I. VICENTE / A. LÓPEZ

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I. VICENTE / A. LÓPEZ

­El primero en llegar al trabajo y el último en marcharse, directivo o emprendedor con responsabilidad, perfeccionista y controlador que vive para trabajar y que no es capaz de desconectar ni en vacaciones, que necesita estar conectado a la oficina con las nuevas tecnologías siempre. Este es el perfil de un adicto al trabajo, una patología que, según psiquiatras y psicólogos, afecta a un 10% de la población activa. Parece mucho, pero, si uno piensa en los síntomas, es difícil no conocer a alguien que los sufra aunque no lo reconozca. Es una adicción camuflada que tarda en dar la cara.

El psicólogo y coach murciano Roberto Crobu, director de Optima Coaching, afirma que se trata de un trastorno que «normalmente no se reconoce ni se asume ni se admite como tal» por culpa de «un sistema de creencias sociales por las que se suele entender el trabajar como algo positivo, bueno y necesario para vivir». Además, trabajar mucho está bien visto y, en épocas como la actual, con el miedo a perder el empleo, pasar diez y doce horas al día en el puesto de trabajo se entiende como algo que hay que hacer. Así, cada vez hay más personas, según los expertos, que tienen pánico a cometer errores y se van a casa inquietas por la jornada y preocupadas por la del día siguiente, lo que les impide desconectar. El problema aumenta en las empresas en las que se estimula la competitividad, según señalan los expertos, y los augurios de que lo peor de la crisis aún está por venir no ayudan a tomarse el trabajo con calma ante el miedo de que, si no se rinde lo suficiente, uno acabe en la calle.

Según Crobu, especializado el salud laboral, al justificar sus largas jornadas de trabajo, «la persona entra en un bucle que le impide asumir su problema, y al final puede que acuda a un médico o a un psicólogo cuando su cuerpo le envía las señales de que así no puede seguir: un infarto o una simple ansiedad, ataques de pánico, obsesiones, angustias, o incluso depresión». De hecho, estas personas no suelen acudir a las consultas de los psicólogos por una adicción a trabajo, sino por otros síntomas. En ocasiones hasta acuden a terapia de pareja porque las cosas no van bien en casa y, al final, lo que aflora es una adicción al trabajo. Aunque Crobu apunta que ha tratado algunos casos en los que es al contrario, que «una situación personal deteriorada hace que la persona se centre en el trabajo» y acabe convirtiéndose en un adicto.
No se trata, según los especialistas, de una cuestión para tomarla a broma, puesto que, como otras adicciones, puede producir graves problemas de salud y enormes deterioros del entorno familiar.

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Personas ´hiperconectadas´
Crobu pone como ejemplo el caso real de una persona ´hiperconectada´ con su ordenador y Blackberry, a todas las operaciones de su empresa. Las vive muy de cerca pese a no estar presente físicamente. Se obsesiona con ellas y cada email o información que recibe referidas a estas de parte de cada proveedor, cliente o subordinado representa para él un aliento que le lleva a hacer más y dar «un pasito más» adelante. Suele enviar emails a sus clientes incluso durante fines de semana, noches y madrugadas, y lo entiende como algo positivo, ya que considera el valor simbólico de hacer sentir a los clientes que él trabaja para ellos, independientemente del día y de la hora. «Si les hago ver que estoy para ellos incluso entonces, ellos me valorarán mejor como proveedor», suele decir esta persona. Es decir, recalca Crobu, este caso refleja la creencia extendida de que cuanto más disponible está el trabajador, mejor concepto tiene el cliente o el empresario de él.

Otro especialista, Antonio Castaños Monreal, añade que «la adicción al trabajo suele darse en lo que nosotros llamamos personalidad del tipo A, gente constantemente activada, ambiciosa y exigente que necesita tener éxito. Son esos que cogen el coche y aunque no tengan prisa lo ponen a 160, que en vez de andar corren, que comen en cinco minutos. Son personas metidas en un nivel de activación que les hace vivir a cien». Además el propio estrés les hace, en ocasiones, apoyarse en alguna sustancia que pueda paliar su malestar y así, según Castaños, «recurren a menudo al tabaco o al alcohol y también hay casos en que se machacan en el gimnasio para relajarse y poder seguir a la carga al día siguiente, si es que consiguen dormir, porque se trata de gente que no suele dormir bien, que padece insomnio o trastornos del sueño».

El adicto al trabajo lo ve como una parte de su esfera laboral que le ayuda a mejorar su autoestima y su proyección personal, y no lo identifica con un problema. Es el caso de un joven abogado que llegó a la consulta de Antonio Castaños «arrastrado» por su pareja. Ella vio que tenía tiempo para todo menos para ella y buscó ayuda. «Él procede de una familia que equipara el éxito laboral con el éxito social y personal, y se sentía fatal por no estar destacando, ya que estaba preparando oposiciones y no tenía trabajo».

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Al final, relata el especialista, «encontró un trabajo en un bufete donde todos iban a muerte y él, desde esa necesidad que tenía de éxito, se metió allí de lleno y no tenía hora de volver a casa. A su hija apenas la veía más que durmiendo, y aunque su mujer le recriminaba que su relación era menor que la de dos compañeros de piso, él se obsesionó con el trabajo. Estaba siempre agotado y de mal humor, los fines de semana se dedicaba a preparar los casos y al final la situación de pareja se hizo insostenible, por eso vinieron». Castaños señala que desde el principio vio que no era un problema de pareja, «sino del trabajo de él, y poco a poco hemos conseguido que modere su adicción y que dedique tiempo a su familia sin sentirse culpable, pero es solo un éxito a medias porque no hemos logrado que en su bufete bajen el listón».

Hay que seguir trabajando
Uno de los problemas de esta adicción, y que no se da con el alcoholismo o con la cocaína, es que el afectado no se puede desvincular del objeto de su adicción. Tiene que seguir trabajando. La Organización Internacional de la Salud, en su informe sobre El tiempo de trabajo en el siglo XXI, considera «preocupante» trabajar más de 50 horas semanales. Y Roberto Crobu recuerda que no se trata de cuántas horas se trabaje, sino de trabajar mejor, por lo que en algunos casos lo que recomienda a los afectados son sesiones de orientación para organizarse mejor y mejorar su productividad sin ampliar su jornada.

Y para los casos más graves, la pregunta es: ¿y esto se cura? Los especialistas dicen que, como en cualquier adicción, se puede superar con intervenciones psicológicas o terapias. Hay técnicas para superarla, aunque el paciente tiene que comprometerse a seguirlas, como establecer actividades con la familia, reducir progresivamente las horas de trabajo, no llevarse jamás trabajo a casa, aprender a priorizar o usar técnicas de relajación.

Fuente http://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2012/04/09/vivir-trabajo/397125.html?utm_source=rss

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