por Aida Baida Gil

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por Aida Baida Gil

Muchas personas me escriben porque se encuentran en una situación de la que no saben cómo salir. Se sienten perdidas, estancadas y un poco a la deriva, no saben qué quieren ni cómo han llegado hasta donde están.

En general, la razón de que estés así es que no tienes claro qué es lo verdaderamente importante en tu vida, o que lo que está dirigiendo tu vida no es lo que debería ser, que has dejado que otras personas o circunstancias decidan por ti. ¿Qué puedes hacer en esas situaciones? O mejor, ¿cómo evitar que vuelva a suceder?

Si quieres no solo tomar decisiones con las que te sientas satisfecha, sino llevar una vida plena, es fundamental tener una buena ancla, algo que te mantenga segura y firme independientemente de lo que suceda a tu alrededor. Ese ancla no es más que lo que tú más valoras en la vida y determinará las acciones y decisiones que tomes. Además, te ayudará a mantenerte en tu sitio independientemente de las opiniones o críticas de los demás. Eso sí, para que el ancla cumpla con su papel, independientemente de las tormentas que se avecinen, es fundamental que sea fuerte y estable, porque si no es así, a la primera de cambio te encontrarás a la deriva. ¿Lógico, verdad?

El problema surge cuando lo que has elegido como ancla es una persona o una circunstancia determinada, porque tanto las personas como las circunstancias cambian continuamente y, por tanto, no son buenas opciones como ancla. Pueden funcionar bien durante un tiempo, mientras esa persona o circunstancia se mantenga estable. Pero ¿qué pasa si desaparece de repente? ¿Qué pasa si cambia tanto que tú te encuentras a disgusto? Que te sentirás completamente desorientada y perdida, te habrás quedado sin ancla y no sabrás qué hacer a continuación. Te sentirás a la deriva.

Entonces, ¿cómo asegurarte de que tienes una buena ancla? ¿Qué puedes elegir que se mantenga estable pase lo que pase?

Tus valores

Los valores son principios o ideales que cambian poco a lo largo de nuestra vida (solemos mantener los mismos toda la vida) y que son fáciles de identificar: justicia, integridad, humildad, servicio, alegría, compasión, crecimiento, etc. Por ejemplo, si tu valor principal es la justicia, pase lo que pase en tu vida o en tu entorno siempre podrás identificar qué es justo y qué no, y que eso te guíe a la hora de actuar y tomar decisiones. Aunque la decisión sea dura y dolorosa, lo que es justo es justo, ¿o no?

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E igual para el resto de valores, tú sabes identificar la honestidad, la verdad, la alegría, el crecimiento, etc; y también sabes cuándo no están presentes. Por tanto, si eliges uno o varios de estos valores como ancla, será más fácil para ti saber que estás haciendo lo que quieres hacer, que te estás guiando por lo que para ti es verdaderamente importante. Además, no te afectaran tanto las opiniones de otras personas, porque tu tienes tus valores claros. Y sabrás cuando tu vida se ajusta a ellos, y cuando no. Así, cuando te encuentres con imprevistos o momentos difíciles podrás tomar decisiones basadas en lo que de verdad valoras. Y ¿qué pasa cuando sabes que estás haciendo lo correcto y lo que quieres hacer? Que sacas fuerzas para ponerte en marcha y que lo que te digan los demás te afecta mucho menos.

En mi opinión, tus valores no son sólo un ancla que te permite mantenerte firme hasta en las peores condiciones, sino también la brújula que te ayuda a elegir la dirección adecuada. ¿Quiere decir eso que tu vida será maravillosa y que nunca más te costará tomar decisiones? No, seguirás sufriendo, pero cuando haces lo que quieres hacer y eres congruente con tus valores, no te arrepientes y te sientes satisfecha con tus acciones, aunque lo pases mal en algunos momentos.

Así que siéntate a pensar cuáles son tus valores principales, tu ancla. Para que a partir de ahora tengas más claro si lo que haces es congruente con lo que es importante para ti. Para mi por ejemplo en mi vida son imprescindibles la integridad y el crecimiento. Por tanto, independientemente de las circunstancias que me rodeen y de las personas que estén en mi vida, a la hora de tomar decisiones y de realizar algo yo me guío por esos dos ideales. A estas alturas ya todo el mundo sabe lo mal que lo pasé cuando dejé la ciencia, pero ¿me he arrepentido en algún momento? No. ¿Me siento satisfecha con mi decisión? Sí, porque hice lo que quería hacer en ese momento y según mis valores de crecimiento y honestidad y, por tanto, aunque no hubiera salido bien, yo estaría contenta solo por el hecho de haberlo intentado.

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¿Qué te parece? Cuéntame cual es o va ser tu guía a partir de ahora.

Autora Aida Baida Gil

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