por Aida Baida Gil

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por Aida Baida Gil

Aunque he hablado de conseguir tus objetivos y de diseñarlos bien más de una vez, hoy te voy a dar otra recomendación sobre los objetivos que pospones y pospones y no desaparecen nunca de tu lista. Esos que cada vez que los lees piensas “esta vez sí, como sea”, y que incluso empiezas pero los dejas a medio terminar y te están torturando eternamente. ¿Qué hacer en estos casos?

Primero, haz una lista con todas esas metas, propósitos u objetivos que siempre tienes en mente pero que nunca haces (o que empiezas y dejas a medias). Todo lo que se te ocurra, tanto profesional como personal.

A continuación, revisa la lista detenidamente y decide:

1. Cuáles quieres eliminar completamente. Se acabó darles mil vueltas, ya no te los vas a plantear más (lee mi ejemplo con los gimnasios más abajo).

2. Cuáles quieres posponer indefinidamente. Crea una carpeta u otra lista con el título “algún día/quizá” y mete allí los proyectos y objetivos que te gustaría conseguir pero que sabes que ahora mismo no vas a hacer.

3. Procura hacer esto con al menos un 10% de los proyectos que siempre pospones.

Lo que consigues con esto es quitarte de la cabeza cosas que te roban energía, que te preocupan o agobian. Esos proyectos que nada más leerlos ya piensas “buf, si es que tendría que ponerme en serio” y que te hacen sentir fatal. Con este simple ejercicio lograrás aparcarlos y que no te roben más energía. ¿Por qué? Porque los pospones o eliminas de forma premeditada. Nada que ver con dejar que pase el tiempo poniéndote excusas y sintiéndote mal. Decides conscientemente que ese punto simplemente lo vas a dejar para más adelante, o no. Lo que no te recomiendo es seguir posponiendo tomar decisiones sobre esas acciones, decide dejarlas para más adelante o eliminarlas completamente, o hacerlas, pero no las dejes colgando…

Un ejemplo típico y real: todos los años me propongo apuntarme a un gimnasio y esta vez sí, ir asiduamente. Cada año o trimestre lo pensaba, me agobiaba, me apuntaba, intentaba ir con una amiga, que estuviera de camino a casa, llevar música, etc. Todas las veces dejaba de ir al cabo de un tiempo y vuelta a empezar. Hasta que un día dije, se acabó, no me voy a plantear ir a un gimnasio, lo dejo, hay que asumir que no me gusta y no quiero, ya encontraré otras formas de hacer ejercicio. Nada más tomar esa decisión la liberación fue inmensa y ya no me he vuelto a preocupar por eso. Pruébalo tú y me cuentas.

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Y otro truquito final, ¿has pensado en la alternativa de hacer una lista de cosas que NO hacer?…

Autora Aida Baida Gil

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Comentarios (0)

  1. Susana Inés Godoy dice:

    Me gustó el artículo. Mi caso es un caso particular, bueno . . es posible que le suceda a muchísima gente. Yo no puedo tomar decisiones de realizar todo lo que hubiera querido hacer por un tema eterno económico. con el que jamás hubiera querido vivir. Es decir, creo que si mi poder adquisitivo fuese bueno, me hubiera podido organizar de otro modo – así como si no estuviera estressada por problemáticas familiares, podría realizar mis actividades despejada, alegre, enfocada en mis objetivos. Seguro que en esa otra forma de vida, la cual en realidad “merezco vivir”, surgiría ese tema de esto lo hago, lo otro quedó en el camino, pero por temas de que no alcance el tiempo quizás, no porque no quiera hacerlo. o si, habrá algún motivo de esos momentos, pero como no los vivo, entonces no puedo decir mucho. Sí, es verdad que me puede pasar en esta forma de cotidianeidad que tengo, pero es que con falta de dinero y viviendo un poco presionada, no es lo mismo. De todos modos, a pesar de lo que cuento, intento seguir cursando unas materias en la facultad y de cursar unas materias que son parte de un curso carrera, ademas de hacer las mínimas cosas, lo que mejor puedo, de ama de casa y mamá, y en esta cotidianeidad,también surgen pequeñas cosas que debería hacer.

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