por Fredrica R. Halligan

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Todo cambio es estresante por definición. Aun cuando sea bien recibido, todo cambio altera la estabilidad. Para afrontar cualquier cambio debemos entender y manejar el estrés que inevitablemente se presenta en nuestra vida. Todos podemos regular el grado de estrés que experimentamos, manejando la cantidad de cambio que estamos dispuestos a tolerar.

Es importante entender que cualquier cambio puede producir consecuencias tanto deseables como indeseables. Trabajando con personas que están viviendo circunstancias traumáticas, como un incendio o un desastre natural, los profesionales han aprendido que las crisis pueden tener consecuencias positivas o negativas. Cuando atravesamos una crisis, la consecuencia puede ser el deterioro en nuestra capacidad de funcionar eficazmente. O, por el contrario, puede ser un mejor funcionamiento y un mayor desarrollo de nuestras potencialidades. Toda crisis implica desequilibrio y cambio. Todo depende de la forma como la afrontemos y nos sobrepongamos a ella.

Hay incluso crisis que se pueden percibir como ataques a nuestra misma esencia psicológica. Lo que en ese momento el destino nos exige es una redefinición de nosotros mismos, un redescubrimiento de significado, y una renovación de nuestro compromiso con lo que hayamos elegido como lo más importante de nuestra vida. 

LAS DIMENSIONES INTERNA Y EXTERNA DEL AFRONTAMIENTO

Las fuentes INTERNAS de estrés se originan en los esfuerzos psicológicos tendientes a manejar las dificultades. Los estilos conflictivos de pensamiento pueden ser causa de enorme agitación interna.

Consideremos, por ejemplo, el conflicto de Hamlet: ‘¿Ser o no ser?’. Este interrogante constituyó una profunda fuente de angustia, narrada de manera tan elocuente por Shakespeare. Diariamente todos experimentamos conflictos menores que consumen buena parte de nuestra energía y nuestra fortaleza psíquica. Conflictos sencillos relacionados con nuestras metas, como decidir entre ir al mercado o quedarnos en casa lavando la ropa, se cuentan entre los estresores de menor intensidad que, no obstante, tienen la capacidad de perturbarnos.

Todas las decisiones importantes crean conflictos internos hasta que se resuelven. Pero todos también experimentamos constantemente conflictos como, por ejemplo, los relativos a la crianza de los hijos. ¿Cuán estrictos o permisivos debemos ser? ¿Cómo expresarles afecto a nuestros hijos? ¿Cómo reaccionar cuando otra persona está en desacuerdo o tiene necesidades distintas de las nuestras? Muchos de estos conflictos surgen de la lucha entre aquella parte de nosotros mismos que quiere ser recta, honesta, respetada y diligente (aspectos que Freud llamó ‘superego’) y la que desea divertirse, descansar, estar cómoda y lograr sin demora lo que desea (el llamado ‘id’ por Freud).

Además de los conflictos internos, las emociones indeseadas constituyen otra fuente interna de estrés. A veces sentimos ansiedad o ira por algún acontecimiento del medio externo, pero a veces no les permitimos a esas emociones expresarse, y siguen mortificándonos, convirtiéndose en fuente interna de estrés. Cuando no podemos serena nuestra mente o liberarnos de ciertas emociones, quedamos atrapados en un patrón de estrés interno.

Hemos visto que el estrés se puede originar en el medio externo, y que los conflictos o emociones de nuestra psique pueden perpetuarlo. La fuente del estrés guía, en parte, la elección del estilo de afrontamiento. Cuando identificamos claramente la fuente del estrés que sentimos, quedamos mucho más libres para elegir la manera de combatirlo. Conocernos a nosotros mismos nos ayuda a elegir. Podemos dirigir nuestros esfuerzos primordialmente hacia el mundo externo, o podemos trabajar en el mundo interno de nuestra psique. Los dos aspectos del afrontamiento, el interno y el externo, son igualmente importantes. Cuando reconocemos nuestro estrés y sus fuentes, aumenta nuestra capacidad de elegir la forma de sobreponernos.

Las personas extrovertidas o que tienen personalidad directiva se inclinan primero hacia la solución de los problemas externos. Las personas introvertidas o de naturaleza contemplativa tienden a observar primero en su interior y tratar de solucionar los problemas del mundo intrapsíquico del pensamiento, la imaginación y el espíritu, antes de intentar siquiera actuar sobre el entorno. Sin embargo, es importante anotar que todos tenemos la capacidad de utilizar mecanismos de afrontamiento internos y externos. En realidad, ambos son necesarios. 

Autora Fredrica R. Halligan

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