Por Rubén Alzola. 

Marca la Diferencia. 

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relojesPor Rubén Alzola. 

Marca la Diferencia. 

Desde antes de verano venía leyendo (y digiriendo) el libro “Elogio de la lentitud” de Carl Honoré. En él se habla de cómo un mundo a otra velocidad es posible. De hecho, en algunos de los casos que cita es una realidad y todo un ejemplo a seguir.

El reloj fue la máquina esencial de la revolución industrial

Lewis Mumford

El libro resulta bastante curioso y toca muchos ámbitos de aplicación de lo que se ha denominado “Movimiento Slow”. Estas corrientes nacen como reacción a un modelo social que nos oprime con la velocidad como sello distintivo, por ejemplo:

  • El sistema capitalista está devorando recursos a una velocidad muy superior a la que estos se reponen, lo que nos lleva, entre otros males, a terribles deforestaciones.
  • La pesca de arrastre está acabando con muchas especies ya en peligro de extinción porque en sus redes caen sin distinción todo tipo de peces.
  • Los fabricantes de software tienen tanta prisa y miedo a la competencia que sacan a la venta productos con fallos (bugs).

Lo anterior, y muchos más ejemplos, nos tiene inmersos en un turbo capitalismo que tiene consecuencias sobre las personas: insomnio, jaquecas, hipertensión, asma, problemas intestinales, etc.

Y es que, como dice el propio Carl Honoré, “cuando aceleras cosas que no deberían acelerarse, cuando olvidas cómo ir más lentamente, tienes que pagar un precio”.

La velocidad, llevada al extremo, puede derivar en lo que los japoneses llaman “karoshi” o muerte por exceso de trabajo. Sin llegar a ese punto, el exceso de trabajo tiene otros efectos fáciles de observar en nuestra sociedad: obesidad debido a una mala (y rápida) alimentación, alcoholismo, uso de speed y cocaína “para aguantar el ritmo”, etc.

Indirectamente, la fatiga es causa directa de los peores accidentes del siglo XX y es que, como decía Milan Kundera,cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, ni siquiera de sí mismo”. Por si todo lo anterior fuera poco, los niños, nuestros hijos tienen unas agendas repletísimas, tan grandes o más que las de los adultos.

¿Hacia dónde vamos?

Como reacción a todo esto surge el movimiento slow en varias vertientes humanas. Quizás el iniciador fue Carlo Petrini con su “slow food” un término que se contrapone claramente a “fast food”. Carlo y sus amigos proponen una cocina (italiana) que recupere los ingredientes tradicionales, los tiempos de cocción, el cariño en la cocina y sobre todo el cariño en su degustación, junto a un buen vino y la mejor compañía.

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Pero si no nos ceñimos a la gastronomía, encontraremos también la Citta slow o slow cities que abogan por recuperar viejos oficios artesanales, volver al autocultivo, nuevos horarios que faciliten la convivencia, aumentar la vida en las calles y la sensación de comunidad y, muy importante, restringir el uso del coche en los núcleos urbanos.

Esto no es una utopía, se está llevando a cabo en la ciudad de Bra y parcialmente en zonas domésticas de Londres o barrios residenciales de EEUU donde la gente empieza a estar harta de conocer más a los coches de los vecinos que a los propios vecinos (no digamos de pasar dos y tres horas al día conduciendo para ir y volver del trabajo).

Por supuesto, todo lo anterior tiene consecuencias en nuestro cuerpo y mente. El ritmo actual nos lleva a llenar cada momento del día de estímulo mental. Sin embargo, el Slow Thinking de Guy Claxton defiende que “reducir la velocidad de la mente puede redundar en una mejor salud, calma interior, concentración reforzada y capacidad de pensar de modo creativo”.

Quizás es en este apartado donde más relación veo con el tema de la productividad personal y que, contrariamente a lo que piensan quienes no se han adentrado en ella, es un sistema que nos permite desacelerar, pensar y vaciar nuestra repletas mochilas para que tengan cabida nuevas “cosas”.

El libro revisita algunos otros planteamientos slow como el método superslow de halterofilia, la medicina alternativa, el sexo tántrico, la meditación, el chi-kung, etc.

Mejor productividad

Desde el punto de vista de la productividad personal vuelve a ponerse interesante cuando trata el tema del trabajo, de cómo “el sueño del ocio ilimitado” ha fracasado ya que en 1997 EEUU superó a Japón como el país con el horario laboral más largo.

Más trabajo significa más dinero y este último es el combustible de la sociedad de consumo en la que buena parte de nosotros vivimos. La tecnología ha conseguido que podamos trabajar (y seguir ganando dinero) las 24 h. al día desde cualquier lugar del planeta.

Ante ese planteamiento cruza datos objetivos entre el modelo yankee y el modelo francés que aboga por la semana laboral de 35 h. y concluye, fundamentalmente, con que “se puede ser más productivo trabajando menos horas” y con que “a menudo, trabajar menos significa trabajar mejor”.

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Sea verdad o no, el exceso de horas “en” el trabajo (que no, “de” trabajo) es un mal que padecemos especialmente los españoles. Así que quizás los responsables de R2H2 deberían echar un vistazo a todos los planteamientos.

Mejor educación

El libro finaliza con dos temas también muy importantes: el ocio y la educación. Carl Honoré aboga por actividades de ocio como la jardinería ya que “rendirse a los ritmos de la naturaleza puede resultar terapeútico”. Más al alcance de todos está el hecho de apagar el televisor, un acto que oficializa la TV-turn off network y que cuenta con más de 7 millones de seguidores.

La lectura lenta o el arte (por ejemplo, la pintura) son otros ejemplos de actividades desestresantes. El libro está plagado de ejemplos, tales como el movimiento Tempo Giusto en la música clásica o el órgano ASLSP.

Por último, el amigo Carl nos advierte muy seriamente sobre la intensificación educativa y nos habla del tan aclamado modelo de Asia oriental. No se le ve muy emocionado por brillantes que sean los resultados con someter a jornadas de 80 h. semanales a jóvenes sin moldear. El estrés parece ser una consecuencia inevitable.

Como alternativa, describe los movimientos slow que abogan por la educación doméstica de los niños o las instituciones que han optado por ofrecer tiempo de diversión desestructurado entre sus actividades. Curiosamente, vuelve a posicionarse contra la televisión defendiendo los hogares sin televisión como alternativa educativa.

En fin, no me alargo más. El libro “Elogio de la lentitud” de Carl Honoré me ha resultado sumamente interesante y aconsejable, por diferente y refrescante. Si bien no estoy de acuerdo muchas cosas (creo que ni el propio autor lo está) pone luz y taquígrafos a una intuición que tenía desde que empecé con la productividad personal y que se refleja en la cita de Lilly Tomlin cuando decía:

“Para obtener un rápido alivio del estrés, prueba a ir más despacio”

Fuente http://manuelgross.bligoo.com/20130919-contra-el-estres-y-la-infoxicacion-elogio-de-la-lentitud-de-carl-honore

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