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GUILTras dejar su nido en busca de comida para alimentar a las crías que pronto debían salir de los huevos, mamá águila echó a volar sobre el valle, a la espera de encontrar algún suculento insecto que poder cazar.

Mientras tanto, uno de los huevos impulsado por el viento, salió despedido rodando montaña abajo y fue a detenerse justo en la falda de la montaña. Por algún extraño misterio del ciclo de la vida, el huevo no sólo no se rompió, sino que el granjero que lo encontró, lo colocó junto a los otros huevos que mamá gallina estaba empollando.

Desde aquel día, mamá águila buscaba desesperadamente el huevo que le faltaba sin encontrarlo por ningún lado. Pensando que algún animal se había apoderado de él, lo dio por perdido y muy triste se dirigió a cuidar de sus ya nacidos aguiluchos.

Cuando los polluelos nacieron, mamá gallina miraba extrañada a uno de sus polluelos por ser muy diferente a los demás, pero enseguida le cogió cariño y empezó a mimarlo como a los otros.

Pasó el tiempo. Un buen día, mamá águila buscando qué cazar, le pareció observar algo extraño en una de las granjas cercanas a su nido y decidió acercarse para verlo más de cerca.

Cuando llegó a escasos metros del gallinero, quedó asombrada ante lo que estaba viendo. Un águila como ella estaba jugando con las gallinas en lugar de cazarlas o dedicarse a volar y disfrutar de su majestuosidad como reina del cielo.

Indignada por aquel hecho que tan bajo dejaba el honor de las águilas, bajó en picado hacia el gallinero dispuesta a solucionar el problema. Tan pronto las gallinas la vieron acercarse, corrieron despavoridas a ocultarse en la granja, pero el águila del corral, que nunca había visto a ninguna ave volar de forma tan majestuosa como aquella, decidió quedarse para saber de quién se podía tratar.

– ¡Oh, qué maravilloso sería poder volar como esa ave!, ¡qué feliz sería de tan solo poder hacerlo aunque fuera una sola vez!

Tan pronto mamá águila posó sus garras en el suelo, el águila se le acercó asombrada y le preguntó quién era y cómo había podido aprender a volar así:

– ¿quién eres…? ¿Puedo aprender a volar como tú…? Dime, dime, ¿puedes enseñarme?

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– Pero ¿qué dices?, -respondió mamá águila enfadada, al tiempo que no salía de su asombro.

– Acaso no ves que eres un águila como yo… nada tengo que enseñarte, tu instinto es suficiente para hacerte volar como yo.

El águila no entendía nada de lo que oía y como toda respuesta se limitó a exclamar:

– kokoroco… kokoroco… yo soy una gallina… kokoroco soy una gallina y las gallinas no sabemos volar.
– Cómo que eres una gallina, tú eres un águila, la reina del cielo, como yo, -le contestó mamá águila-, y prosiguió añadiendo:

– No ves que tienes grandes garras y pico como yo, son de águila y no de gallina…

Por un momento el águila se fijó en sus garras y pico y en las del ave recién llegada limitándose a exclamar:

– Kokoroco, soy una gallina con garras y pico de águila, kokoroco…

Lo que oía todavía indignaba más a mamá águila. Irritada volvió a dirigirse a aquella estúpida águila con un tono elevado. –No eres una gallina, eres un águila… un águila, acaso las gallinas tienen estas alas tan grandes…

Mientras el águila miraba extasiada cómo aquella hermosa ave extendía sus grandes y poderosas alas y contemplaba las suyas, volvió a exclamar…

– Pero dime, si soy un águila… ¿qué hago aquí viviendo con las gallinas y sin volar como un águila? ¿qué hago viviendo entre el lodo y suciedad de este gallinero, comiendo gusanos y maíz, en lugar de volar libre por el cielo y cazar lo que me apetezca? No creo nada de lo que me dices.

– No lo sé, -contestó mamá águila- eso es un misterio para mí, pero curiosamente, pasa igual que con los humanos. Los observo desde lo alto. Muchos viven como gallinas, temerosos y apegados a sus cosas, esclavos de su propia ignorancia, que les lleva a vivir como gusanos postrados en tierra, sin utilizar su inteligencia y capacidades internas que les convertirían en los reyes de la creación…

Dicho esto, mamá águila emprendió el vuelo, alejándose de aquella estúpida e ignorante águila, que a pesar de haber sido creada y dotada para volar y ser la reina de la aves y del cielo quedó atrapada en su pequeña visión del mundo.

En mi opinión, todos somos “águilas”, si bien en factores diferentes. Ahora bien, ¿qué tipo de propósitos y de vida tenemos en este momento?

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Muchas fuerzas nos impulsan a que se nos haga difícil reconocer nuestros propios potenciales – “(…) si se juzga a un pez por su capacidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”-. Sin embargo, ¿no serías más feliz y productivo si los reconocieras y buscaras una oportunidad para desplegarlos?

Me gusta recordar aquello de Charles Reade: “Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un caracter.Siembra un carácter y cosecharás un destino”. Poco a poco, hábito a hábito, con constancia.

Fuente http://www.albarbero.com/2013/05/el-guila-y-el-gallinero.html

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