Por Rodolfo de Juana

¿En qué se diferencia una pyme de una start-up? ¿Cuáles son las principales diferencias entre un autónomo y un emprendedor? Aunque sobre el papel y para la administración pública son básicamente lo mismo, existen algunas diferencias que nos hacen pensar que pymes y start-ups recorren caminos totalmente diferentes, de la misma forma que las similitudes entre autónomos y emprendedores guardan similitudes únicamente de forma tangencial.

Un primer rasgo que diferencia a las pymes de las start-ups es su objetivo final. En el caso de las pequeñas empresas, el objetivo suele ser en generar beneficios y valor a largo plazo, lo que comúnmente se traduce en una empresa rentable que puede crecer para convertirse en una mediana o gran empresa o mantenerse en una posición estable.

Las start-ups en cambio no está tan interesadas en generar beneficios como en demostrar la capacidad de su crecimiento potencial, de modo que puedan llamar la atención de inversores, fondos de capital riesgo y en última instancia, la atención de grandes empresas que puedan comprarlas en parte o en su totalidad.

Mientras que sobre el papel las pequeñas empresas se preocupan sobre todo en su supervivencia financiera y en el beneficio puro y duro, la start-up suele preocuparse en el desarrollo de lo que considera que es un gran producto, capaz de llegar a amplias audiencias, incluso a costa de no poderlo monetizar.

El objetivo, especialmente en el caso de las tecnológicas, es tener claro cuál es la estrategia de salida. Y es por este motivo cómo empresas que pasan años sin tener claramente definida una forma de generar ingresos, acaban por convertirse en empresas milmillonarias tras una compra providencial (vease el caso de Instagram).

Por supuesto, entre la definición de pequeña empresa y start-up existen varios matices y en ocasiones lo que empezaron siendo una cosa, pueden acabar siendo la segunda.

Emprendedor o autónomo

Una dicotomía similar existe entre el autónomo y el emprendedor. Por mucho que el Gobierno se empeñe en asegurar tras la aprobación de su “Ley de emprendedores” que España es un país emprendedor y que son los emprendedores los que “nos sacarán de esta crisis”, lo cierto es que emprendedores hay muy pocos.

Como nos comentaba Susana Pérez Prado (CEO de Redbility) en una reciente entrevista, “estamos disfrazando bajo el concepto emprendimiento, una necesidad a la que se han visto abocadas muchísimas personas: el autoempleo. Y el autoempleo no necesariamente es un emprendimiento como tal. El emprendimiento es algo más. Es hacer algo diferente, poner en marcha una idea que tienes y que crees que puede funcionar”.

El emprendimiento suele llevar implícita una voluntad de cambio, entiendo el cambio como algo que afecta a la sociedad en su conjunto. Lo define bien Steve Blank, uno de los emprendedores más respetados en Silicon Valley, cuando afirma en el siguiente vídeo que “los emprendedores se levantan cada mañana diciendo: no quiero ser simplemente  un auto-empleado, sino que quiero cambiar el universo. Quiero cambiar el mundo, quiero hacer algo importante, es lo más increíble que puede hacer con mi vida”.

Algo parecido nos contaba Phil Libin (CEO de Evernote): “Creo que si quieres crear una empresa, tienes que hacerlo por las razones adecuadas. Si crees que vas a crear una empresa porque es una buena forma de ganar mucho dinero, te estás equivocando, por el 99% de los proyectos fracasan. Creo que la mejor razón para crear una empresa, es porque quieres cambiar el mundo, aunque sea un poco”.

¿Quiere decir esto que por ejemplo un fontanero o un jardinero no pueden emprender? Ni mucho menos. Cuando innovan y aplican la innovación a su producto, a sus procesos de negocio y en definitiva, son capaces de cambiar las cosas, entonces puede decirse que emprenden, que no se trata de sobrevivir, sino de crear algo diferente.

Autor  Rodolfo de Juana

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