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Por Leonardo J. Glikin
Se evita hablar de la sucesión, como si existiera un pacto para que la realidad quede congelada en el presente. Pero tenemos que tomar determinados resguardos, porque nuestro patrimonio y nuestros afectos son demasiado importantes para que queden librados al azar.

Vivir como si fuéramos inmortales, pero planificar como si fuéramos a morir mañana. Sin duda, se necesita un cierto optimismo para encarar cada paso en la vida. Es necesario creer que lo que hacemos va a perdurar, y que nosotros estaremos allí para verlo. Al mismo tiempo, tenemos que tomar determinados resguardos, porque nuestro patrimonio y nuestros afectos son demasiado importantes para que queden librados al azar. Pensar de esta manera no tiene nada que ver con el pesimismo. Es, simplemente, ser responsable.

En muchas PyMEs, sean de familia o no familiares, se evita hablar de la sucesión, como si existiera un pacto para que la realidad quede congelada en el presente. Y esto produce una paradoja interesante, porque una PyME no familiar, en la que no se planifica a tiempo, puede convertirse de un día para otro en una empresa de familia, y una empresa de familia en la que no se planifica puede dejar de ser de familia.

En el primer caso, cuando la empresa no es de familia, se corre el riesgo de que se convierta en una empresa familiar por la llegada de los herederos de uno de los socios que sale de escena repentinamente. En esos casos, estos tratan de hacerse un lugar y el pronóstico es muy malo, dado que no están preparados para la actividad empresaria, y, más aun, no tienen entre ellos el afecto societario imprescindible para que los negocios se puedan articular de manera efectiva.

En el caso de una empresa de familia en la que no se planifica, las discusiones y peleas entre los herederos no preparados para ese momento, pueden dar lugar a una pérdida del control familiar y, al mismo tiempo, a una pérdida de la riqueza que implica la empresa.

Planificar la sucesión es un acto de liderazgo y de responsabilidad de la generación que hoy está a cargo.

Esto implica:

1.- Definir con la mayor claridad posible, en qué consiste la organización empresarial.

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2.- Determinar si esa es la organización adecuada para el traspaso generacional, en función de las necesidades y requerimientos del mercado, ya que puede ocurrir que una empresa sea adecuada a la realidad actual pero no esté preparada para el futuro. En ese caso, determinar cuáles son las modificaciones necesarias, y realizar un plan para encararlas, es una manera de consolidar la empresa.

3.- Definir quiénes, de los sucesores posibles, están en condiciones de formar parte de la empresa, para lo cual es necesario pensar en la vocación de cada uno de los involucrados, su identificación con la empresa, su talento, y su disponibilidad de tiempo para ser parte del proyecto a futuro.

4.- Decidir de qué manera se va a compensar a aquellos posibles herederos que no formarán parte de la empresa en el futuro, porque el hecho de que un hijo no participe en la aventura empresaria no lo hace menos hijo, y es necesario definir de qué manera se mantendrán las pautas de equidad entre los seres queridos.

5.- Preparar a quienes son los potenciales sucesores.

6.- Encarar la confección de un protocolo empresario-familiar, o sea, el conjunto de acuerdos necesarios para que el proyecto siga en pie, frente a los avatares del futuro, tales como la propuesta de que algún pariente político quiera formar parte de la empresa, o los modos de interacción entre los hijos y de estos con la generación mayor, los mecanismos para prevenir y resolver conflictos, etc.

¿Quién lidera el proceso de planificación sucesoria?

Para que sea posible, este proceso tiene que ser liderado por aquel integrante de la familia capaz de llevar adelante un pacto entre generaciones.

El líder del presente, con proyección al futuro, debe comprender que la empresa del futuro va a ser diferente de la actual, y, en función de ello, elegir a quienes van a formar el equipo que llevará adelante ese cambio. Al mismo tiempo, debe tener la presencia de ánimo de defender los valores permanentes, y la experiencia acumulada a lo largo del tiempo, porque esas son las raíces de la organización, las que deben mantenerse firmes aun en tiempos de crisis.

No sirve un líder que desecha lo nuevo y se aferra a los viejos buenos tiempos, de la misma manera que no sirve que todo quede en manos de quien no está dispuesto a respetar la trayectoria y los logros obtenidos.

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El pacto entre generaciones es lo que permite a las empresas pymes, sean familiares o no familiares, establecer un proyecto que pueda ser cumplido. Es lo que da garantía de continuidad, y permite la consolidación.

Para ello, es necesario consensuar entre las diversas generaciones que participan en la empresa, una serie de aspectos fundamentales:

– La visión de la empresa a largo plazo.

– Su misión, o sea su razón de ser, su justificación social.

– Los valores, en base a los cuales se desarrolla el proyecto empresario.

– Los objetivos a largo, mediano y corto plazo.

– La inversión de recursos necesarios para lograr los objetivos propuestos.

– La definición de éxito: qué es lo que dejará satisfecho a los integrantes de la dirección de la empresa y a sus sucesores.

– El horizonte temporal en la gestión de cada uno de los participantes: tiempos y modo de retiro de los mayores, y requisitos para que los más jóvenes se puedan hacer cargo (lo
que implica cumplimiento de metas de desarrollo de habilidades y entrenamiento).

Este pacto entre generaciones está llamado a repetirse en el próximo ciclo, cuando los que hoy se acercan a los lugares de responsabilidad estén en condiciones de incorporar a sus propios hijos.

Sin embargo, dijimos que esto no sólo es aplicable a las empresas de familia, sino que son pautas que pueden aplicarse en las empresas no familiares. También en ellas, con una dirección profesional, las distintas miradas de los gerentes y directores, según su trayectoria, edad y manera de pensar, definen las posibilidades de perdurar y desarrollarse.

En definitiva, se trata de instaurar una huella para que sea recorrida a lo largo de los años, y que permitirá empresas más sólidas, y proyectos vigorosos en el presente, con proyección de futuro.

Autor Leonardo J. Glikin Abogado, consultor en Planificación Patrimonial y Sucesoria, director de CAPS – Empresa & Familia – Consultoresy del primer portal argentino de Planificación.

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