por Ignacio Aragoneses Cuando el empresario se comunica con los empleados familiares o no, debe tener muy en cuenta aquello que dice Leer más..." />
Entre los errores más comunes que encontramos son la falta de respeto a una persona o menospreciarla, hablar de posibles proyectos futuros que pueden afectar la condición de seguridad del empleado ( ej: estamos pensando en alquilar el local o vender, vamos a realizar cambios en breve sin especificar, necesitamos recortar los gastos de personal…), tratar problemas familiares en la empresa delante de los empleados no familiares o de la clientela, hablar de un tercero cuando no esta presente, …etc.
Nunca debemos menospreciar o atacar a alguien para tratar de convencerlo o guiarlo por el camino que deseamos, estas tácticas nunca funcionan y hacen que el empleado no se desarrolle con libertad y pierda el interés por la empresa.
Conozco un caso de un amigo que comenzó a trabajar en una empresa en el departamento de recursos humanos, el empresario estaba presente durante los primeros días en la presentación de los nuevos empleados y durante el proceso de capacitación y de aprendizaje.
En la empresa familiar no es distinto y no podemos hablar mal de empleados sean familiares o no.
En el caso de la empresa familiar hay algo que debemos tener muy en cuenta y es la diferenciación entre la empresa y la familia, siendo conscientes de la importancia de aislar los problemas de ambas partes por separado y tratarlos en el momento y lugar adecuados.
No hay peor imagen que la que pueden dar dos personas discutiendo delante de la clientela o de los empleados, el espectador siente que esta en un espacio extraño, ajeno a él y se siente violentado por la situación que esta viviendo. Normalmente suele perder clientela y empleados.
En una ocasión me tocó trabajar en una joyería en Madrid, en la que tuvimos que realizar unos pequeños arreglos y recuerdo perfectamente a la señora que atendía en el mostrador, una persona seria, agresiva con el cliente y con poco tacto a la hora de tratar con los requerimientos de la clientela. Realmente no supe que se trataba de la dueña hasta que el marido regresó a la tienda y ella le gritó, delante de los clientes : “Llevo todo el día esperando a que vengas para poder salir a comprar, me has dicho que tardabas 30 minutos, donde te habías metido”. A su vez el marido la contestó de malas maneras. Todo el mundo se quedó mirándoles con cara de asombro y poco a poco fueron saliendo hasta quedar la tienda totalmente vacía.
Mezclar los problemas familiares en los negocios es algo que puede echar a perder todos nuestros esfuerzos en un abrir y cerrar de ojos.
Autor Ignacio Aragoneses