por Marcelo Molina

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por Marcelo Molina

¿Te pasó alguna vez sentir que estabas “remando solo”… en una relación, en un trabajo, en la asociación, en el directorio, en el club, en la escuela, en un grupo de amigos, en la empresa, en un grupo de estudios, en el voluntariado, en la parroquia, en un grupo de pares, en el emprendimiento, en la familia, etc.?

Sospecho que sí. Sobre todo cuando las cosas no andan tan bien como uno quisiera… normalmente, “te dejan remando solo…”

Lo más probable es que ese sentimiento venga acompañado de emociones que podríamos definir como de cierre de posibilidades futuras… frente a uno mismo y frente a los otros con quienes interactuamos, tales como decepción, desánimo, desesperanza, frustración, tristeza, amargura, angustia, bronca, cansancio, agotamiento, etc.…

Justamente, estas emociones nos están advirtiendo de que algo no anda bien, de que algo se perdió, de que algo se rompió, de que algo no salió como se planeó o como debería salir, o que no me están reconociendo como a mí me gustaría, de que no se están honrando ciertos acuerdos…

Ahora bien, llegado a este punto, es importante primero aceptar que te sucede lo que te sucede, para poder generar una emoción de paz, que te permita pensar con más claridad y tomar acciones más acertadas.

Probablemente estarás diciendo: “Sí, para vos que no estás en mi situación es muy fácil decirlo… Aceptar es difícil para mí, en esta situación (de pareja, empresa, club, escuela, etc.), con lo que me están haciendo…!”.

Existen varios caminos para “zanjar” esta dificultad. Uno de ellos es el siguiente (esto no es verdad, es solamente mi punto de vista, para que lo experimentes por vos mism@): Te invito a considerar a la aceptación como un proceso, que se puede completar a partir de realizar algunas acciones en el lenguaje, por ejemplo:

  1. La declaración de GRATITUD, por esa pareja, por ese trabajo, por esa asociación, por ese club, por esa escuela, por ese grupo de amigos, por (lo que sea que vos interpretes en lo que estás “remando solo”)… Gratitud por la posibilidad social-comunitaria independientemente de las no-posibilidades individuales-personales.
  2. La declaración de PERDON, a esa pareja, compañeros de trabajo, compañeros de estudio, socios, amigos, subalternos, superiores, familiares, etc., porque de alguna manera, los estuviste educando para que sucediera lo que sucedió (o sucede) y luego te enojaste con ellos por la misma razón… Esta declaración, con que sea interior, ya es suficiente, siempre que tus actos sean consecuentes con esta declaración.
  3. La declaración de AMOR, es decir, la declaración de respeto incondicional por el “otro” como legítimo otro, en convivencia conmigo. Toda persona es digna de mi amor y respeto, independientemente de lo que dice o hace. Puedo no estar de acuerdo con lo que dice o hace, pero eso no lo hace indigno de mi amor. Todo lo contrario. Algo tiene ese otro con el cual estoy en desacuerdo, que me permitirá aprender algo que yo no conozco de él, y/o de mí mismo, si es que aprovecho esa oportunidad de aprendizaje.
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Una vez que pasamos por el proceso de declarar gratitud, perdón y amor, estaremos en mejores condiciones de declarar la aceptación, lo que nos permitirá pensar y actuar deliberadamente, según nuestra visión y nuestros valores, frente a la situación de la que interpretábamos como “estoy remando solo”.

En este punto (y recién en este punto) podremos analizar la situación con los mismos ojos pero con nuevas miradas, con mayor equilibrio, con una mejor posición para la toma de decisiones.

Aquí podremos preguntarnos:

¿Cuál fue el acuerdo que considero que se ha roto, por el cual estoy “remando solo”?

¿Quiénes son los que forman parte de este acuerdo? ¿Todos ellos lo saben?

¿Cuáles fueron las condiciones de satisfacción de tal acuerdo? (hechos observables)

¿Fue un acuerdo explícito, oral, escrito… ó fue implícito, porque… “se supone que todos deberían saberlo”?

¿Estuvieron todos de acuerdo en esa forma de actuar, de convivir?

¿Qué cosas que considerás “obvias” no se explicitaron en ese acuerdo?

¿Cómo se hizo efectivo ese “acuerdo”? ¿Se firmó algún contrato escrito ó “como se habló de eso y nadie objetó, consideraste que todos estuvieron de acuerdo”?

Las respuestas a estos interrogantes te podrán dar una idea más concreta acerca de en qué medida la visión del equipo estaba compartida, del nivel de confianza existente, del grado de compromiso de las personas involucradas, de la calidad de las relaciones, de la forma en que se están comunicando, del valor que cada uno le ve a estar en ese equipo, y de la importancia que cada uno le da al cuidado del otro.

Autor Marcelo Molina– http://entrenatuvida.wordpress.com/2011/10/10/todos-en-la-misma-barca-parte-1/

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