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por Juan Manuel Gonzalez Cerda
Por lo general cuando decimos que alguien es un “mal jefe”, nos vienen a la mente escenas de una persona iracunda que reprende a alguien en público, poniendo mucho énfasis en lo que considera una falla de la persona reprendida, gritos, alguien que roba el crédito de otras personas para atribuírselo a sí mismo o que no es congruentes pues dice una cosa y hace todo lo contrario; en fin, usted puede continuar enumerando características de un “mal jefe” y de seguro agregaría muchas más.
Es obvio que uno mismo nunca se considera “mal jefe”. Cuando uno ve estos comportamientos en una película o en la televisión, pensamos que nosotros no lo hacemos, que no somos malos jefes. Somos muy benévolos en nuestro propio juicio y nos cegamos ante la realidad. Un “mal jefe” lo es, no solo por su mal comportamiento hacia sus subordinados o por las “malas cosas” que hace, sino también por las cosas que “no hace”, por sus errores de omisión. El típico mal comportamiento hacia sus subordinados de un mal jefe abarca solamente menos del 20% de los que define por completo a los peores jefes.
En un estudio realizado para analizar cómo es visto el comportamiento de más de 30 mil gerentes a través de la opinión de sus subordinados, reportes directos, y de evaluaciones muy completas, se concluyó que los pecados que cometen los malos jefes son en su mayoría, más de omisión que de comisión. La conclusión se dio en dos direcciones: a) de este grupo de 30 mil, el estudio se enfocó en los 11 mil que tuvieron las peores calificaciones para tratar de identificar aquellos factores que les impedían el éxito como jefes y b) se analizó también un grupo de gerentes que habían sido despedidos recientemente, analizando los datos en busca de pistas que explicaran el motivo de su falla.
Combinando las conclusiones de ambos grupos, se identificaron 10 fallas que provocaban su fracaso como jefes. Estas fallas se enumeran a continuación, en orden de influencia:
El estudio concluye que estas fallas se presentan por lo general en grupos de tres o cuatro y al menos ocho de ellas son completamente fallas ocasionadas, más por omisión que por cometerlas, son fallas por no actuar más que por el hecho de cometer errores.
Lo peor de todo es que estas fallas se observan después de semanas o incluso meses de trabajo conjunto y puede ser que el jefe vaya directo al desastre sin que nadie ni nada se lo advierta. No hay señales de advertencia ni indirectas que nos pongan alertas, a menos que nos tomemos el tiempo necesario para analizar que es lo que estamos haciendo, o mejor aún, que es lo que estamos dejando de hacer.
Autor Juan Manuel Gonzalez Cerda
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