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Las empresas familiares de cierta complejidad necesitan asesores de diversa índole para asegurar su crecimiento y la continuidad del negocio. Reconocer que existen problemas es el primer paso para encontrar a la persona/s que mejor se entienda con su familia empresaria.

Los empresarios familiares y, por consiguiente, sus empresas familiares tienden a ser extremadamente cautelosos y celosos a la hora de actuar. Muchos de ellos son más que precavidos a la hora de entregar información personal o cifras incluso a aquellos que pueden ayudarles. Qué hacer, entonces, cuando la situación obliga a buscar ayuda.

 ¿Por dónde empezar?

El primer paso comienza incluso antes de abrir las puertas a alguien de fuera. Y es quizás el más difícil para el empresario familiar: reconocer que existe un problema. No es fácil darse cuenta y asumir que la empresa familiar tiene dificultades. Hacerlo es reconocer que se tienen “problemas familiares”, algo aún más difícil de aceptar para un progenitor-empresario. Pero la verdad es que éstas son dificultades propias de las familias empresarias.

Muy pocas familias están preparadas para reconocer que hay problemas. Y, si finalmente lo hacen, siempre será culpa de otro, con lo cual no se piensa en que uno mismo puede ser parte del problema. La mayoría de las personas no cambia las conductas inadecuadas hasta que el dolor de mantenerlas es mayor que la comodidad y el status quo que aportan. No hablar con la hermana que trabaja en la misma planta puede funcionar durante unos días, pero el abismo de indiferencia poco a poco acabará dividiendo el negocio y la familia.

Los expertos señalan tres tipos de clientes que buscan la ayuda de un consultor. Aquellos que son proactivos y que quieren asegurarse el mejor resultado tanto para el negocio como para la familia; aquellos que están en medio de una maraña de conflictos familiares y de gestión y que necesitan a alguien que les venga a rescatar; y, por último, aquellas empresas familiares que no manifiestan síntomas pero que van en camino de desaparecer, víctimas del descontento.

Normalmente, las familias empresarias encuentran consultores mediante conferencias, actividades de su cámara de comercio,  sociaciones de empresarios, canales de información especializados o a sugerencia de otros profesionales que trabajan o asesoran la empresa familiar.

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Sin embargo, muchas veces, subestiman sus necesidades. Léon Danco, consultor reconocido a nivel internacional, indica que “por lealtad con antiguos amigos, o por sentirse pequeños como empresa, muchos empresarios no buscan la mejor solución para su problema y se quedan con alternativas de segundo orden”.

Para los expertos, un consultor, profesional, competente, debe analizar la situación de manera objetiva y ofrecer información valiosa sobre las mejores prácticas de otras empresas familiares. “Los profesionales, que actúan como intermediarios, necesitan entender mucho este complejo mundo de las relaciones familiares para apoyar a los empresarios”, afirma el académico John Tucker.

También se ha de tener presente que los asuntos de familias empresarias son siempre multidimensionales. Esto significa que, según el tipo de problema, necesitará uno o más consultores. Por eso es importante trabajar con aquellos que no sólo tienen un conocimiento técnico, como finanzas o derecho, necesarios para analizar un negocio, sino también las destrezas interpersonales para trabajar con familias.

En este sentido, “es crucial que tengan una percepción sobre los temas más amplios y delicados, como puede ser el desarrollo del equipo de gestión, o la sucesión de la propiedad. Tienen que conocer la familia, deben entrar en el círculo familiar”, subraya Danco. Este conocimiento les permite detectar, por ejemplo, las competencias de los posibles sucesores con bastante precisión y aportar sus opiniones al propietario. Curiosamente, el consenso se da rápidamente entre los consultores y los miembros del consejo de administración.

¿Cuándo? Hoy mismo. El momento adecuado es cualquiera. Si no existen conflictos manifiestos, se puede crear una política preventiva. También cuando existe una dificultad que no se ha podido resolver usando las propias capacidades.

En el caso específico de la empresa familiar, esto se produce cuando los conflictos interpersonales se convierten en problemas empresariales. Ya está demostrado que la asesoría en este tipo de empresas tiene mucho más que ver con la familia que con la empresa y que los problemas son siempre más complejos de lo que parecen. Asimismo, las dificultades en la empresa a menudo radican en la relación entre miembros de la familia que no son aparentes a primera vista.

Antes de elegir
Ellen Frankenberg y Louis Moscatello, expertos en empresa familiar, ofrecen varias recomendaciones antes de elegir un consultor:

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1. Trate de definir el problema que le tiene confundido. ¿Puede resumirlo por escrito en dos frases? Tenga en cuenta que es posible que el consultor no esté de acuerdo con su definición. “Un cliente nos dice que necesita normas para permitir el ingreso de la tercera generación, pero después de cinco minutos con él, es evidente que es la segunda generación la que está en medio de un caos debido a cuestiones familiares”, explican.

2. Cuente con el consenso de la familia. Su grupo familiar debe reconocer el problema y abrirse a ayuda externa. El consenso es un proceso gradual que muchas veces requiere una negociación individual con sus parientes. Si acceden a dejarse asesorar, comenzarán a detectar patrones, temas y problemas en la familia empresaria a la que pertenecen y verán la necesidad de resolverlos.

3. Identifique a aquellos que están involucrados en el problema y también quienes deberían ayudar a buscar una solución: ¿propietarios, otros familiares, la dirección?

4. Determine el tipo de experto que su problema requiere: ¿financiero, legal, relaciones personales? ¿O quizás, un equipo multidisciplinar? Muchos asuntos de la empresa familiar necesitan la atención de varios profesionales, con uno de ellos que actúe de capitán. Asegúrese de contratar a la persona adecuada al problema. No llame a un abogado si necesita trabajar la gestión de conflictos o a un contable si quiere evaluar la capacidad de liderazgo de los candidatos a la sucesión. ¿Cómo proceder? Algunas familias optan por una jornada de día completo para trabajar con
un consultor. Le piden asesoría sobre las buenas prácticas para tener éxito, que eche
un vistazo al pasado y que abra una discusión sobre las perspectivas futuras de la empresa. Al final de esta reunión, los miembros de la familia evalúan si cada uno se sintió cómodo como para seguir trabajando con él. ¿Tiene las competencias correctas para responder a nuestras necesidades? ¿Tendrá la suficiente objetividad para ayudar a la familia a ir más allá de las emociones y tomar decisiones delicadas?

Muchos expertos, una vez concluida la reunión inicial, elaboran una carta de entendimiento en la que esbozan objetivos realistas y estiman el coste y el tiempo necesarios. Por lo general, el compromiso con una familia se prolonga al menos durante un año, con la opción de hacerlo continuo posteriormente. Algunas familias se concentran en un problema a la vez (sucesión, conflictos) y luego recurren al consultor con nuevos desafíos.

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Pero tenga presente que los consultores o asesores no son magos. Los miembros de la familia deben aportar sus propios talentos y destrezas, información, tiempo y esfuerzo a todo el proceso. “El empresario no puede olvidar que es el responsable final del proceso que quiere aplicar en su negocio”, recuerda el experto Ivan Lansberg.

El tiempo y la energía que se dedica a encontrar el consultor correcto puede ser una gran inversión en el camino hacia la continuidad del proyecto empresarial

Con información de Family Business Magazine,The Family Business Advisor y laempresafamiliiar.com

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