado, ya que nos henos acostumbrado a hacer las cosas siempre de la misma forma con una postura escéptica y carente de fundamento, por lo que, cuando se pretende cambiar, nos resistimos por comodidad o conformismo.

Si los mexicanos superamos el sentimiento de minusvalía estaremos en posibilidades de desarrollar nuestro potencial creativo. Para ser creativo, el mexicano debe ser más disciplinado, constante, y sobre todo adquirir confianza en sí mismo.

Si todos nos proponemos aprender del otro, si las empresas encuentran el valor del factor humano y lo recompensan por sus esfuerzos y en función de su productividad, motivan a través de valores e invierten en capacitación y en tecnología, buscando la excelencia individual y organizacional, se garantizarán los logros, la autorrealización y la creatividad de los mexicanos.

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La productividad y calidad del recurso humano es un hecho que hoy en día nos debe permitir crear una estabilidad en el desarrollo de nuestro país, permitir creer en nuestra capacidad como seres humanos dignos de lograr niveles óptimos de crecimiento personal y laboral.

Conclusiones

De manera particular creo que la cultura de nuestra sociedad mexicana nos ha inculcado que el ser humano no tiene capacidad para alcanzar la verdad, pero considero que esta postura puede ser en un momento determinado benéfica si comprendemos lo que Pirron de Ellis trataba de comunicar, no aceptar una verdad absoluta pero lamentablemente hemos caído extremadamente en asumir una postura indiferente y apática ante nuestra realidad.

Si se pudiera ser más analítico en nuestros pensamientos, tendríamos la oportunidad de crecer como personas, adoptando una ideología diferente que nos permita ser más productivos y adquirir como modelo de vida la calidad en nuestras acciones.

Autora Lic. Ángeles Elizabeth Vidal Siliceo angeles_siliceoarrobalive.com.mx

Psicóloga de la FEPDM (PGJE). Perito Especializado. Estudiante de Maestría en Psicología organizacional. Universidad del Sur. Capacitación y adiestramiento de personal. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas 

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